Juan Pérez Floristán
Tres años después de ganar el Concurso Internacional de Piano de Santander, el pianista sevillano afincado en Berlín es uno de los músicos españoles jóvenes con más proyección dentro y fuera de nuestras fronteras. En esta entrevista hace balance de la evolución de su carrera y desgrana las próximas citas de su apretada agenda veraniega.
Con una agenda apretadísima, en estos tres años Floristán ha dado conciertos en 26 países. Este verano lo ha comenzado tocando 'en casa', en el Teatro de la Maestranza con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y la batuta de Jon Axelrod. El programa estaba dedicado a la ciudad de Nueva York y Floristán se subió al escenario para tocar por primera vez dos de las obras más famosas de George Gershwin, Rhapsody in Blue y I Got Rhythm. "Tenía muchas ganas de tocar a Gershwin, es un compositor que consiguió como casi nadie aunar jazz y clásica de manera tan coherente y brillante que creó su propio lenguaje, mientras que tantos otros intentos han quedado en pastiche que suena a música de ascensor", opina el músico.
Su siguiente parada es este miércoles en el Museo de la Evolución Humana de Burgos, en el marco de la celebración del 40.° aniversario del Proyecto Atapuerca y con entrada libre. Allí interpretará la Sonata n.° 16, de Beethoven; los Juegos de agua, de Ravel; y Cuadros de una exposición, de Músorgski. "Beethoven al piano es combinable con todo, porque fue el padre de la técnica moderna del instrumento. Mozart también fue un gran padre del piano, pero aún era heredero de un mundo dominado por el clavecín barroco. Una vez que sales de Beethoven puedes ir en la dirección que quieras. En este caso, voy hacia el piano de finales del siglo XIX, con una música descriptiva, en la que se usa la tímbrica como las pinturas de un cuadro. Por algo se habla de impresionismo musical".
En las siguientes citas, Floristán se reúne con sus compañeros del trío VibrArt, el violinista Miguel Colom y el violonchelista Fernando Arias. "Siempre es un placer tocar con Miguel y Fernando, que además de ser muy amigos míos son grandes artistas y tenemos visiones musicales muy parecidas. Nos hemos desarrollado como grupo de una manera muy natural y siempre nos resulta fácil ponernos de acuerdo a la hora de elegir repertorio y de ensayar. Cada uno tenemos una vida artística personal muy rica, y eso hace que en cada encuentro aportemos nuestras propias experiencias, porque cada uno sigue evolucionando individualmente". Con VibrArt recalará en el Festival de Música de Cámara Ciudad de Lerma el día 25, en el ciclo Sunset Classics de Formentor (Mallorca) el 27, en la Schubertiada de Vilabertrán (Gerona) el 30 de agosto y el 1 de septiembre en Schloss Elmau, en Baviera.
Entre las dos primeras y las dos últimas, Floristán aprovechará para tomarse dos semanas de vacaciones. Ese es el tiempo máximo que ha pasado lejos de un piano desde que tenía 18 años y en los últimos tres años su agenda se lo ha impedido. "No quiero hacerme la víctima. Me encanta tocar el piano y me gusta estudiar, no es ningún martirio. De hecho si estoy en casa un mes sin conciertos, solo tocando, también lo considero vacaciones". En las auténticas aprovecha sobre todo para ir a la playa o al campo con su familia, pero lo que le hace desconectar por completo es olvidarse del teléfono. "Hoy en día desaparecer significa apagar el móvil", asegura.
El núcleo del programa en sus próximas citas con VibrArt lo componen Schubert, uno de los compositores más paradigmáticos del Romanticismo, y el posromántico Dvorák, figura clave del nacionalismo musical checo. En Formentor, uno de los rincones naturales más impresionantes del Mediterráneo, el programa será un viaje desde Centroeuropa, representada por estos dos genios y por Brahms, hasta Latinoamérica, con piezas de los argentinos Astor Piazzola y Alberto Ginastera, haciendo escala en España con obras de Mompou.
"Teníamos ganas de hacer un programa diferente y variado, acorde con el entorno. Muchas de estas obras son las propinas que hemos dado en otros conciertos y que han sido seña de identidad del grupo, con arreglos para trío que he ido haciendo de obras originalmente para piano solo, orquesta o quinteto", explica Floristán.
Pregunta.- Con estos continuos saltos entre estilos y épocas, ¿cambia mucho la forma de abordar las obras?
Respuesta.- Sí. Evidentemente, hay cosas básicas que se mantienen, no deja de ser siempre es el mismo instrumento. Pero me dicen desde fuera que una de mis peculiaridades es que me adapto fácilmente a estilos diferentes. Las obras tienen lenguajes diferentes, contextos sociales y culturales diferentes. Gershwin, de origen judío, emigrado a Estados Unidos e influido por la música negra en los años 20, no tiene nada que ver con Beethoven, nacido en Bonn y que compuso su música en el contexto de las Guerras Napoleónicas.
P.- Se nota que se documenta muy bien, y no solo musicalmente, antes de sumergirse en una obra.
R.- Siempre he sido muy curioso; según mis padres, enervantemente curioso. Preguntaba por todo y ahora lo sigo haciendo, con la diferencia de que ahora las respuestas me las busco yo. En la música es fundamental la intuición, la sensibilidad para percibir la belleza, la capacidad de comunicación, pero todo esto debe tener una guía, si no se te va la energía sin encauzarla adecuadamente.
Floristán con el trío VibrArt
P.- ¿En qué aspectos siente que ha madurado como pianista desde que ganó el Concurso de Santander?R.- Creo que el mayor signo de madurez en cualquier artista es la seguridad en sus propias ideas y ser cada vez más eficiente y natural a la hora de expresarlas. Debes conocer muy bien el lenguaje, el instrumento y a ti. Yo sé cuáles son mis virtudes y mis talones de Aquiles y sé lidiar con ellos. En este sentido nunca se alcanza el Nirvana, un estado de perfección absoluta. Esto no se acaba nunca.
P.- ¿Qué aprendió en su etapa en la Escuela Reina Sofía?
R.- Sobre todo disciplina. Me acostumbré a tener una agenda apretada y unas exigencias que hasta entonces no había tenido. Cada año montaba dos conciertos para piano y un programa en solitario con 50 minutos nuevos cada trimestre. Amplié una barbaridad mi repertorio. Con mi profesora, Galina Eguiazarova, aprendí autoexigencia, perfeccionismo. Se me abrió ante mí un mundo de posibilidades de mejora.
P.- ¿Y en la Hanns Eisler?
R.- Allí aprendí a ordenar toda esa información que recibí en la Reina Sofía, a ordenar mi pianismo, profundizar en mis ideas musicales, limpiar mi técnica y serenarme. Hay que tener en cuenta que en la Reina Sofía estuve de los 17 a los 21 años, una edad hormonada y caótica. Pero en el buen sentido, no hice demasiadas cosas de las que me haya arrepentido.
P.- Lleva viviendo en Berlín cinco años. ¿No se plantea establecer de nuevo su residencia en España?
R.- De momento estoy muy bien en Berlín, y creo que estaré por lo menos un par de años más. Depende...
P.- ¿De qué depende que se quede o regrese?
R.- De muchas cosas. Del amor, de la profesión, de la familia, de los amigos, de sentirse bien en un lugar...
P.- ¿Qué opina de la educación musical en España? ¿Diría que la Escuela Reina Sofía es un oasis?
R.- Sería demasiado extremo decir que es un oasis porque España no es un desierto. Es impresionante la cantidad de músicos jóvenes españoles que hay en orquestas de toda Europa: en la Mahler, en la Filarmónica de Berlín, en Zúrich. Músicos como Luis Esnaola, Cristina Gómez Godoy, Lucas Macías, Ramón Ortega, Leticia Moreno, Pablo Ferrández... Aunque es verdad que tengo la sensación de que ese talento ha salido a pesar de un mal sistema de conservatorios. Hablo del sistema, no de los profesores, que los hay buenos a patadas. Y critico el sistema porque quiero que funcione mejor, si no me importara me callaría.
P.- ¿Y cuáles son los fallos de ese sistema?
R.- Creo que se ha primado la cantidad de conservatorios sobre la calidad. Ha habido una época en la que todos los alcaldes querían inaugurar su propio aeropuerto, rotondas, un polideportivo y un conservatorio. Esto, hay que reconocerlo, también ha provocado una revolución musical española, con gente muy buena y valiosa por el mundo, como comentaba antes, así que el balance es positivo. Por otra parte, se ha cerrado los ojos a otros estilos musicales. Yo, que he estudiado música clásica, he tenido la oportunidad de tener una enseñanza bastante barata y de foguearme en escenarios, aunque fueran conservatorios minúsculos... Mientras que aquellos a los que les interesa el jazz o el rock -no tanto el flamenco, que ahora empieza a tener una mejor enseñanza- han tenido que pagarse unas clases particulares caras y empezar a hacer rodaje en bares o donde pudieran. En el siglo XXI no debería funcionar así.
P.- ¿Cuáles de sus próximas citas internacionales espera con más ganas?
R.- Tengo muchas ganas de volver a México, el 20 de septiembre tengo un recital largo allí, también tengo muchas ganas de tocar con mi otro trío, con Pablo Garratán (clarinete) y Andrei Ionita (violonchelo). Tocaremos música de Schubert y Brahms en una gira por Alemania, Suiza, Austria y terminaremos en Sevilla. Pablo y Andrei son dos músicos de primer nivel europeo y son también dos amigos con los que coincido en nuestra manera de entender la música.
@FDQuijano