Parecía que Robert Zemeckis iba a convertirse en uno de esos directores infalibles en la taquilla cuando desembarcó a mediados de los 80, de la mano de Steven Spielberg, en un Hollywood en el que los blockbusters aún eran capaces de maravillar al público. En eso tenían mucho que ver los avances técnicos en efectos especiales, siempre que estuvieran al servicio de una buena historia, y Zemeckis logró esta mezcla en sus primeras películas, la trilogía de Regreso al futuro (1985, 1989, 1990) y ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988). Poco a poco, y a pesar de lograr cierto prestigio con dos filmes que han envejecido bastante mal, Forrest Gump (1994) y Náufrago (2000), el director fue perdiendo su estrella con una trilogía de animación -Polar Express, Beowulf y Cuento de Navidad-, rodada en la segunda mitad de la década del 2000, que no llegó a interesar ni al público ni a la crítica. Sus últimas películas, El vuelo (Flight) (2012) o Aliados (2016), tampoco resultaron del todo satisfactorias.
Ahora regresa a las pantallas con Las brujas (de Roald Dahl), un proyecto que en principio contaba con todos los ingredientes para relanzar su carrera, más aún sabiendo que Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro estaban implicados en la producción de la película -¿que hubiera hecho Del Toro con este material?, cabe preguntarse-. Sin embargo, el filme emerge como uno de sus trabajos más impersonales y rutinarios, incapaz de sacar partido al turbio y desasosegante cuento de terror infantil del escritor galés, como si hiciera Nicolas Roeg en su adaptación de 1990 con Angelica Houston de protagonista. Aquí, es Anne Hathaway quien interpreta a esa reina de las brujas que pretende convertir a todos los niños en ratones, y la actriz es sin duda lo mejor de la película, entregada y dispuesta para ofrecer todo un carrusel de muecas y excentricidades.
En cualquier caso, no estamos ante ningún desastre. Su narrativa fluye sin importantes bajones de intensidad, el humor no resulta sonrojante y los actores secundarios (Octavia Spencer, Stanley Tucci) aguantan el tipo. Pero Zemeckis tiene miedo de potenciar la parte macabra del relato, y por ahí la película pierde la capacidad de resonar en la cabeza y en el recuerdo. Además, nada interesante aportan las secuencias de acción una vez que el protagonista es convertido en ratón. Puede ser un buen entretenimiento para toda la familia, pero no es la película que devolverá al director la grandeza de su época dorada.