Como Edmund de Waal, Helena Attlee (1958) sabe dar vida a las cosas y contar a partir de ellas una historia que las trascienda. En su caso, sin embargo, a diferencia del autor de El oro blanco, experto ceramista, Attlee apenas sabía nada de violines cuando escuchó por primera vez el hipnótico sonido del de Lev. Estaba en Gales, un grupo tocaba una melodía klezmer y aquel instrumento emitía una voz tan poderosa que a una amiga de Attlee le hizo exclamar: “¿Cómo se atreve a hablarnos de ese modo? ¡Somos mujeres casadas!”. La música corroboró el famoso verso de Rilke, según el cual las cosas nos hacen guiños para que las sintamos.

El violín de Lev

Helena Attlee

Traducción de María Belmonte

Acantilado, 2023.

288 páginas. 24 €

El interés de Attlee –experta en jardines, sobre todo italianos, a los que ha dedicado ya cuatro libros, y autora del espléndido El país donde florece el limonero. La historia de Italia y sus cítricos (Acantilado, 2017)– aumentó cuando su dueño le dijo que el violín de Lev era, en realidad, un “viejo italiano”, un violín antiguo construido en Cremona, ciudad natal de Stradivari; sin embargo, añadió, un marchante le había asegurado que no valía nada. Animada por esta contradicción, Attlee viajará a la ciudad italiana para rastrear los orígenes del instrumento.

La reconstrucción de las muchas vidas posibles del violín de Lev –llamado así por su anterior propietario ruso– hará emprender a Attlee un viaje, apoyado sobre todo en los libros, por el tiempo y el espacio: de la música sacra a la corte de los Medici y su imponente colección de instrumentos; de Andrea Amati, padre de la lutería moderna, a Guarnieri del Gesú, que heredaría su prestigio; de Cozio, que preservó la tradición de los violines de Cremona cuando esta entró en decadencia tras la muerte de Stradivari, a Tarisio, hijo de un campesino cuyo alucinante periplo le llevaría a dominar el comercio internacional de violines y a poseer el “Mesías”, un Stradivarius legendario que aún hoy es el violín más famoso del mundo.



El libro está plagado de historias. Mientras investiga, la autora se mueve en bicicleta por la Cremona actual, donde aún hay ciento setenta talleres y está la única escuela pública de lutería del mundo; atraviesa fronteras, nos habla de falsificadores como Dietmar Machold, analiza la música popular de los gitanos de los Abruzos, narra el renacimiento de la lutería en Cremona el siglo pasado –patrocinado por el fascismo, que con el bicentenario de Stradivari, en 1937, quiso glorificar el pasado de Italia–, y llega hasta el expolio nazi y soviético de instrumentos, no necesariamente valiosos, durante la Segunda Guerra Mundial. Por último, ayudada por algunos de los mejores lutieres del mundo e incluso por un dendrocronólogo, roza con los dedos la verdadera historia del violín de Lev, que la conduce a un final inesperado.

Este libro es un viaje por el tiempo y el espacio: de la música sacra a la corte de los Medici y su imponente colección de instrumentos



“Lo valioso de las cosas son las historias que nos cuentan”, escribe Attlee, que, mientras trabajaba en el libro, tuvo que vaciar la casa de su madre, que acababa de morir. No sabía con qué quedarse, pero gracias a la historia de violín de Lev, menos rocambolesca que sus posibilidades, la autora se dio cuenta de que lo importante de los objetos no es lo que son, sino lo que pensamos de ellos.