Maria Arnal y Marcel Bagés: catarsis a dúo
Maria Arnal y Marcel Bagés durante el concierto. Foto: Adrián Yuste
El dúo revelación de la música independiente hace olvidar que el tiempo pasa fuera de las paredes del Teatro Nuevo Apolo, donde celebran uno de los últimos conciertos de la gira de presentación de su disco 45 cerebros y un corazón.
El telón del Nuevo Apolo se abre para mostrar un lienzo en blanco en el que amanece un horizonte rojo. La cuidada y minimalista puesta en escena a base de luces y sombras te introduce en su universo y es otro de los ingredientes del show que te hace olvidar que el tiempo está pasando fuera de las paredes del teatro. De eso también se encargan el despliegue de recursos del guitarrista Marcel Bagés y la camaleónica voz de Arnal, que es grito, desgarro, quiebro y jadeo.
El dúo abre el concierto con 45 cerebros y un corazón, la canción que bautiza a su LP y que no es una metáfora, sino los restos encontrados en una fosa común de La Pedraja (Burgos), donde han dado ya un par de recitales. Después del primer tema, Arnal no puede evitar una risa nerviosa al saludar a la sala y Bagés, el hombre que solo habla con la guitarra, deja caer una lagrimita. Les quedan tres conciertos para cerrar la gira y una parte de ellos todavía no se lo cree. Durante año y medio han paseado por todo el mundo canciones propias, poemas musicados, alguna versión y piezas tradicionales tuneadas. "Las canciones de autoría colectiva permiten ser intervenidas, cambiar letras y melodías, es un mundo bestial", apunta emocionada Arnal.
Las composiciones de su LP desfilan una a una por el escenario entre las cuatro guitarras y las pedaleras de él y los melismas hechiceros de ella. Arnal baila con las manos de forma que puedes entenderla tapándote los oídos. En sus conciertos saben que "se crea algo muy hipnótico y explosivo, pero de cosecha propia, algo sincero". Una conexión que está presente sobre el escenario y entre las butacas durante todo el espectáculo.
Maria Arnal (centro) y Marcel Bagés (dcha.). Foto: Adrián Yuste
Salen a escena una hipercopla, una jota bombardeada por un subwoofer y tanto el público como los artistas están cada vez más arriba. Silencio. Las luces dejan de hacer su juego y todo queda a oscuras. Comienzan a escucharse campanas, sonidos guturales, armónicos vocales, sintetizadores. Han ido de viaje a lo que parece una jornada de rezo en el Tíbet pasada por una discoteca. El tema estalla en la voz de María con unos versos de Joan Brossa: la gent no s'adona del poder que té [la gente no se da cuenta del poder que tiene]. La ovación no se hace esperar y los focos revelan que ese micromundo lo han creado entre el dúo, su productor David Soler (el cerebro número 46) y el artista invitado Niño de Elche.Es el turno de otro poema: no he desitjat mai cap cos com el teu [nunca he deseado un cuerpo como deseo el tuyo]. Después de un buen rato a ciegas, en esta canción de amor (erótico) regresa la luz. En la tela blanca se forma un sol pequeñito en el que se proyectan las sombras de la pareja. Bagés trae de vuelta la calma con un solo de dobro y Arnal se encarga de marear la canción hasta hacerla explotar.
Queda poco para terminar el viaje por el disco. Ella se arrodilla y saca todas las cantantes que lleva dentro para hacer en directo Desmemoria, una pieza únicamente vocal a base de loops y efectos que destila la esencia del grupo: producción cuidada, letras con poso crítico y una voz mágica. Todo un diamante en una noche que ya de por sí es una joya.
El dúo intercala un tema nuevo, Big data, que deja entrever que el próximo disco va a seguir explorando el camino que han abierto con su debut. Han dejado para el final Canción total y Tú que vienes a rondarme, dos de sus temas con más éxito. El último, de aire más pop, ha significado la puerta de entrada a su música para muchos fans que se han quedado atrapados dentro y que hoy no dejan de aplaudir.
Para terminar aparecen un fandango, miles de juegos cromáticos y distorsión en la guitarra. Maria Arnal y Marcel Bagés se dedican a resucitar y a repartir: cada cual se va a casa con la parte de la catarsis que le toca. Lo suyo es canción protesta, raíces folklóricas, pop etéreo (en la periferia brillante / de una galaxia mediana), dosis de electrónica, versos hechos música, música hecha de verdad.