Hollywood a los pies de Spielberg
Comienza el rodaje de "Inteligencia artificial"
21 junio, 2000 02:00Steven Spielberg es hoy sinónimo de Hollywood. A falta de los grandes productores de su edad de oro, el director de Tiburón , E.T. o la Lista de Schindler domina ya buena parte de la Fábrica de Sueños más importante del mundo. La Dreamworks, una de sus productoras, invirtió 3.000 millones de pesetas en American Beauty y ha sacado 55.000 de beneficio. Acaba de empezar el rodaje de Inteligencia Artificial, la herencia que el fallecido Stanley Kubrick dejó archivada en la carpeta de asuntos pendientes.
En el último número de la revista americana "Premiere", John Horn se preguntaba hasta qué punto la decisión de un director-productor como Steven Spielberg puede modificar el presente imperfecto y el futuro inmediato de varios actores, cineastas, guionistas y estudios de Hollywood. Tres proyectos han estado hirviéndose en el caldo neuronal de este cráneo-cerebro privilegiado: la adaptación de Harry Potter and the Sorcerer’s Stone, el thriller futurista Minority Report y la película en la que Stanley Kubrick estuvo trabajando durante varios años, Inteligencia Artificial. Tal vez el deseo de autodeclararse heredero oficial del talento del autor de Lolita -aunque Spielberg nunca podría hacer una película tan adulta como Eyes Wide Shut- haya sido lo que le ha impulsado a embarcarse en IA, que, basada en un relato de Brian Aldiss, Los superjuguetes duran todo el verano, podría contar en su reparto con Jude Law y Haley Joel Osment, el niño de Sexto sentido.Ha tardado mucho en tomar una decisión (la película empieza a rodarse estos días), y mientras la tomaba, la New Line Cinema, que quería que dirigiera The Notebook, ha tirado la toalla y ha contratado a Jim Sheridan para la ocasión; la Warner se ha quedado tranquila (coproduce IA con la Dreamworks) mientras busca otro director para el proyecto de Harry Potter (M. Night Shyamalan, potencial candidato, está al mando de Unbreakable); Brad Silberling, que ha esperado pacientemente un año a que Spielberg se decidiera a dirigir Harry Potter (si no, se ofrecía a sustituirlo), ha sido rechazado por la Warner; la Fox, que tuvo que posponer el estreno de Minority Report, programado para este verano, por culpa de la decisión de Spielberg. Tom Cruise empezará a rodar en febrero o marzo, por lo que el lanzamiento de la película está previsto para el invierno de 2001. Todo este galimatías financiero-creativo, que se completa con la redacción del guión de Memorias de una geisha (otro proyecto futuros del rey Midas) a cargo de Akiva Goldsman, y la producción de Parque Jurásico 3 (dirigida por Joe Johnston), certifica el poderío de Spielberg: cuando el "wonder boy" levanta un dedo, todos se callan.
Autor serio
¿Dónde está su secreto? Roger Ebert lo define con claridad: "Sus primeras películas fueron realizadas cuando los directores eran las figuras más importantes de Hollywood, y las más recientes cuando el márketing ha tomado el mando de la industria. Spielberg ha sabido conservar su poder durante los dos períodos gracias a su talento y flexibilidad". Y, añadiríamos, su constancia imperturbable: como director, se ha pasado más de diez años intentando que Hollywood le reconociera como un autor serio, abordando proyectos envueltos de una cierta respetabilidad intelectual -El color púrpura y, sobre todo, la magnífica pero desigual La lista de Schindler, la infame, indigna Amistad, y la excelente Salvar al soldado Ryan-, y como productor y hombre de negocios, fundó en 1994 el primer estudio de Hollywood en 75 años de sequía megalómana. La Dreamworks SKG, creada por Spielberg (posee el 22 por ciento de las acciones de la compañía), el ex-megaejecutivo de la Disney Jeffrey Katzenberg y el ejecutivo discográfico David Geffen, ha sido un negocio lento pero saneado. En junio de 1998, su fortuna ascendía al billón de dólares y en su imperio no se ponía el sol: desde los cotos privados de Amblin, que es de su total propiedad, hasta los dominios compartidos de la Dreamworks, Spielberg ha conseguido tener el control absoluto de sus proyectos -ha llegado a dirigir por videoconferencia- sin descuidar los ajenos. Para muestra, un botón: de los 951 millones de dólares que recaudó Parque Jurásico, 294 fueron a parar a su bolsillo. Merchandising, beneficios de las ventas en vídeo, tarifas de televisión por cable y sustanciosos porcentajes de taquilla fueron los "inputs" en el "haber" de su generosa balanza de pagos.
¿Qué diferencia existe entre Spielberg productor y la vieja política de estudios hollywoodense? ¿Qué diferencias hay entre Spielberg y David O. Selznick o entre Spielberg y Samuel Bronston, biografiado exhaustivamente por Jesús García de Dueñas en El Imperio Bronston? No hay que dar demasiadas vueltas para comprobar cuál es la línea de continuidad que existe entre las películas de "productor" que construyeron, piedra a piedra, los cimientos del Hollywood clásico -cuyo paradigma podría ser la emblemática Lo que el viento se llevó, producida por Selznick- hasta las películas con el sello Spielberg: todas son puro cine de entretenimiento, grandes superproducciones hechas con el fin de dar pan y circo al público hambriento de emociones fuertes. Lo más destacable es que, al contrario que los productores del cine clásico, Spielberg es, además un autor obcecado en reproducir sus obsesiones -en la mayoría de los casos procedentes de su infancia- en las películas que produce.
Así las cosas, Poltergeist, película teóricamente dirigida por Tobe Hooper (el realizador de La matanza de Texas fue despedido a mitad de rodaje por Spielberg, que alegó "diferencias creativas irreconciliables"), está basada, según sus propias palabras, "en todas aquellas terribles cosas que les hacía a mis hermanas pequeñas". Una de esas "cosas" consistía en asustarlas anunciándoles que se acercaba un tornado. No es extraño que, veinticinco años después, ejerciera de productor ejecutivo de Twister.
Su indudable olfato para el éxito de taquilla y su talento para diversificar sus productos han convertido su reinado en un monopolio vagamente camuflado (nada parecido a la Microsoft, el cofundador de la cual, Paul Allen, tiene un buen porcentaje de acciones en Dreamworks). La Amblin Entertainment, compañía que bautizó con el título de su primer filme profesional, es únicamente una productora. Eso quiere decir que otros estudios -la Universal, la Columbia, la Warner- distribuyen sus películas, con lo que consigue estar en contacto con la práctica totalidad de la industria de Hollywood.
Con carta blanca
La megalomanía de Spielberg es sorprendentemente pragmática: los presupuestos de sus películas nunca son astronómicos, procura ahorrar tiempo y dinero -terminó Parque Jurásico antes de la fecha prevista- y no se deja llevar -como ocurrió a Bronston, que montó un imperio con fecha de caducidad en la posibilista España del franquismo: La caída del Imperio Romano le hizo quebrar- por los delirios de grandeza. En este sentido, Spielberg nunca habría hecho lo que hizo Coppola en Corazonada: perder hasta la camisa por reconstruir un sueño hecho de luces de neón y calles de cartón piedra.
El éxito artístico y comercial de Salvar al soldado Ryan parece haber dado carta blanca al niño que, un día, descubrió la luz al asistir a una lluvia de meteoritos de la mano de su padre Arnold. Los proyectos de la Dreamworks se multiplican: la película de animación The Road to El Dorado continuará la estela masiánica que dejó la plúmbea El príncipe de Egipto; The Love Letter estará protagonizada por la mujer de Spielberg, Kate Capshaw; Robert Zemeckis estrenará bajo sus auspicios What Lies Beneath y The Castaways, y Woody Allen se ha apuntado a su larga nómina de directores protegidos para asegurarse la distribución de su última película, Small Time Crooks. Spielberg combina, con envidiable habilidad, la creación de juegos de ordenador -la división Dreamworks Interactive trabaja estrechamente con sus socios de la Microsoft- y la ayuda humanitaria a través de las sociedades benéficas The Survivors of the Shoah Visual History Foundation y The Starbright Foundation, ambas lideradas por él desde su creación. Al contrario que George Lucas, que ha dedicado su vida entera a materializar un sueño unilateral que ocurre más allá de las estrellas, Spielberg sabe que la omnipotencia es la consecuencia directa del don de la ubicuidad: él, como Dios, es el ojo que todo lo ve y todo lo sabe, al menos en ese País de Nunca Jamás que se llama Hollywood.