Se podría decir que para John Landis (Chicago, 1950) el cine y la vida son lo mismo, y en ambos casos son una fiesta. Por eso tuvo sentido que la charla que mantuvo con Álex de la Iglesia en la Academia de Cine se celebrara un viernes a las ocho de la tarde, una hora propicia para la evasión y el disfrute. Y eso proporcionó el cineasta estadounidense a una sala abarrotada y entregada, dispuesta a dejarse arrastrar por sus salidas ingeniosas, su encanto y sus irresistibles anécdotas.
Sobre las ocho de la tarde aparecía sobre el escenario Fernando Méndez-Leite, el presidente de la institución, para hacer una escueta presentación del invitado, ya que el “fantastique” y la comedia no son su mundo. “Yo vengo del área realista”, se disculpó. Y dio pasó a la entrada de Landis, con su habitual traje de funcionario, sus gafas redondas y esa barba canosa siempre arreglada, y de De la Iglesia, también de gala, con su camiseta de Batman.
Comenzó fuerte el director español asegurando que Landis es “una de las personas más influyentes en el mundo audiovisual”. Más tarde, añadió que tiene las tres mejores películas de tres géneros completamente distintos: Desmadre a la americana (1978), en la comedia; Granujas a todo ritmo (1980), en el musical, y Un hombre lobo americano en Londres (1981), en el terror. Le hizo además responsable de la leyenda de humoristas como John Belushi, Dan Aykroyd y Eddie Murphy, que protagonizaron algunos de sus filmes, e incluso le puso detrás del éxito “brutal” de Michael Jackson al haber dirigido el videoclip de Thriller. “Creo que voy a venir por aquí más a menudo”, respondía divertido Landis.
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“Es curioso porque en EE.UU. siempre he sido una especie de pringado”, continuaba Landis. “Los críticos me aborrecen. Odiaron Desmadre a la americana y Granujas a todo ritmo. Quizá les gusto algo más Entre pillos anda el juego (1983), pero destrozaron Un hombre lobo americano en Londres. En cambio, siempre que vengo a Inglaterra, a España o a Italia, me llaman “maestro” y me tratan como a un genio. Al final te das cuenta de que todo gira en torno a las películas, que es algo muy subjetivo”.
De la Iglesia volvió al ataque y afirmó que había roto con ese lugar común “tan triste” de que es mejor sugerir que mostrar, porque en realidad “mostrar es el oficio del cineasta”. Se refiere, claro, a la escena clave de Un hombre lobo americano en Londres en la que, por primera vez, se mostraba la terrorífica transformación de un hombre en licántropo con todo lujo de detalles. Aunque muchas veces dicho logro se le ha asociado al especialista en efectos Rick Baker, el director de El día de la bestia aseguraba que “John Landis es Rick Baker” porque es él el que decide poner eso en el filme. “Creo que la mujer de Rick no estaría de acuerdo”, contestaba Landis.
Pero, ¿es mejor mostrar que sugerir? “No hay reglas”, respondía el director de Tres amigos (1986). “Depende del momento, de lo que estás construyendo y del tono. Lo más importante para mí en una película de terror es lo mismo que en cualquier película: que al público le importen los personajes. Pero es cierto que a veces es mejor mostrar”. Y recordó cuando asistió entusiasmado a la proyección de La cosa (1982), de John Carpenter. Sus aplausos al final del filme fueron interrumpidos por un abucheo general.
“El publico odió la película y la crítica se cagó en ella precisamente por mostrar al alien mutando y transformándose, pero eso era lo mejor”. Rememoró la caótica escena en la que uno de los personajes pierde literalmente la cabeza y de ella empiezan a brotar patas de araña. “Es lo más grotesco, extraño y asqueroso que puedes ver en una película. Entonces, uno de los protagonistas lo ve y exclama: “¿Me estás tomando el puto pelo?”. Es la línea de diálogo perfecta porque es exactamente lo que está pensando el público y si John no hubiese mostrado la cabeza, no existiría”.
Pero también ensalzó una película como La casa encantada (1963), de Robert Wise, “en la que no ves nada y es muy buena”, y al productor de cine de terror de los años 40 Val Lawton. “Él inventó en La mujer pantera lo que algunos llaman el falso susto”. Se refiere a la secuencia inicial en la que una mujer siente que la están siguiendo y, tras una agobiante escalada de tensión, un fuerte chirrido provoca un enorme susto al público, pero no es más que los frenos de un autobús.
En el recorrido por la filmografía de Landis, De la Iglesia afirmó que Cuando llega la noche (1985) era su película más hitchcockiana y Landis aprovechó para hablar de su relación con el maestro del suspense. “Los dos trabajábamos en Universal y a veces comíamos juntos en su oficina. Él veía absolutamente todas las películas que se estrenaban, ya fueran de Hollywood, europeas o asiáticas. Recuerdo que cuando se estrenó Vestida para matar (1980) de Brian de Palma, en la publicidad ponía que era una película hitchcockiana, y a él le parecía fatal que no le pagaran por utilizar su nombre. Cuando vio la película, pensó que le estaban robando las ideas. Yo le dije que era más bien un homenaje y él respondió: ¿quieres decir un ‘fraudenaje’?”.
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Después de Cuando llega la noche, que fue el primer fracaso económico de Landis a pesar de las buenas críticas, el director regresó una y otra vez a la comedia. ¿Fue decisión propia o fue la industria la que le marcó el camino? “La industria no regala el dinero a ningún director, no son los Médicis patrocinando el arte”, asegura Landis. “Si haces una comedia muy exitosa, quieren que hagas otra. Nos encasillan como a los actores. Si eres un cineasta que sabe crear una narrativa por la yuxtaposición de imágenes, creo que puedes hacer cualquier tipo de género. Es exactamente el mismo trabajo”.
También hubo reflexiones sobre el contenido político de sus películas. “Godard era un incordio, pero tenía razón: todas las películas son políticas”, explicaba Landis, cuestionado por De la Iglesia. “De hecho, todo es político, desde la manera de vestir hasta lo que comemos, sea o no consciente. Lo que nunca intento es forzar el mensaje en mis películas. A veces se producen casualidades interesantes. En Desmadre a la americana hicimos una parodia del final de American Graffiti (George Lucas, 1973), en la que unos créditos nos informan de lo que depara el futuro a los protagonistas. Nosotros hicimos lo mismo, y Pluto, el alocado y grosero personaje de Joe Belushi, acababa como senador. Si miras ahora Washington D. C. te sorprende la precisión del vaticinio”.
También recordó una entrevista que le hicieron junto a John Carpenter y David Cronenberg a principios de los 80. “El entrevistador le preguntó a John Carpenter porque todas las chicas que tenían sexo o enseñaban los pechos acababan asesinadas en Halloween (1978). Fue muy divertido porque a John le mutó el semblante a una mueca de puro pánico: no se había dado cuenta de esto, y él no era ningún misógino ni nada de eso. Afortunadamente Cronenberg le echó una mano y aseguró que cuando estudiaba en Ontario todas las chicas que enseñaban los pechos acababan asesinadas, y yo dije que en Los Ángeles ocurría lo mismo. Ahí puedes ver la política llegando a algún sitio”.
Por último, hizo una interesante reflexión sobre el humor. “Si escucháis a un inglés haciendo una broma sobre los españoles, diciendo que son estúpidos y feos, seguramente os ofendáis. Pero si la hace Santiago Segura, seguramente os resulte divertida. Pero el problema nunca es de la broma, y eso es algo que le cuesta entender a la gente. Es el entendimiento por parte de la audiencia de quién está contando la broma, y eso a veces funciona a nivel del subconsciente”.