Kike Maíllo (Barcelona, 1975) navega con decisión por el cine de género, siempre a la búsqueda de cierta sofisticación en lo visual y en lo sonoro –a pesar de las estrecheces económicas de nuestra industria–, levantando una carrera que parece mirar más a Hollywood que al cine patrio o europeo, al igual que otros directores españoles de su generación como Alejandro Amenábar, J. A. Bayona o Rodrigo Cortés.
Con EVA (2011), una ópera prima por la que recibió el Goya a mejor director novel, Maíllo presentaba un filme de ciencia ficción con androides de factura impecable y hondura humanista en el que se notaba la influencia del Spielberg de Inteligencia Artificial (2001). En la vibrante y violenta Toro (2016), quizá el thriller español más osado de los últimos años, apuntaba al Scorsese más salvaje, e incluso al Jonathan Glazer de Sexy Beast (2000). Y, ahora, con el estreno de Cosmética del enemigo (en Filmin a partir de este viernes) nos encontramos frente a un trabajo psicológico que escenifica el duelo verbal entre dos personajes en el que podemos rastrear la huella de Hitchcock, Polanski, Lynch o Fincher.
Cosmética del enemigo adapta la obra homónima de la enfant terrible de las letras francófonas Amélie Nothomb. La película sigue a Jeremiasz Angust (Tomasz Kot), un exitoso arquitecto polaco que, tras ofrecer una conferencia en París, se dirige en taxi al aeropuerto para volver a casa. Durante el trayecto, decide recoger en un semáforo a Texel Textor (Athena Strates), una desvalida joven que va en la misma dirección, pero ambos acaban perdiendo sus respectivos vuelos. Poco después, vuelven a coincidir en la sala de espera VIP e inician una conversación que, a medida que avanza la película, se convierte en algo siniestro y criminal.
Debate dialéctico
“Mostramos una cara demasiado perfeccionada de nosotros mismos para ser aceptados en sociedad”, asegura Maíllo
“Lo que más nos empujó a ir tras los derechos de la novela e intentar desarrollarla fue el debate dialéctico, algo que si lo piensas es profundamente anti cinematográfico, en el que hay una contraposición evidente entre el posicionamiento políticamente correcto de Angust y la actitud tremendamente sociópata de Textor”, asegura Maíllo, que introdujo no pocas variaciones respecto a la obra original en un guion desarrollado junto a Cristina Clemente y Fernando Navarro. “En el libro la conversación se produce entre dos hombres y a nosotros nos apetecía que uno de los personajes mutase de género y fuera más joven para que el conflicto fuera más atractivo. Pero respetamos el tema del extraño que te atosiga y se mete en tu vida y la idea evidente del espacio cerrado y asfixiante en que se convierte el aeropuerto, que es el núcleo de la novela”.
Maíllo busca que el espectador entre en la película como si fuera un detective. Poco sabemos de ambos personajes cuando arrancan a hablar, pero en la conversación se dibuja el rastro de algo oculto y oscuro, un misterio que invita a rastrear las pistas que el director siembra en el diálogo y en la puesta en escena. “La película habla de los fantasmas del pasado, de cómo tratamos de huir espacialmente del dolor, de aquello que no hemos sabido aceptar, de nosotros mismos”, explica Maíllo. “Pero por mucha tierra que pongamos de por medio, el pasado y la culpa siempre vuelven. Podríamos decir que el reverso tenebroso de la memoria es el tema principal del filme. Pero también hablamos de la cada vez mayor exhibición que hacemos de nosotros, siempre mostrando una cara demasiado perfeccionada para ser aceptados en sociedad mientras traicionamos nuestra esencia”.
Lejos de ser una propuesta con cierto acartonamiento teatral, Cosmética del enemigo se desvía del presente ilustrando las historias de Textor, sin que seamos capaces en un principio de descifrar el motivo por el que se las cuenta a Angust, ni si son verdad o simplemente invenciones de una mente perturbada. Así, viajamos a otras localizaciones que acentúan el aspecto siniestro del filme, desde un barrio degradado en las afueras de Róterdam al cementerio parisino de Montmartre. “La idea era rebajar la densidad que se está creando en el presente, porque corríamos el riesgo de que llegara a ser monocorde o aburrida”, comenta el director. “Queríamos que fuera una película de cocción lenta y lo que hemos intentado en el montaje es alcanzar un equilibrio entre ir caminando y correr deprisa para llegar con suficiente gasolina al final de la película”.
Buena parte del éxito del filme se dirime en el apartado interpretativo. Además de la presencia de un clásico del cine francés como Dominique Pinon y de la española Marta Nieto en papeles secundarios, el peso del filme recae en el polaco Tomasz Kot y en la sudafricana Athena Strates. Él, conocido en España por su intenso y emotivo papel en Cold War (2018), la obra maestra de Pawel Pawlikowski. Ella, una talentosa joven con una prometedora carrera por delante a tenor de lo visto en Cosmética del enemigo.
Una figura icónica
Buena parte del éxito del filme se dirime en el apartado interpretativo, en el que brilla la joven Athena Strates
“Tomasz es una figura icónica, con una altura y una elegancia que le dan un aspecto paternal que le venía muy bien a la película”, explica Maíllo. “En el caso de Athena, podíamos haber buscado a actrices más famosas para que nos facilitaran la financiación pero la directora de casting, Mireia Juárez, se empeñó en que debíamos hacerle una prueba y fue extraordinaria. Tiene una increíble capacidad para mutar, de sexy a ingenua, e incluso es capaz de dotar al personaje de una autoridad parecida a la de un juez”.
Tras su estreno en el Festival de Sitges, Cosmética del enemigo llega al gran público a través de una plataforma de streaming, sin pasar previamente por las salas. “Con la que está cayendo no podemos estar más felices”, asegura el director. “Es un año terriblemente complicado para todos, para el cine en particular y todavía más para el cine español. Estrenar en salas es ahora mismo muy difícil, porque no va demasiada gente y en algunas regiones se están cerrando. El hecho de tener una pantalla tan selecta como la de Filmin nos da la vida. Ya cuando estrenamos en Sitges asumimos que no volveríamos a ver la película en gran pantalla”.