Imanol Uribe (San Salvador, 1950), uno de los grandes veteranos de nuestro cine, cronista de las heridas provocadas por el terrorismo de ETA en filmes como La fuga de Segovia (1981), La muerte de Mikel (1983), Días contados (1994) o Lejos del mar (2015), vuelve a indagar en ese terreno arenoso de la violencia política en Llegaron de noche. La película, estrenada en el Festival de Málaga, aborda el asesinato en 1989 del jesuita español Ignacio Ellacuría (Karra Elejalde) y de otras seis personas en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) a manos del ejército salvadoreño. Todo formaba parte de un ardid de la brutal dictadura militar para acusar del crimen a los guerrilleros del FMLN, y así poner en su contra a la comunidad internacional. Sin embargo, una humilde mujer, Lucía Barrera (Juana Acosta), había sido testigo accidental de los hechos y tuvo el valor de oponerse al relato oficial a pesar del riesgo que suponía para su propia vida.
Pregunta. Ha estado cinco años con este filme. ¿Qué siente al entregárselo al público?
Respuesta. Llegaron de noche prácticamente duplica el tiempo que he dedicado a cualquier otro trabajo. Ha sido una carrera de fondo y ahora que vislumbro la meta tengo una sensación ambivalente. Cuando presentas una película que acabas de terminar tienes todavía las heridas abiertas por todo lo que has sufrido y disfrutado haciéndola, pero este filme lo tengo que sacar ahora del baúl de los recuerdos, porque lo acabé hace algo más de un año. Eso sí, estoy más tranquilo, con la película más digerida.
“Siempre estoy abierto a chupar de lo que sucede, a improvisar
y a quitar lo que no me interese”
P. La historia le tocaba de cerca, ¿no?
R. Tengo unos antecedentes que influyeron. Nací en El Salvador, estudié en los jesuitas y llegué a conocer a Ellacuría. La matanza me impresionó y de alguna manera siempre ha resonado en mi cabeza. Pero el desencadenante de la película fue Noviembre, una novela de Jorge Galán que me puso tras la pista de Lucía y que me hizo pensar en abordar esta historia desde su punto de vista.
Contar la verdad
P. ¿Cómo investigó aquellos terribles hechos?
R. Viajé con el guionista Daniel Cebrián y con Jorge Galán a Los Ángeles para conocer a Lucía y fue muy impactante. Es una mujer con mucho poderío pese a su origen humilde. El hecho de presenciar accidentalmente la matanza de los jesuitas condicionó para siempre su vida. La tuvieron que sacar de El Salvador, a donde nunca ha vuelto, y, en EE.UU., la estuvo torturando psicológicamente el FBI. El verdadero valor de Lucía, más que esa simple mirada, fue que se empeñó en contar la verdad. Es un tema fantástico para estos tiempos de fake news y mentiras.
P. ¿Fue doloroso para ella recordar aquella historia?
R. Sí, aquellas sesiones que tenemos grabadas creo que fueron para ella una catarsis. Tuvimos largas charlas e iba sacando los recuerdos a borbotones. Cada poco se le llenaban los ojos de lágrimas y se le quebraba la voz.
P. Entrevistaron también a otro de los protagonistas, el padre Tojeira…
R. Él, aunque 20 años más joven, era el superior de los jesuitas asesinados y tuvo que lidiar con el crimen. Es un personaje muy potente, muy generoso en sus recuerdos. Durante aquellos días en El Salvador nos hospedamos en la UCA y eso nos ayudó también a reconstruir los hechos.
P. ¿Concuerdan los relatos de Tojeira y de Lucía?
R. Sí, coinciden totalmente, son unos recuerdos tan potentes que los tenían grabados a fuego. De hecho, no fue necesario inventar ninguna circunstancia dramática para el guion porque la historia en sí misma era muy rica. Los únicos cambios que hicimos consistieron en reunificar varias acciones de distintos jesuitas en el personaje de Tojeira y en cambiarle la edad a la hija de Lucía, que en realidad tenía tres años. En la película tiene año y medio porque es la hija del actor que encarna al marido de la protagonista, Juan Carlos Martínez, y eso nos facilitaba el rodaje.
P. ¿Qué tono quería que tuviera la película?
R. Desde un principio con Kalo Berridi, director de fotografía, y con Diego López, director de arte, hablamos de darle un tono de reportaje periodístico o de documental de época, pero es cierto que después la película va tomando sus propios derroteros.
P. ¿Siempre tuvo claro que había que recrear el asesinato en pantalla?
R. Durante la elaboración del guion a veces pensábamos que no hacía falta, pero siempre estoy abierto a chupar de lo que sucede, a improvisar lo que haga falta y a quitar lo que no me interese. En un momento dado, me di cuenta de que la película nos lo pedía. Es algo que navega por todo el filme y me parecía que era una buena manera de acabar. Además, hay documentación suficiente para que lo pudiéramos reconstruir tal como fue.
P. ¿Por qué acabaron con la vida de estos jesuitas?
R. Ellacuría era un personaje muy conocido que estaba en contra de la guerra y que actuaba por y para propiciar la paz. Lo que pasa que a algunos no les interesaba nada el fin del conflicto. El gobierno estadounidense financiaba al ejército salvadoreño con un dinero que acaba llegando a muchas manos. Para los militares estos hombres eran un incordio. Además, como predicaban la teología de la liberación, los tachaban de comunistas y tenían muchos enemigos. Por ejemplo, ni España ni el Vaticano actuaron de manera decente tras el asesinato. Lo curioso es que la matanza fue el principio del fin de la guerra.
Una industria polarizada
P. ¿Cómo ve un veterano el presente de la industria?
R. El tipo de películas que he ido haciendo a lo largo de mi carrera están desapareciendo. Me refiero a esos filmes de medio presupuesto en los que nos hemos movidos los cineastas de mi generación. Ahora la industria se ha polarizado entre las grandes producciones de las plataformas y películas independientes, casi marginales, que se hacen con poco dinero.
P. ¿Qué le parece el boom de producciones que hay sobre ETA en la actualidad?
R. Era de obligado cumplimiento que el cine, la literatura o el teatro empezaran a tratar con asiduidad un tema que ha marcado a varias generaciones. Por otro lado, me parece terrible que no se deje de hablar de ETA en el Congreso. La utilización de las víctimas por intereses espurios, sobre todo por parte del PP, me parece muy torticera