Durante los siglos XIX y XX, proliferó en Inglaterra la revisión del mito pagano del hombre verde. Este rostro masculino rodeado o conformado por hojas asomó en relatos, grabados, vidrieras, tallas y ornamentos. La deidad de la primavera se erigió en motivo decorativo tanto en iglesias y abadías como en arquitectura victoriana secular, y proliferaron los pubs llamados con su nombre.
Paradójicamente, el novelista y director Alex Garland (Londres, 1970) no reparó en su ubicuidad hasta que un amigo se lo señaló en una conversación. A partir de entonces, empezó a advertirlo en todas partes: “Lo viví con la sensación de haber estado siempre rodeado por algo en lo que jamás me había fijado. Y esa revelación lo convirtió en una referencia apropiada para la trama de mi nueva película, Men, porque trata sobre una realidad que no percibimos a pesar de ser omnipresente”.
Tras adentrarnos en suspenses distópicos de un futuro inmediato sobre inteligencia artificial (Ex machina, 2014), presencias alienígenas (Aniquilación, 2018) y los límites éticos de la computación (la serie Devs, 2021), el más reciente renovador de la ciencia ficción cambia de tercio con una alegoría pastoral sobre la violencia de género.
Pregunta. La idea de Men le rondaba hace más de 15 años. ¿Qué opina de su definición en algunos medios como “una película de terror folk para la era del #MeToo”?
Respuesta. Crecí en una época en la que las películas de terror o de ciencia ficción se consideraban un tipo de cine cutre y barato. No me importa lo que digan, son tan solo etiquetas. Siempre arranco mis proyectos con una idea. En este caso, partí de una sensación de horror, y dentro del cine de género la vehiculé como una historia de fantasmas. Por otro lado, mi película le pone el foco a realidades muy antiguas. Los elementos que hoy denuncia el movimiento #MeToo se remontan a miles de años.
P. Escribió un primer borrador entre los guiones de Sunshine (Danny Boyle, 2007) y Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010). ¿Cómo ha cambiado el guion a lo largo de estos años?
R. Inicialmente, la atención estaba más centrada en el personaje del hombre verde, pero luego, a medida que fui avanzando en las diferentes versiones, pasó a un segundo plano. En las primeras tentativas, mi aproximación era más tradicional, le di el protagonismo a una criatura peligrosa y aterradora, pero con el tiempo me fue interesando más la idea de que el monstruo fuera un poco patético, así que lo reduje en presencia y en poder. He preferido crear un tipo extraño de tensión en una película de género al incorporar a un monstruo penoso, incluso ridículo.
P. También hay lobos malos y manzanas envenenadas. ¿Ha querido reivindicar los cuentos de hadas frente a la edulcoración de Disney?
R. Lo que plantea es interesante… Tengo 52 años, edad suficiente para recordar lo oscuros que eran antes los cuentos infantiles. Los libros con los que crecí eran los que leyeron mis padres. Algunas de esas historias me resultaron brutales, oscuras y extrañas. Su suavización ha incidido en la forma en la que las siguientes generaciones ven el mundo.
Lejos de la cartelera
P. Ha habido toda una nueva ola de cine de terror liderada por mujeres que aborda temores femeninos, con títulos como Titane (Julia Ducournau, 2021), Babadook (Jennifer Kent, 2014) y Una chica vuelve a casa sola de noche (Sheila Vand, 2014). ¿Es consciente?
R. Sí, pero no los conozco. No me malinterprete, no es que esté tratando de evitarlas, no es una cuestión política, sino que hace unos años tomé la decisión de no ver demasiadas películas, porque empecé a sentir que gran cantidad de la oferta cinematográfica era referencial, cine sobre cine. Muchos directores facturan películas que rinden tributo a las que les gustaban de adolescentes. De modo que decidí alejarme de la cartelera y tratar de poner en marcha proyectos sobre experiencias vividas u observadas.
P. Su filmografía, no obstante, es producto de un trabajo en equipo, porque siempre hace tándem con el director de fotografía Rob Hardy, el diseñador de producción Mark Digby y la escenógrafa Michelle Day...
R. Yo no llegué al cine desde las filas de la realización. Comencé como novelista. La diferencia entre un ámbito laboral y otro es que los libros los escribes en soledad, pero las películas son el producto del trabajo de un grupo de personas. Lo que me gusta del cine es la colaboración. Si le soy honesto, es la razón por la que lo prefiero a escribir libros. No sabe la cantidad de veces que me hacen responsable de un logro que es obra de Michelle Day. Así que le agradezco que los nombre.
P. Tengo entendido que eliminó una escena final de la película para permitir a los espectadores que sacaran sus propias conclusiones...
R. Me gusta desafiar a los espectadores. Siento que las películas son como una conversación. El cine es una iglesia muy amplia donde hay espacio para muchos tipos de proyectos, de filosofías y de enfoques. Hay sitio para películas que responden a todas las incógnitas que plantean y audiencias a las que solo les gustan las preguntas cómodas con respuestas cómodas. Hay personas que quieren participar del debate. Hago cine para un público que tiene un tipo de curiosidad que le conduce a lugares extraños. Filmo para personas que quieren estar en lugares incómodos.