Jota, de Los Planetas, durante su concierto en Primavera Sound 2018. Foto: Eric Pàmies
Con 220.000 espectadores provenientes de 126 países, siendo además los extranjeros un 60 % del total según la organización, queda claro que el Primavera Sound es un evento mucho más que global a pesar de estar "created in Barcelona", como anuncia uno de sus anuncios. El fin de semana dio buena prueba de ese carácter con una programación ecléctica que amplía los límites del indie de manera exponencial para que ya nadie sepa a qué atenerse. Hay una tendencia clara, el hip hop forma parte definitiva del paisaje y ahora abundan los indies que van vestidos con ropa deportiva como si fueran estrellas del trap. En todo lo demás, este es el tiempo de la abundancia y la variedad.El viernes estaba cantado que brillaría Father John Misty y así fue. El enigmático cantautor estadounidense, con ese aspecto a medio camino entre hipster y anacoreta recluido en una montaña, no defraudó al respetable con un concierto sobrio y enérgico que también servía como plataforma de estreno de su nuevo álbum, God's Favorite Customer, cuando el anterior, Pure Comedy, lanzado el año pasado, sigue de plena actualidad. La música de Misty nos lleva de la grandeza del musical de Broadway a la emoción sencilla del folk, del espíritu indie pop a una suerte de sátira posmoderna en la que, como canta Joshua Michael Tillman (su nombre verdadero), "la comedia de los hombres" resulta tan triste como devastadora.
The National también viene de Estados Unidos y su dominio escénico estuvo fuera de toda duda. Saltó al escenario Matt Berninger con esa elegancia marca de la casa para ofrecer un concierto largo y generoso en el que la banda, que tiene recién estrenado el LP Sleep Well Beast, tocó de manera generosa sus clásicos con especial atención a las canciones del High Violet (2010), ese álbum que ha marcado profundamente esta década. Son los de Cincinnati unos maestros a la hora de conmover con un rock melódico y "adulto" en el que la reflexión filosófica, la melancolía y una cierta desazón conviven con una actitud de rebeldía y extrañamiento, como si por lo menos nos quedara la posibilidad de reírnos de todo. Con una suerte de indolencia cool, Berninger estaba en plena forma.
La mala noticia del día fue la cancelación del show de los raperos americanos Migos, que dejaron colgados a sus fans perdiendo el avión. Con un boquete en el escenario principal, la organización recurrió a unos experimentados como Los Planetas para que cubrieran el expediente con la máxima rapidez posible. Y ahí estaban los granadinos haciendo comentarios sobre el procés ("¡¡Coño, Barcelona!!") y dándolo todo con un set en el que tuvo primacía su último trabajo, titulado Zona temporalmente autónoma, en el que los sonidos árabes y andaluces tienen protagonismo. Fue un gran concierto con momentos muy emocionantes como la aparición de Yung Beef para cantar Islamabad y de La Bien Querida para acompañarlos con Espíritu Olímpico.
El rapero de Los Ángeles Tyler, The Creator cerró la jornada con un enérgico concierto en el que le salvó algo la cara al hip hop americano después del fiasco de Migos. Con unos audiovisuales impresionantes que reflejaban un mundo a medio camino entre lo naïf y lo surrealista, Tyler ofreció un espectáculo deslumbrante en el que la ingenuidad servía como detonador de pulsiones oscuras.
Arranqué el sábado con el concierto de Lift to Experience, un grupo de Texas (por si había alguna duda, el escenario estaba decorado con una bandera de ese Estado norteamericano) que triunfó en los 90 y llevaba más de quince años desparecido. Su reunión es buena idea. A los músicos les gusta hacer ruido y su rock contundente y guitarrero sonó a pleno pulmón en Barcelona.
Ariel Marcus Rosenberg, conocido como Ariel Pink, es uno de los personajes más inclasificables de la escena contemporánea. El norteamericano estaba acompañado por una vieja leyenda del punk como Don Bolles, una suerte de Alice Cooper con aspecto de haber pasado varias malas noches seguidas, y ambos jugaron a entretener y confundir con una música que bebe del pop y de la sencillez del jingle o incluso de la música infantil para crear un batiburrillo vitamínico y bizarro en el que da la impresión de que cualquier locura es posible. Con una camiseta del videojuego Call of Duty y aspecto más marciano que nunca, hubo algo profundamente inteligente en un set de una sofisticación extrema más allá de la parafernalia esquizofrénica.
La sueca Lykke Li lleva cuatro años sin sacar un disco y estos días ha lanzado So Sad So Sexy, un título que parece resumir el propio espíritu de su propuesta artística. Con la melena rubia (estábamos acostumbrados a verla morena) y un traje ceñido que remarcaba sus sinuosos pasos de baile, Li ofreció un show sobrio en el que lo más importante era verla a ella misma moverse con elegancia y desparpajo mientras desgranaba hits como No Rest for the Wicked o esa I Follow con la que cerró el concierto demostrando que se ha aprendido, bien, el libro de Madonna y que es una talentosa creadora de canciones pegadizas y burbujeantes.
Lorde durante su concierto en Primavera Sound 2018. Foto: Primavera Sound
Había morbo por ver qué hacían Arctic Monkeys cinco años después de su penúltimo disco y unos días del último, Tranquility Base Hotel & Casino, recibido con cierta frialdad en comparación con sus enormes éxitos anteriores. Los británicos serán experimentadores pero no tontos y si alguien esperaba un concierto con Alex Turner dando el coñazo al piano se equivocaba porque cantaron todos sus clásicos con especial atención a AM (2013), el megaéxito de la banda. Con una puesta en escena rematadamente cool y austera (en las pantallas se les veía en blanco y negro) que parecía reproducir ese mundo sofisticado y exclusivo de su último disco, Turner no se sacó las gafas de sol ni apenas dijo "hola" al respetable en un concierto largo y trabajado en el que sonaron como unos clásicos por mucho que ahora se haya puesto de moda ponerlos a caldo. Queda por ver si este último disco será una rareza o marca un nuevo camino.
Finalizado el concierto de los Monkeys, arrancaba ASAP Rocky en un show plagado de fans que lo aclamaban como a un ídolo. En pleno furor, el rapero neoyorquino sudó la camiseta en un escenario con atrezzo y visuales surrealistas, para desgranar sus mejores canciones en esa suerte de paranoia contemporánea que parece proponernos el rapero con su trabajo. De temas como LSD, que sonaron con inmensa fuerza, a otros como Everyday, en el que sale su lado más crooner, era un espectáculo ver a Rocky correr de un lado a otro del escenario como si le fuera la vida en ello. Mezcla de épica y autoparodia, el rapero acabó en lo más alto.
Para acabar, los estadounidenses Deerhunter ofrecieron un concierto sensacional en plena madrugada. Más concentrado que nunca, su líder Bradford Cox hizo maravillas con su guitarra eléctrica creando esos paisajes rockeros que son como zanjas en el abismo de la existencia.
@juansarda