Pandataria es una pequeña isla italiana del archipiélago de las Pontinas, en el mar Tirreno. En la dinastía Julio-Claudia, las mujeres del imperio romano que no se adecuaban a las normas, como Julia la Mayor, eran exiliadas a esta suerte de Alcatraz para proscritas. En 1941 sería Mussolini el que la utilizaría, ya con el nombre de Ventotene, como prisión para opositores como Altiero Spinelli, Ernesto Rossi y Eugenio Colorni, redactores del manifiesto Por una Europa libre y unida.
Esta increíble historia de libertad (con 3 kilómetros de largo y 800 metros de ancho) es la que ha inspirado al director y coreógrafo Chevi Muraday para subir al escenario Pandataria, montaje que se estrenará este 21 de julio en el Festival de Mérida con dirección de escena de David Picazo, textos de Laila Ripoll, música de Mariano Marín y las interpretaciones de Cayetana Guillén Cuervo, Elio Toffana, Basem Nahnouh, La Merce, Chus Western y el propio Muraday.
“Después de tantos años he encontrado un lugar en el que puedo desarrollarme y comunicarme con el público –explica el coreógrafo a El Cultural–. Esto en Pandataria está muy latente. La convivencia de la palabra con la danza, la apuesta por imágenes inquietantes y una estructura que define el espacio común en el que desarrollamos y desestructuramos la pieza para su mayor comprensión”.
"Después de tantos años, he encontrado un lugar en el que puedo comunicarme con el público". Chevi Muraday
Guillén Cuervo es la isla e interpreta a todas las mujeres que estuvieron desterradas en esa ínsula. Desde la mencionada Julia la Mayor o Agripina hasta, según Muraday, el “mayor descubrimiento” de esta pieza: la activista alemana Ursula Hirschmann: “Pandataria significa en griego ‘cinco bestias’. Yo represento a una de ellas, uno de los césares o uno de los dictadores. También he querido hacerme el regalo de las palabras de Séneca”.
Pero Pandataria, claro, ha de tener una lectura actual que Muraday interpreta dentro de un contexto “muy polarizado” en el que cualquier brújula marcaría la dirección de la isla: “De ahí mi compromiso de querer hablar de esta historia, para no volver a repetirla. En la obra se dice ‘mira a tu alrededor, observa y verás que el mundo está lleno de desterrados’. Pues bien, las bestias son las que provocan esos éxodos”.
“Ha sido un trabajo muy diferente a todo lo que había hecho hasta ahora. Es la primera vez que escribo textos para danza, por lo que ha sido intenso y emocionante. Chevi es esencialmente respetuoso y delicado, al mismo tiempo que tiene muy claro lo que quiere contar y cómo, así que ha sido fácil seguirle”, explica Laila Ripoll, encargada de dotar de texto un montaje que califica de “hermosísimo” al ver cómo movimiento y palabra se funden de una manera tan aparentemente natural: “Digo aparentemente porque detrás hay muchas horas de trabajo y mucha falta de sueño, pero lo bello es que no se note, que todo fluya y que parezca que no cuesta trabajo. Ahí está la magia”.
[Laila Ripoll y Mariano Llorente, Premio Nacional de Literatura Dramática]
Ripoll. que ha vuelto a la escenografía con el diseño del espacio escénico del próximo espectáculo de Micomicón, Nuestros muertos, de Mariano Llorente, entiende que, desgraciadamente, están surgiendo bestias en Europa: “Hay bestias con nombres y apellidos y otras que se esconden detrás de conceptos que pensábamos que habían desaparecido. Hay que estar vigilantes para no perder derechos que ha costado mucho conseguir”.