Teatro real
Como es norma, el coliseo madrileño plantea una programación bien aquilatada y pensada, con llamada a títulos contemporáneos, en algún caso muy importantes y que está muy bien que se nos den a conocer. Aun con la conocida falta de repertorio español auténtico, ese que todavía duerme el sueño de los justos en anaqueles y desvanes y que este Teatro Nacional debería resucitar. Sí, es verdad que Achille in Sciro de Corselli, compositor adoptado por nuestra corte, es una ópera española a todos los efectos, estrenada en el Buen Retiro de Madrid en 1744 y que es una gran idea exhumarla, aunque la novedad sea relativa en contra de lo que se ha afirmado, pues en realidad Gustavo Tambascio la repuso en Dallas a principios de 2018. Aplausos para la inclusión de Into the Little Hill (2006) del gran George Benjamin (recordemos su Written on Skin), una desoladora metáfora que parte del cuento El flautista de Hamelin. Aún más importante es la presentación de Lear (1978) de Aribert Reimann, que extrae nuevas luces de la tragedia de Shakespeare (lo que no logró Verdi) y, en especial, La pasajera (2010) de Mieczyslav Weinberg, un músico que se ha revelado fundamental. A señalar asimismo, el espectáculo Three Tales (2002) de Steve Reich. Dentro del repertorio más tradicional, hablamos de Don Carlo de Verdi (versión italiana en cinco actos), en cartel durante estos días, La Traviata (en el simbólico y estricto montaje de Willy Decker). Dos novedades, Il pirata de Bellini e Iris de Mascagni (ésta en concierto), y dos repeticiones; L’elisir d’amore (de Michieletto) y La flauta mágica (montaje cinematográfico de Kosky). Y la continuación de la Tetralogía vista por Carsen (Walkiria). Seguimos echando en falta la presencia de más voces españolas en papeles protagonistas.
Liceo
No parece que se hayan exprimido en exceso las meninges los programadores. No hay grandes novedades, títulos rompedores, realmente insólitos. Divisamos, no obstante, un par de cosas dignas de mucha mención. La primera es la nueva ópera del muy dotado compositor Joan Magrané, estrenada en el pasado Festival de Peralada: Diálogos de Tirant y Carmesina, con libreto de Marc Rosich (que dirigirá la escena) sobre la novela medieval Tirant lo Blanc de Joanot Martorell. La segunda nos llega del siglo XVII. Se trata de una fantasiosa recreación de la Alcione de Marin Marais ideada por Louise Moaty, que cuenta con el apoyo sonoro de Jordi Savall y su Concierto de las Naciones. Producción ya presentada con lisonjero éxito en la Opéra Comique de París con una muy bella coreografía. Ojos y oídos avizor para escuchar y contemplar el acercamiento de la inquieta Katharina Wagner al Lohengrin de su bisabuelo: siempre tiene cosas que decir, aunque casi nunca nos convenzan. Atención también para la puesta en escena del videocreador Fanc Aleu de la Turandot pucciniana, con buenos repartos; en uno de ellos la nueva perla noruega: Lise Lindstrom. Luego, otras obras consagradas: Cavalleria/Pagliacci, Aida (la de papel de Mestres Cavanes), La clemenza de Tito, Semiramide, Barbero y, de nuevo, la Carmen de Calixto Bieito.
Maestranza
Javier Menéndez, antiguo rector artístico de la Ópera de Oviedo, es el responsable, desde hace unos meses, del teatro sevillano. Ha diseñado, un poco sobre la marcha, una temporadita que no deja de tener su ‘aquél’ en virtud de la espectacular representación de Sansón y Dalila de Saint-Saëns en el ambicioso montaje de Paco Azorín, visto hace poco en Mérida y que tendrá que ser reducido aplicando recursos técnicos (proyecciones y demás), que cuenta con dos voces de fuste: Gregory Kunde y Nancy Fabiola Herrera. Interesante la producción de Agrippina de Haendel, proveniente precisamente de Oviedo, firmada por Mariane Clément. Se recupera la de Don Pasquale de Donizetti debida al imaginativo Laurent Pelly y se trae la inteligente y “social” Traviata de McVicar, vista hace unos años en el Teatro Real.
Campoamor
Culmina el recorrido por La Tetralogía wagneriana, iniciado hace unos años bajo la batuta de Guillermo García Alcalde, sustituido ahora por Christoph Gedschold en el foso, siguiendo el concepto visual de Carlos Wagner y con un reparto cuajado de cantantes jóvenes, entre ellos, algunos españoles. La ración barroca, que suele estar presente aquí, se la lleva Rinaldo de Haendel, con la especialista Vivica Genaux como protagonista y con el mando musical del aguerrido Aarón Zapico, artista de la tierra. El fantasioso Kobie van Regensburg lleva las riendas de la escena. Curioso el acoplamiento aquí de Pagliacci de Leoncavallo, en este caso emparejada con la hermosa Una tragedia florentina de Zemlinsky, a su modo también portadora de un verismo, aunque más destilado. Anotemos la presencia de la soprano mexicana Maria Katzarava, antigua alumna de Mirella Freni. Dos títulos de tronío, Lucia de Lammermoor de Donizetti (con Jessica Pratt), Un ballo in maschera de Verdi, con un José Bros que da el salto definitivo a la categoría de tenor lírico pleno, y con la estupenda Anna Pirozzi como partenaire, completan la temporada, primera de Celestino Varela al frente de la nave.
Abao
En el capítulo del Tutto Verdi, que diseñara en su día Juan Ángel Vela del Campo –apartado hace años del cometido– se sitúa Jérusalem, “rifacimento francese” (1847) de I lombardi alla prima Crociata (1843). Al frente el robusto tenor canario Jorge de León, que se pone en la piel de Gaston. No hay otras novedades o descubrimientos, ya que el resto de la temporada se abastece de títulos muy de repertorio, con los que siempre disfrutamos de lo lindo, por supuesto. Tenemos dos Donizettis: Anna Bolena, con la gran Angela Meade en el papel titular, y, de nuevo, Lucia de Lammermoor, con la Pratt –como en Oviedo– dando vida a la desgraciada dama Ashton, alternándose con la joven, ya no tan promesa, Leonor Bonilla. Un Wagner temprano –Der Fliegende Höllander–, con el estelar protagonismo de Bryn Terfel e Manuela Uhl, bajo la batuta de Pedro Halffter, y el Puccini maduro y rompedor de La fanciulla del West, con la notable Oksana Dyka como Princesa de hielo, completan el cartellone.
Palau de les Arts
Jesús Iglesias afronta su primera temporada como responsable artístico del coliseo. Ha preparado un menú variado en el que hay un poco de todo, lo cual está bien, con títulos de rango. Para empezar nada menos que dos Mozarts, Le nozze di Figaro, obra maestra absoluta, en la colorista y en su día olorosa producción de Emilio Sagi, donde han de lucir la Condesa de María José Moreno –ya una lírica de cuerpo entero– y la Susanna de la siempre gentil y dispuesta Sabina Puértolas, y una versión semiescenificada de La finta giardiniera, donde el genio ya apuntaba grandes maneras, con el aromático William Christie en el foso y jóvenes cantantes de su Jardin des Voix en el escenario. Dentro del mismo estilo lírico aparece Il tutore bulato de Martín y Soler destinado a miembros del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. Lo barroco tiene de nuevo a Haendel como eje a través de su maravillosa Ariodante, con Andrea Macon como oficiante desde el foso. Una Elektra de Strauss con muy buena pinta (Marc Albrecht con la batuta, Irene Theorin en el rol de la princesa) y Les mamelles de Tirésias de Poulenc, bajo la inesperada batuta del pianista Roger Vignoles y con los alumnos del Centro Domingo, son la contribución a la ópera del siglo XX –se echa de menos algún título más rompedor–. Mientras que Nabucco de Verdi, con el inapropiado Domingo en la parte del monarca, y Faust de Gounod, que cuenta con el anciano Michel Plasson como rector musical, ocupan la cuota romántica y el Viaggio a Reims rossiniano la correspondiente al tardoclasicismo.
Teatro de la Zarzuela
Como siempre, el teatro madrileño construye una programación bien estructurada y diversificada, que se inaugura el próximo jueves 3 de octubre con El Caserío de Guridi en la conocida producción de Pablo Viar. Cuenta con un reparto en verdad lustroso: Raquel Lojendio, Carmen Solís, Ángel Ódena, José Antonio López, Andeka Gorrotxategi, José Luis Sola (que se alternan), entre otros, y la sólida batuta de Juanjo Mena. También de Guridi y en versión de concierto, Mirentxu, verdadera novedad, con la rectoría de Óliver Díaz y las voces de Ainhoa Arteta y Mikel Atxalandabaso. Novedad importante: Cecila Valdés del cubano Gonzalo Roig, asimismo con Díaz al frente. Y, más aún, la recuperación, en concierto, de la ópera Farinelli de Bretón (1902). Maite Beaumont, Nancy Fabiola, Rodrigo Esteves y Ruben Amoretti en el reparto y García Calvo en el podio. Por fin se da vía libre a la nonata zarzuela creada por Tomás Marco y Álvaro del Amo, Policías y ladrones, a la que una huelga impidió estrenarse hace un par de años. Y vuelven dos clásicos de siempre: Luisa Fernanda de Moreno Torroba, en nueva producción de Davide Livermore, y La tabernera del puerto de Sorozábal, en la tan aplaudida de Mario Gas.
Cervantes de Málaga
Esta temporada viene muy reforzada en Málaga con la presencia del barítono de la tierra Carlos Álvarez en La favorita de Donizetti como rey Alfonso XI. Tendrá al lado a María José Montiel, de timbre tan esmaltado, y a Ismael Jordi, de técnica tan resuelta y gusto reconocido. Por otro lado, en el rossiniano Barbero lucirá de nuevo la vis cómica del veterano e insustituible Carlos Chausson, rodeado de otros muy buenos cantantes españoles (un excelente ejemplo a seguir): García, Franco, Mateos. Buena idea la de representar La casa de Bernarda Alba de Miquel Ortega, una obra de altura según se pudo comprobar hace poco en la Zarzuela. Nancy Fabiola de nuevo al frente del reparto.
Farándula de Sabadell
Tres títulos suben de la mano de la Asociación de Amigos de la Ópera de Sabadell al escenario del Teatre la Farándula, que habrán de viajar a localidades vecinas, dos de ellos del mejor Verdi. Por un lado, Macbeth, obra que marcaría, en 1847, el devenir futuro del compositor. En ella habrán de lucirse el buen barítono –quizá demasiado lírico para la parte– que es Toni Marsol y la soprano spinto que es Maribel Ortega, que no está siendo suficientemente aprovechada por nuestros grandes teatros. Luego, La traviata, donde hará sus armas la gentil Maite Alberola, de tan atractivo timbre de lírica. La tercera ópera es la chispeante Cenerentola de Rossini, con Carol García, mezzo de sedosa emisión en el papel titular.
Villamarta de Jerez
Dos óperas no muy alejadas desde el punto de vista temporal, aunque sí estilístico, constituyen el basamento lírico fundamental: La flauta mágica de Mozart, en una antigua producción de Paco López, y, aquí también, El barbero de Sevilla de Rossini, en donde encontramos de nuevo a Carol García y donde el resuelto barítono gallego Borja Quiza servirá las travesuras de Fígaro.
Afundación de Vigo
El ayuntamiento de la ciudad gallega continua apoyando la labor de la Asociación Amigos de la Ópera de Vigo que, mira por donde, pone en escena el tan socorrido Barbero de Sevilla (el cuarto de esta temporada), en este caso acudiendo a una producción psicodélica de Eugenia Corbacho, que tiene a Carlos Daza como protagonista. La otra ópera en cartel es Tosca de Puccini, en donde habrá de brillar la voz fornida y sonora de la soprano rusa –una de las muchas talentosas de esa procedencia que se prodigan por nuestros escenarios– Elena Mikhailenko.