Una consulta de psicología, un tipo serio sentado y hablando sobre su infancia mientras de fondo suena la inconfundible música introductoria de Los Soprano. Sin duda, el escenario nos resulta familiar pero en el sillón no está Tony Soprano.
En su lugar está sentado su creador David Chase, artífice de la serie que supuso el big bang de la calidad dramática en la pequeña pantalla y también el kilómetro cero de las nuevas ficciones que ahora mismo superpueblan las plataformas de televisión.
La primera serie que a través de sus 86 episodios retrató en profundidad la maldad sin límites del ser humano consiguiendo que los espectadores desarollásemos un singular cariño a unos protagonistas mafiosos y deleznables, a los que en la vida real nos gustaría mantener lo más lejos posible.
Así comienza el documental, Wise Guy: David Chase and The Sopranos (HBO Max), disponible a partir del 8 de Septiembre y estructurado en dos episodios dirigidos por el director de documentales Alex Gibney (Citizen K, Dirty Money) que con motivo del 25 aniversario de su estreno repasa de manera detallada el éxito de la serie que lo cambió todo a través de una entrevista en profundidad con su creador, David Chase, en clave de terapia psicológica, recreando las visitas de Tony Soprano a la consulta de la Doctora Melfi (interpretada por una genial Lorraine Bracco) cuando iba a confesar los conflictos de su terrible existencia.
La televisión del 'pasado' consistía principalmente en mantener feliz y seguro al espectador en sus hogares donde los malos terminaban en la cárcel y todo parecía estar bajo control, pero gracias a la reformulación que llegaría con Los Soprano se produciría el efecto contrario redefiniendo la experiencia de ficción en la pequeña pantalla y aportando un nuevo mundo de calidad dramática que llegaría a obtener veintiún Premios Emmy y cinco Globos de Oro a lo largo de sus seis temporadas.
Woke Up This Morning
Cuenta David Chase que siempre quiso dirigir películas y mostrar en ellas su pasión por el cine de gangsters, así como su experiencia vital de origen italoamericano en una ciudad de New Jersey donde inevitablemente se acabó convirtiendo en un rebelde pandillero, mientras lidiaba con las consecuencias emocionales producidas por su disfuncional y a veces violenta familia.
De tal manera que, después de graduarse en la Universidad de Nueva York en 1968, Chase se casó con Denise Kelly mudándose rápidamente a California –principalmente debido a la locura y el histrionismo de su madre-, donde comenzaría a trabajar en productoras de películas de bajo presupuesto colaborando principalmente como guionista.
Con el paso de los años David se haría un lugar en la industria de la televisión como editor de guiones de la serie Kolchak: The Night Stalker y luego asumiendo la producción de ficciones como la legendaria Doctor en Alaska y The Rockford Files mientras por su cabeza rondaba una historia que le tenía completamente obsesionado.
La gente que le rodeaba, especialmente su mujer, le decía constantemente que "tenía que escribir algo sobre la relación de amor-odio-castradora que tenía con su madre", así que decidió ponerse manos a la obra y escribir una película sobre un mafioso que, después de unos terribles ataques de pánico, decide ir al psicólogo para intentar liberarse de su ansiedad.
Un filme que en principio sería protagonizada por Robert de Niro y Anne Bancroft, pero que ante sus tremendas posibilidades de desarrollo acabaría convirtiéndose en el episodio piloto de una serie.
Un proyecto que posteriormente fue mostrado a las principales cadenas de televisión, pero que fue rechazado por todas y cada una de ellas hasta que finalmente dieron con una cadena por cable que estaba en sus comienzos y que mostraba cierto interés en apostar por ficciones autorales diferentes llamada HBO. "Sobre todo nos gustó que era un tipo del mundo del espectáculo que no escribía como el resto de los escritores del mundillo", confiesa uno de los directivos de la cadena en un momento del documental.
Dinero, muerte y demasiados árboles
Su creador, David Chase, utilizó para su proyecto la máxima de Tarantino: "Hazlo tan personal que hasta te de vergüenza escribirlo". Y eso fue exactamente lo que hizo el showrunner, retratando su relación madre-hijo y llevándola al límite a través de una historia violenta que transcurría en lugares carismáticos de New Jersey y que relocalizaba a unos personajes mafiosos entre las urbanizaciones burguesas del extrarradio, alejándolos por tanto de las zonas habituales de New York en este tipo de historias.
De hecho, el mismo Martin Scorsese no se declararía muy fan al principio de la serie, aludiendo a que había "demasiados árboles" para tratarse de una historia sobre gangsters.
El episodio piloto finalmente fue escrito y dirigido íntegramente por David Chase: "No tenía muy claro qué era lo que estaba haciendo, pero lo que si sabía es que iba a tratar sobre dinero y muerte", relata el showrunner en un momento del documental.
La consigna para rodarlo era clara: romper las habituales y restrictivas reglas televisivas mientras visualmente se invocaba al legendario mundo del hampa, retratado anteriormente por Coppola, Scorsese, y el Polanski de Chinatown.
El resultado del magnífico primer episodio fue extrañamente oscuro y violento, pero también humano y costumbrista, algo totalmente inédito en términos de calidad televisiva que, sin embargo –y pese a su entusiasmo inicial-, la cadena HBO tardaría 10 meses en dar luz verde al proyecto completo.
Y es que no resultaba nada fácil otorgar confianza y unos cuantos millones de dólares para crear algo durante los próximos dos años que ni siquiera sabían si iba a funcionar, pero afortunadamente al final tuvieron que rendirse ante la evidencia de una historia que latía muy profundamente en el corazón y en el alma de su creador. En el verano de 1998 se rodó la primera temporada y el resto ya es historia de televisión.
La gran familia
La ansiedad por saber cómo sería recibida Los Soprano se disiparía inmediatamente después de la emisión de los primeros capítulos a comienzos de 1999. El éxito fue absoluto, el público estaba encantado y las críticas en los medios fueron tan unánimemente buenas que hasta tuvo su propia parodia en sketches del programa Saturday Night Live diciendo que en un par de años la serie sería tan vital para la humanidad que llegaría a sustituir al oxígeno.
El proyecto tan personal y casi dictatorial alumbrado por Chase –él siempre tenía la ultima palabra y todo debía pasar por su aprobación personal- marcaba una nueva era a través de un duro y obsesivo trabajo junto a grandes guionistas como Robin Green o Matthew Weiner que, a lo largo de los años, inevitablemente acabarían desesperándose en larguísimas jornadas de escritura y disputas en las que tenían que lidiar con el duro y despótico Chase temporada tras temporada. Trabajar con genios no suele ser una tarea fácil.
Por otro lado, los personajes habían calado de una manera muy fuerte en los espectadores, la particular familia formada por Tony, Carmela, Meadow y Anthony Jr. junto a los imprescindibles secundarios como Livia Soprano, Christopher Moltisanti, Corrado Junior Soprano, Adriana La Cerva, la psiquiatra Melfi o el consigliere Silvio Dante (interpretado por un genial Steve Van Zandt) se convertirían en iconos absolutos de la cultura popular norteamericana.
En este sentido, son muy interesantes los momentos que aporta el documental con las pruebas de casting de los actores, resultando algunas de ellas impagables y otras especialmente enternecedoras antes de que nada de esto existiera.
Pero por encima de todo brillaba la fuerza incontrolable y el carácter incendiario de un Tony Soprano encarnado magistralmente por un James Gandolfini que dotó de un componente inestable e hipersensible al maligno -a ratos humano y a ratos diabólico-, protagonista principal de Los Soprano y creando, de paso, uno de los personajes más icónicos y legendarios que jamás haya dado la pequeña pantalla.
Un personaje que le acompañaría de por vida y que, desgraciadamente, también le acabó afectando a nivel personal a lo largo de los años. Y es que encarnar el mal personificado durante tanto tiempo no tiene que ser tarea fácil.
El final filosófico
El éxito de la serie se prolongaría en sus siguientes temporadas, mientras no dejaba de aumentar en calidad visual y dramática, dejando para la posteridad capítulos legendarios como, entre otros: "Universidad" (Temporada 1, episodio 5), "Distorsiones" (Temporada 2, episodio 13) "Dos Tonys" (Temporada 5, episodio 1) y especialmente "Aparcamiento prolongado" (Temporada 5, episodio 12), que proporcionaría un tremendo impacto emocional en el espectador al ver como ejecutaban al personaje de Adriana la Cerva (uno de los más queridos) sin ningún tipo de piedad familiar.
Su trayectoria impecable llegaría a la sexta temporada final dividida en dos entregas y de paso marcando la tendencia definitiva para las season finale que copiarían posteriormente grandes series como Mad Men o Breaking Bad. Aunque lo que parecía más una decisión estética fue, en realidad, un movimiento rastrero de HBO para no certificar una séptima temporada en la que, por contrato, tendrían que haber subido el sueldo a todo el equipo.
Y evidentemente una serie que fue diferente tenía que tener un final poco convencional, algo que permaneciese en la memoria colectiva y que mantuviese un halo místico a lo largo de los años. Por eso David optó por hacer un "final filosófico", inspirado en ejemplos como la obra maestra de Kubrick 2001, Una Odisea en el espacio.
Para ello el creador y showrunner decidiría escribir y dirigir su controvertido último episodio, "Made In América", emitido en 2007, en el que en su escena final vemos a la familia Soprano cenar en un restaurante típico norteamericano mientras suena "Don’t Stop Believin" de Journey, retratándolos como una familia más en una escena que mezcla tensión y algo de tristeza melancólica por tener que despedirnos de esos personajes que nos acompañaron durante tanto tiempo y en el que da la impresión de que algo malo va a suceder. De repente un contundente corte a negro aparece con los créditos finales sin que sepamos que es lo que va a ocurrir a continuación.
Una decisión de final abierto que desplegaría la continuación de la historia en la cabeza de cada espectador donde cada uno imaginaría su versión de los hechos. Una terminación tan abrupta en la que hasta el mismísimo James Gandolfini cuando lo vio se levantó incrédulo del sillón exclamando: "Ya está?, Esto es? Así se va a quedar?" Ni su mismo protagonista pudo librarse de semejante efecto.
En definitiva, Wise Guy: David Chase and The Sopranos es una delicia de documental que satisfará a cualquier sopranista, que acaba dejando (con un estupendo guiño final incluido) un extraño regusto agridulce como la serie misma.