Educación para la ciudadanía
Esto no es teatro, sino una clase de "educación para la ciudadanía". Tantos autores jóvenes sin un escenario que llevarse a sus textos y viene esta cosa de Roger Bernat a la Francisco Nieva. Ignoro si es culpa de Gerardo Vera o de su sucesor Ernesto Caballero. A cada espectador se le entrega un mando a distancia con el cual debe responder, con un sí o un no, a preguntas que aparecen en una pantalla. Se crea un espejismo de democracia y el proceso acaba en lo que tenía que acabar: en la designación de un presidente de sala que impone su dictadura pasándose la opinión de los demás por el forro. No entro en la filosofía política de las preguntas; pudiera ser un sutil y maquiavélico juego político encaminado a demostrar la perversión de la democracia mediante la exhibición de sus taras.
Ahí pudiéramos estar de acuerdo, incluso en el pucherazo; algunos, que no nos sumamos a la desbandada, votábamos a la contra y en la pantalla se reflejaba una rara unanimidad. En una segunda parte del juego se invita a debatir al público entre sí; pero el español no es dado al debate y excluye, incluso de malas maneras, el voto consensuado. Pudo organizarse el cirio cuando se propuso que a "los excombatientes de Eta" se les pensionara para la reinserción; o cuando se cuestionó el privilegio de los hombres para mear de pie, mientras las mujeres, si no son unas guarras, mean sentadas o en cuclillas en el campo; o cuando un avispado sugirió que a preguntas estúpidas lo mejor es el silencio. Lo único claro: los españoles son republicanos y el Borbón nos la suda: ácratas y fornicadores. Para colmo, el imbécil del presidente elegido prohíbe que nieve en escena, que era lo más bonito de esta cosa, lo único que podía llamarse teatro.