Amy Winehouse, fallecida de sobredosis etílica a los 27 años en su casa de Candem Town (Londres) en 2011 es una de las grandes cantantes y compositoras de todos los tiempos. Una artista única cuya impresionante voz de jazz parece albergar una sabiduría antigua, ancestral, como si fuera verdad lo que dicen los budistas de la reencarnación y en una mujer tan joven, tan aparentemente frágil, habitaran los espíritus, y demonios, de generaciones enteras.



Grabó solo dos discos, míticos, Frank (2003) y el ganador de cinco Grammy’s Back to black (2006), que es uno de los mejores álbumes de la historia de la música moderna. Con su característico cabello oscuro cardado en ese peinado imposible como de Marge Simpson, por desgracia en sus últimos años de vida se acabó imponiendo la imagen de una Winehouse muy debilitada por sus adicciones que apenas podía sostenerse en pie que su inmenso talento.



No ha tardado mucho Hollywood en dedicar una película a una de las máximas estrellas de este aún joven siglo XXI. Dirigida por Sam Taylor-Wood (Cincuenta sombras de Gray) en todo momento se nota la devoción de la cineasta por el personaje. Interpretada de manera brillante por Marisa Abela, en Black to black nada chirría pero todo resulta demasiado correcto y pulcro cuando precisamente se trata de retratar a una persona que destaca por lo contrario, por una emocionalidad sin freno y una capacidad extraordinaria para amar que es el verdadero centro de su talento.

Una outsider en Camden

La película arranca a principios de milenio en Candem Town, el barrio hípster de Londres. Winehouse es una adolescente inquieta a la que han echado del conservatorio de música por mala conducta y que nada contracorriente. En una zona dominada por el indie Pete Doherty y su sonado romance con Kate Moss, la joven cantante destaca por su amor al jazz y el soul.



Su música no está de moda pero sus canciones son tan buenas que rápidamente llaman la atención de Simon Fuller, el manager de las Spice Girls, que logra convertir su álbum Frank en un gran éxito en Gran Bretaña aunque se queda lejos del número uno de las listas.



Winehouse es rebelde pero de costumbres moderadas, fuma mucha marihuana pero no drogas más duras y mantiene más o menos a raya el alcohol. Como profesional es turbulenta y como "famosa" es una calamidad, llega tarde a las grabaciones y se niega a seguir el juego de Fuller, que quiere convertirla en un producto perfectamente fabricado y ensamblado. De familia judía, quiere mucho a su abuela y tiene una relación más compleja con su dominante padre, que también ve en ella una mina de oro.



Todo se tuerce cuando aparece en escena el catastrófico Blake (Jack O’Connell), un tipo sin oficio ni beneficio que se pasa la vida en los billares metiéndose rayas de cocaína. Suele suceder, la vida es tremendamente injusta, que personas de mucho valor caigan rendidas por seres que valen mil veces, o un millón, menos.



En este caso, la cantante se enamora de un verdadero idiota y comienza su descenso a los infiernos. Todo ello, empujado por la fiereza de una prensa amarilla, que en Inglaterra es casi criminal, que no la deja en paz ni a sol ni a sombra y se forra  de manera escandalosa con su descalabro personal. 

Una versión edulcorada

Es muy posible que el tono light y por momentos superficial con el que Taylor-Wood cuenta esta historia tenga que ver con los derechos musicales de la artista. Lógicamente, un biopic de Winehouse no tiene sentido sin sus canciones, que son al fin y al cabo el gran gancho del asunto. Eso da a los dueños de esos derechos, sus padres, un gran poder que se deja notar en la forma en que la película suaviza la influencia, sin duda maligna, del padre, que aquí parece un zote sin sustancia pero como vemos en el documental Amy (la chica detrás del nombre), rodado por Asif Kapadia en 2015 era mucho más oscuro y tuvo un efecto más pernicioso en la artista de lo que aquí vemos.



Narrada con tono “telefilmero”, Back to black se deja ver sin devoción pero sin perder el interés. Tanto Winehouse como su trayectoria resultan interesantes pero el filme se equivoca al plantear la relación entre la cantante y Blake de una manera plana (él es un villano sin matices que solo la quiere por su dinero).
Y sobre todo al no profundizar en el conflicto esencial que marca su vida, o sea, el doloroso y trágico contraste entre una sensibilidad e inteligencia puras, absolutas, y un mundo despiadado que al mismo tiempo que celebra, y agradece bendecido que haya mostrado su vulnerabilidad en su estado más puro, se abalanza sobre ella para destrozarla.
Winehouse nos recuerda que la verdadera belleza existe y eso, nos engrandece pero también duele porque nos confronta a nuestras carencias, miserias e hipocresías, como seres humanos y como sociedad.