Gregorio Marañón (Madrid, 1942), presidente del Patronato del Teatro Real, ha aprovechado su intervención en el Fórum Europa, en un desayuno informativo celebrado esta mañana en el Hotel Mandarín Oriental Ritz, para lanzar un mensaje de concordia a la sociedad.
“No sé si cabe hacer una referencia a la carta que ha firmado el presidente, pero es el tema que estábamos todos comentando al llegar”, explicaba Marañón, en referencia a la carta hecha pública por Pedro Sánchez en la que anuncia tomarse unos días de reflexión ante la investigación judicial abierta contra su mujer.
“Al margen de la carta en sí, los que tenemos sentido cívico, mirando hacia el futuro y no solo a la Transición, creemos que la polarización es el elemento más negativo que tienen todos nuestros sistemas democráticos”, aseguraba el jurista y académico.
Tras repasar la actualidad del Teatro Real a lo largo de 40 minutos, Marañón ha aprovechado para poner de ejemplo la institución que rige. “El éxito del Real, al margen de su extraordinario equipo, son los pactos internos que cimientan lo que estamos haciendo, que se alcanzaron por la Comunidad de Madrid de Alberto Ruiz-Gallardón y por el Ministerio de Cultura de Carmen Alborch y que se han mantenido durante todos estos años”.
El acto ha estado presentado por José Luis Rodríguez, presidente de Nueva Economía Fórum, organización que con Fórum Europa promueve el debate político, económico y social. Salvador Alemany, presidente del Patronato del Gran Teatre Liceu, ha sido el encargado de presentar a su homólogo en el Real, del que ha destacado “su gran vocación de servicio”.
Marañón ha comenzado su intervención con un poco de historia. Ha recordado que el Teatro Real se fundó casi al mismo tiempo que el Liceu, en 1850, que tuvo que cerrarse en 1922 por problemas en su cimentación y que en la guerra civil explotó un polvorín que se guardaba en su interior.
En el siglo XX estuvo casi 80 años cerrado. “Los últimos 80 años del siglo XX en donde de alguna manera se produce la gran transformación del mundo que conocemos y del mundo que vivimos”, aseguraba el presidente del Patronato del Real.
En el año 95 la ministra de Cultura Carmen Alborch, con el apoyo de la Comunidad de Madrid de Alberto Ruiz-Gallardón, constituye una fundación para reabrir el Teatro Real como un teatro de ópera, a la que se aporta una ingente inversión pública.
Sin embargo, en el año 96 hay un cambio político, también de criterios, y se pierde ese buen entendimiento que había habido entre los dos grandes partidos de nuestro país, entre la Comunidad de Madrid del PP y el ministerio del PSOE.
“Eso condujo al Teatro Real, como Luis Maria Ansón describió muy gráficamente, a la irrelevancia”, asegura Marañón. El Teatro Real se convirtió en un departamento más del Ministerio de Cultura, o del ministro de turno. En los siguientes diez años hubo seis ministros de cultura, tres del PP y tres del PSOE. A su vez, cada uno, con su propio equipo de gestión para el Real.
“Algunos dimitimos en el 96, ante lo que entendimos como una interferencia política en el sentido de que desde el Ministerio se quería programar la temporada artística. En 2006 yo me incorporé, de la mano de Carmen Calvo, y en el 2007 se toma la decisión, otra vez con el apoyo de la Comunidad de Madrid y el Ministerio, de reabrir el modelo inicial y, por tanto, despolitizar en la medida de lo posible la gestión de una gran institución cultural".
"A los efectos de esto se optó por elegir un presidente de la sociedad civil que tuviera un mandato garantizado de 5 años, con posible renovación, pero que le diera estabilidad al proyecto. A mí me tocó la suerte de poder iniciar mi aventura como presidente del Teatro Real”, recuerda Marañón.
El Liceu como referencia
¿Qué es lo primero que hizo Marañón en febrero del 2008 tras ser nombrado presidente? Ir a Barcelona. “En ese instante el gran teatro de referencia de España como teatro de ópera era el Liceu de Barcelona”, asegura.
“Personalmente, siempre he creído que la colaboración es la forma elemental que tiene el ser humano de incrementar su propia capacidad", continúa Marañón. "No andando solo por la vida sino andando siempre, en la medida de lo posible, acompañado. Es así como de alguna manera enfoque desde el principio la posible relación con el Liceu, que por entonces tampoco era muy fluida”.
Como ejemplo de esta influencia del Liceu, Marañón destaca la incorporación en 2012 de Joan Matabosch como director artístico tras su “excelente trabajo” en la institución catalana. “La temporada que presentamos ahora en septiembre tenemos tres óperas que hacemos juntamente con el Liceu”, recuerda.
Marañón ha reivindicado el modelo del Teatro Real en su intervención. “Se trata de un teatro público con una vocación de teatro público, asumida completamente y forma parte de nuestra naturaleza. Pero, al mismo tiempo, hemos conseguido incorporar a la sociedad civil que está aportando el 23 % del presupuesto y que participa con su opinión y con su ejemplo en lo que es la gestión”.
Referencia internacional
El presidente del Patronato del Teatro Real matizaba de alguna manera la concesión del premio al mejor teatro del mundo en los International Opera Award de 2022. “Estos premios son un poco como los Oscar, que te lo den no quiere decir que seas el mejor teatro del mundo ni antes del día del premio ni después del día del premio”, opina Marañón. “Sí que es uno de los buenos, uno de los mejores. Creo que se valoró que haya resurgido después de ser un teatro de referencia en el siglo XIX”.
El 50 % de la financiación del Teatro Real parte de los ingresos que genera el propio teatro, fundamentalmente de la taquilla. “Tenemos una ocupación media del 93%”, asegura Marañón. “Tenemos 18.000 abonados, lo que supone el 60 % del aforo”.
El presidente también ha reivindicado el proyecto de sostenibilidad de la institución (“no es que seamos autosuficiente, sino que hemos vendido la electricidad sobrante a la red por un importe de 100.000 € hace dos meses"), la sala Real Teatro de Retiro, dedicada a los más pequeños (“en un año han pasado 200.000 espectadores por un lugar que tiene por objetivo formar a las nuevas generaciones para la ópera”) o el proyecto artístico.
“Las nuevas temporadas ya están empezando a ser de nuevo como antes de la pandemia”, asegura. “Tienen su parte de estrenos, de novedad, de primeras representaciones. Además, como estuvimos cerrados 80 años, todavía no hemos tenido tiempo de agotar el repertorio del XIX y el XX. Y luego también tenemos un compromiso con la sociedad de nuestro tiempo, que consiste también en ir programando las óperas que se siguen creando hoy en día".
Por último, Marañón ha reivindicado la importancia de la tecnología para hacer llegar la ópera a todo el mundo. “Antes era elitista, pero ahora el problema es que seguimos teniendo los mismos teatros”, explica. “Son unos espacios donde sólo caben 2000 personas, algo más en el Liceu. Tenemos que mantener el fenómeno de la representación en vivo, pero tenemos que hacerlo llegar a toda la sociedad. Y eso solo es posible con tecnología”.