La leyenda de Ken Loach (Nuneaton, 1936) como buque insignia del cine social británico comenzó a forjarse en 1966, cuando en el marco de su trabajo para la BBC dirigió Cathy Come Home, un docudrama sobre una pareja que perdía su vivienda y debía afrontar una vida de desempleo y pobreza. El telefilme, que formó parte de la antología que la BBC emitió bajo el sello Wednesday Play, provocó tal revuelo que impulsó la creación de la entidad benéfica Charity, que hasta el día de hoy ofrece ayuda a personas sin hogar en el Reino Unido.



Así tomó forma el principio de denuncia y acción que ha marcado la prolongada y fértil trayectoria del director de Kes (1969), aquel maravilloso drama en el que un niño enseñaba a volar a un halcón. En cualquier caso, la imagen de Loach como un cineasta prolífico –desde principios de la década de 1990, ha estrenado casi una película por año– tiene poco que ver con su intermitente actividad en los años 70 y 80, marcada por algunas polémicas sonadas, como la censura que sufrió, a manos de la cadena Channel 4, la serie documental Questions of Leadership (1983/4), en la que miembros de diferentes sindicatos ofrecían una perspectiva crítica de sus líderes.



Pese a todo, las presiones políticas no amilanaron a Loach, que inició su periodo fílmico más fructífero y glorioso con el vibrante thriller político Agenda oculta (1990), que abordaba el conflicto político de Irlanda del Norte y que recibió el Premio del Jurado del Festival de Cannes, antesala de las Palmas de Oro logradas por El viento que agita la cebada (2006) y Yo, Daniel Blake (2016), dos obras que perfilan las principales sendas creativas del octogenario cineasta.

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Por un lado, está su estudio de la Historia, centrado en la experiencia íntima de los perdedores y los olvidados. En esta corriente, figuran títulos como Tierra y libertad (1995), sobre las disputas en el bando republicano durante la Guerra Civil española; La canción de Carla (1996), sobre las tensiones entre la Contra y el gobierno sandinista en la Nicaragua de finales de la década de 1980, o Jimmy’s Hall (2014), un biopic del líder comunista irlandés James Gralton.



Aunque la columna vertebral del proyecto de Loach se sostiene sobre la crónica en presente de las ilusiones y penurias de la clase trabajadora británica. Un gran mosaico obrero y popular que se revistió de humor y amor en Riff-Raff (1991) y Buscando a Eric (2009), que mostró su cara más sórdida en Ladybird, Ladybird (1994) y En un mundo libre (2007), y que exhibió su vertiente más didáctica en Mi nombre es Joe (1998) y La cuadrilla (2001). Cuando se piensa en el realismo social británico, las preferencias de los cinéfilos pueden debatirse entre el cine de Karel Reisz, Tony Richardson o Mike Leigh, pero el nombre que sobresale por su popularidad y perseverancia es sin duda el de Ken Loach.