Angélica Liddell. Foto: El Mundo
Resulta coherente que Angélica Liddell (Figueras, 1966) no respondiera al teléfono durante todo el día tras ser galardonada con el Premio Nacional de Literatura Dramática por su obra La casa de la fuerza, instalada como vive en el lado más radical de la vida. "Soy una sociópata bajo control", señaló la dramaturga, directora y actriz en su última entrevista con El Cultural, en la que también se justificaba por la imagen de mujer dura, descreída y punk que se ha forjado con cada una de sus obras: "Siempre corresponde la apariencia con lo que uno lleva por dentro. Yo intento trabajar con mi peor parte, con la que se queda sola en casa, pasa malas noches, piensa cosas oscuras".En efecto, desde sus comienzos en los años 80, Liddell, licenciada en Psicología y Arte Dramático y una de las autoras más destacadas de su generación, ha trazado una obra que ha ido eludiendo la belleza y el optimismo y se ha centrado en la oscuridad, esa parte en las sombras con la que ella ha nacido, como lo hicimos todos. "Creo que es una mezcla de cuadro clínico, genética y una tendencia a ver lo mezquino", confesaba en otra entrevista en este medio. Ganadora de la segunda edición del Premio Valle Inclán de Teatro, otorgado por El Cultural, la autora siempre ha reconocido tener una una inclinación natural a hablar "de la parte podrida de las cosas" y ha trazado una curiosa lectura del éxito profesional que le ha venido acompañando y del fracaso de la vida del que, a su vez, se nutre para escribir:
"En Aviñón La casa de la fuerza tenía una media de diez a quince minutos de aplausos, lo que fue emocionante para las 25 personas del equipo. Pero cuando vuelves a casa y cierras la puerta, y tu vida la sientes como una mierda, los quince minutos no te sirven. Esa situación me estalló en las manos, no sabía cómo manejar aquella acogida. A la vuelta de Aviñón me encerré en casa, era agosto y estuve sin salir, con las persianas cerradas y no entendía cómo aquel desgarro con el que yo había construido La casa de la fuerza estaba produciendo aquella movida. Ahora empiezo a manejar ese fracaso de la vida personal y el éxito profesional. Vivo en una especie de burbuja pero cuando no trabajo, no sé cómo manejar mis sentimientos, mis relaciones".
Tal vez por esta visión del triunfo, no ha habido declaraciones de Liddell agradeciendo el Premio que le ha concedido el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, dotado con 20.000 euros. Es uno más en una trayectoria en la que ha merecido, entre otros, el Premio de Dramaturgia Innovadora Casa de América por Nubila Wahlheim; el Premio SGAE de Teatro 2004 por Mi relación con la comida; el Premio Ojo Crítico Segundo Milenio 2005 en reconocimiento de su trayectoria; Premio Notodo del Público al Mejor Espectáculo 2007 por Perro muerto en tintorería: los fuertes y el Accésit del Premio Lope de Vega 2007 por Belgrado; además del señalado Premio Valle-Inclán 2008, del que admitió, un año después de recibirlo: "Salvo por la pasta ha sido un lastre. Estoy harta de dar explicaciones". No obstante, al recogerlo reconoció que ya era hora de que premiaran a los que venían "del subsuelo".
Es cierto, la obra de Liddell fue emergiendo de los ámbitos más marginales del teatro, de los que eluden todo convencionalismo, de los que beben de la violencia, el poder, la locura y los mitos, antes de hacerse con todos estos premios. Y, de hecho, con estos atributos ha ido mereciéndolos. En este campo se mueven sus piezas La falsa suicida (2000), El matrimonio Palavrakis (2001), Once upon a time in west Asphixia (2002), Hysteria Passio (2003), Y los peces salieron a combatir contra los hombres (2003), Y cómo no se pudrió Blancanieves (2005), El año de Ricardo (2005), Boxeo para células y planetas (2006), Perro muerto en tintorería: los fuertes (2007), La desobediencia (2008), Anfaegtelse (2008) y la premiada con el Nacional de Literatura Dramática La casa de la fuerza (2009).
Luis María Anson, uno de sus mayores valedores desde hace años, también en las páginas de El Cultural, dijo de esta obra: "Angélica Liddell ha escrito La casa de la fuerza para asesinar a Dios, lo que no consiguió Nietzsche, ni Artaud ni Brecht ni Beckett ni Hülderlin. Para asesinar al Dios que preside la atrocidad del mundo de los dictadores, desde Stalin a Pinochet, de los demócratas pavos que consienten la guerra terrible, la miseria ensordecedora, el hambre sin paliativos, la crueldad con la mujer, la humillación del débil, el machismo insondable".
El jurado ha estado compuesto por: Soledad Puértolas, propuesta por la Real Academia Española; Euloxio Rodríguez, por la Real Academia Gallega; Patri Urkizu, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Margarida Casacuberta, por el Instituto de Estudios Catalanes; Antonia Rodríguez, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Emilio Pascual, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Mª Teresa Pascual, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Miguel Ángel Arconada, por el Centro de Estudios de Género; Luis María Anson, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte. Ha actuado como presidenta la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro, Teresa Lizaranzu, y como vicepresidenta la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández.