Que levante la mano el que sepa localizar a Bután en un mapa. País famoso porque según una encuesta internacional es el “más feliz del mundo”, en el cruce de caminos entre la India, Bangladesh y China, en pleno Himalaya, su belleza es indiscutible. Sorprende, sin embargo, viendo esta preciosa Lunana: Un yak en la escuela, como no solo el alma humana se parece en todas partes, también la forma en que la globalización crea personajes y situaciones cada vez más parecidos en rincones remotos del mundo.
Dirigida por Pawo Choyning Dorji (Darjeeling, India, 1983), fotógrafo de diversas publicaciones internacionales antes que cineasta, la película cuenta la peripecia de Ugyen (Sherab Dorji), un joven de nuestro tiempo que vive en la capital de Bután y sueña con irse a Australia a triunfar como cantante. Pegado al móvil y urbanita de pro, se le cae el mundo encima cuando el Gobierno le manda a Lunana, una remota aldea en lo alto del Himalaya, a dar clases a los niños de la zona. Como en las mejores fábulas, el atolondrado hombre de ciudad descubrirá algunas verdades esenciales de la vida en el quinto pino del mundo.
Más allá de la Toscana
La historia del tipo de ciudad consumido por el estrés y la ambición que descubre los valores de la vida en el campo es un clásico del good feeling. En el caso del cine occidental, la Toscana y alrededores suele servir como catarsis de hombres y mujeres de media edad que sienten que han perdido la “conexión” con las esencias. Muchas de esas películas, cabe decir, son tópicas y aburridas y dan ganas de aplaudir viéndolas cuando la burguesa decoradora o el exitoso abogado entra en éxtasis haciendo aceite de oliva o plantando geranios.
En este caso, se trata de un chaval que a pesar de vivir en un país que puede parecernos tan remoto como Bután está plenamente integrado en una cultura global basada en el éxito y la celebridad. Una cierta candidez hace que el personaje nos resulte cercano y reconocible, gracias también a la interpretación de Dorji, sutil y matizada.
Lunana no solo tiene la virtud de mostrarnos unos paisajes bellísimos y muy poco transitados por el cine, también de contarnos una historia sencilla y hacerlo de manera sensible y hermosa. En esa pequeña aldea, descubrimos a unos tipos aislados pero no del todo desconectados de un mundo en el que cada vez quedan menos rincones ocultos. La realidad de la pobreza de unos pastores de yaks, con problemas de alcoholismo y marginación, pero también la dignidad de unos seres que se niegan a ser invisibles en un mundo que los olvida.