Gloria en un día (1933), de Lowell Sherman
Tras licenciarse en Historia y Filosofía en la Bryn Mawr College de Pensilvania y desarrollar una carrera sobre las tablas a la que le costó despegar pero que alcanzaría un importante éxito con The Warrior’s Husband en Broadway, Katharine Hepburn llegó a Hollywood con 25 años para protagonizar junto a John Barrymore Doble sacrificio (1932).
Su trabajo impresionó al director George Cuckor, con el que acabaría rodando diez películas, que aseguró que estaba ante “una extraña criatura que no se parecía a nadie que hubiera oído jamás”. También conquistó a David O. Selznick, que le hizo un contrato de varias películas para la RKO.
Con su tercer trabajo para la compañía, el de Eva Lovelace en Gloria de un día, la actriz se sitúo en la primera fila de las estrellas de Hollywood: se hizo con el Óscar a la mejor actriz. La película, en la que Hepburn comparte cartel con Douglas Fairbanks Jr. y Adolphe Menjou, sigue a una joven actriz que consigue un pequeño papel en una obra de Broadway y que tendrá que sustituir a la protagonista.
Una romántica historia de amor que nos muestra lo que hay detrás de las bambalinas y en la que Hepburn enseña por primera vez sus maneras poco convencionales y algo masculinas, con esa inconfundible voz grave, cargada de confianza en sí misma, y demostrando su talento para la comedia.
Las cuatro hermanitas (1933), de George Cukor
El mismo año que conquistaba el Óscar por Gloria de un día, Katharine Hepburn se hizo con el premio a la mejor actriz en el Festival de Venecia por Las cuatro hermanitas, que se convirtió en un enorme éxito de taquilla. La adaptación de George Cukor de la célebre novela de Louisa May Alcott era una de las producciones que la actriz recordaba con más cariño.
“Desafío a cualquiera a que sea tan buena Jo como lo fui yo”, llegó a retar Hepburn. Winona Ryder, Maya Hawke o Saoirse Ronan recogieron el guante lanzado por la actriz en posteriores versiones, pero ninguna de ellas alcanzó el encanto que destila Hepburn.
La gran aventura de Silvia (1935), de George Cukor
Tras fracasar en taquilla con películas como Mística y rebelde (John Crowmwell, 1934) o Corazones rotos (Philip Moeller, 1935), Katharine Hepburn regresó a la senda del éxito con Sueños de juventud (George Stevens, 1935). Esto le dio libertad para elegir su siguiente proyecto y la actriz se decantó por La gran aventura de Silvia, de nuevo a las órdenes de Cukor.
En el filme potenciaba su lado andrógino al interpretar a Sylvia Scarlett, la hija de un empresario con negocios turbios que huye de Marsella a Inglaterra con una importante suma de dinero escondido, con el pelo corto y disfrazada de hombre. En el barco en el que viaja conoce a Jimmy (al que da vida Cary Grant, en la primera de las varias películas en las que coincidieron), un pillo con el que se asocia para realizar timos y estafas.
La película fue un fracaso comercial, lastrada quizá por el travestismo de la actriz, pero hoy todavia funciona como irresistible comedia romántica.
La fiera de mi niña (1938), de Howard Hawks
La última película de Katharine Hepburn para la RKO fue esta alocada comedia de Howard Hawks en la que volvía a compartir pantalla con Cary Grant. Y fue la última porque la actriz atravesaba un mal momento de popularidad, lastrada por su actitud grosera con la prensa y por su provocadora y masculina manera de vestir, lo que hizo que la major la considerara veneno para la taquilla y le empezara a proponer proyectos sin enjundia, lo que hizo que Hepburn comprara su libertad.
La fiera de mi niña fue un nuevo fracaso en taquilla, pero la película fue ganando prestigio con el paso de los años, hasta convertirse en todo un clásico de la comedia. La película sigue a David Huxley, un paleontólogo tímido y despistado que está a punto de casarse con su anodina secretaria. En un partido de golf con el abogado de una solterona millonaria, potencial mecenas del museo para el que trabaja, Huxley conoce a Susan Vance (Katharine Hepburn), una joven adinerada y caprichosa que se enamora de él y trata de impedir que se case.
La actriz muestra una deslumbrante energía cómica en un filme con gags hilarantes que se suceden a ritmo vertiginoso, convirtiéndose en uno de los grandes ejemplos de screwball-comedy.
Historias de Filadelfia (1940), de George Cukor
La película que reconcilió al público con Katharine Hepburn y que la convirtió definitivamente en una leyenda de Hollywood. Adaptación de la obra de teatro de Philip Barry, la actriz venía de interpretarla -el autor había escrito la protagonista para ella- en una larga gira con gran éxito.
Su amigo Howard Hughes compró los derechos de adaptación de la obra y se los cedió a la actriz con la idea de que podría servir para reflotar su carrera cinematográfica. Posteriormente, Hepburn le vendió los derechos a Louis B. Mayer, de MGM, a cambio de un gran poder de decisión en la producción.
Hepburn reclutó a Cukor para la dirección y, tras la imposibilidad de contar con Clark Gable y Spencer Tracy, fichó a Cary Grant para el papel del exmarido de la protagonista, CK Dexter Haven, y a James Stewart para el del reportero Mike Connor. Una ingeniosa comedia romántica que arremete contra la prensa rosa, los nuevos ricos y las convenciones sociales.
La mujer del año (1942), de George Stevens
Tras el enorme éxito de Historias de Filadelfia, Hepburn volvió a liderar la producción de su siguiente película, La mujer del año, la primera en la que comparte pantalla con Spencer Tracy, con el que mantuvo una relación sentimental secreta -Tracy estaba casado- hasta la muerte del actor 26 años después.
La trama de la película trata sobre la relación entre Tess Harding, una corresponsal de asuntos internacionales, elegida "Mujer del año" y Sam Craig, un escritor deportivo, que, tras mantener una disputa desde las páginas de sus respectivos periódicos, se enamoran, se casan y lidian con los problemas que surgen a partir de su inquebrantable compromiso.
Otra excelsa comedia romántica en la que el personaje de Hepburn se vuelve a calzar los pantalones de la relación y por la que recibió su cuarta nominación al Óscar, tras las de Gloria en un día, Sueños de juventud e Historias de Filadelfia.
La costilla de Adán (1949), de George Cukor
Los años 40 fueron de nuevo complicados para la actriz, principalmente por oponerse públicamente al creciente movimiento anticomunista en Hollywood, lo que provocó que el público más consevador volviera a mirarla con recelo.
Sin embargo, la química de la actriz con Tracy seguiría convocando multitudes en las salas y, tras coincidir en La llama sagrada (George Cukor, 1942), Sin amor (Harold S. Bucquet, 1945), Mar de hierba (Elia Kazan, 1947) y El estado de la unión (Frank Capra, 1948), llegaría otra legendaria batalla de sexos, en sintonía con La mujer del año, en La costilla de Adán. Una ingeniosa y sofisticada comedia en la que la apatía de Tracy y la estridencia de Hepburn elevan la historia de un idílico matrimonio de abogados que se enfrentan en un caso como defensor y fiscal.
La reina de África (1951), de John Huston
Obra maestra incontestable del cine, con la que Hepburn se estrenó en el Technicolor y en la que demostró que podía seguir logrando grandes éxitos sin la compañía de Tracy. La actriz interpreta a Rose Sayer, una remilgada misionera que se embarca en una travesía por un peligroso río con Charlie Allnut (Humphrey Bogart), el rudo capitán de una ruinosa embarcación, para escapar de las tropas alemanas durante la Primera Guerra Mundial.
La película puede ser entendida como una metáfora de la iniciación sexual hasta que se convierte, de hecho, en una iniciación sexual real cuando ambos personajes, en principio antagónicos, acaban enamorándose. Un filme donde la aventura y el romanticismo se alían como nunca gracias a la química de los actores.
El rodaje en el Congo Belga fue accidentado, con John Huston más interesado en cazar leones que en sentarse en la silla del director y con Hepburn enfermando de disentería. La actriz recibió su quinta nominación al Óscar y Bogart conseguiría alzar la estatuilla.
De repente, el último verano (1959), de Joseph L. Mankiewicz
A finales de los 50, Hepburn, que empezaba a encasillarse en papeles de solteronas que se involucran en una historia de amor -La reina de África, Locuras de verano (David Lean, 1955), El farsante (Joseph Anthony, 1956)-, afrontó el que sería uno de los pocos (por no decir el único) papeles de villana de toda su carrera cinematográfica.
En De repente, el último verano interpreta a la señora Venable, una rica viuda que ofrece al doctor Cukrowicz los fondos para crear un hospital a condición de que practique una lobotomía a su sobrina Catherine. La señora Venable se encuentra perturbada por la reciente muerte en Europa de su hijo Sebastian, con quien solía viajar todos los veranos, salvo el último, en el que Sebastian prefirió llevar como acompañante a su prima Catherine (Elizabeth Taylor).
Octava nominación al Óscar de la actriz, que tuvo duros enfrentamientos con el director Joseph L. Mankiewicz: se dice que todo acabó con un escupitajo de la actriz en dirección al cineasta. Quien quedó tremendamente satisfecho fue el autor de la obra en la que se basa el filme, Tennessee Williams. Escribió: “Kate hace que el diálogo suene mejor de lo que es por la incomparable claridad y belleza de su dicción y por una fineza de inteligencia y sensibilidad que ilumina cada matiz de las frases que pronuncia”.
Adivina quién viene esta noche (1967), de Stanley Kramer
Tras Larga jornada hacia la noche (Sidney Lumet, 1962), película de bajo presupuesto por la que recibió el premio a la mejor actriz en Cannes (y su novena nominación al Óscar) por interpretar a una adicta a la morfina, Hepburn se retiró durante una larga temporada para cuidar de la maltrecha salud de Spencer Tracy.
Ambos volverían en 1967 con Adivina quién viene esta noche, comedia de contenido social que abordaba la temática del matrimonio interracial. La actriz volvería a ganar el Óscar -alcanzaría las cuatro estatuillas con las posteriores El león en invierno (Anthony Harvey, 1968) y En el estanque dorado (Mark Rydell, 1981)- y el mayor éxito comercial de su carrera hasta la fecha. Sin embargo, el proyecto estuvo marcado por la enfermedad cardiaca de Tracy, que acabaría muriendo 17 días después de la finalización del rodaje. El filme pondría un broche dorado a la trayectoria de una de las parejas más chispeantes de la gran pantalla.