Miguel Delibes es uno de los autores más adaptados del cine español. En total, son nueve las películas que han tomado una de sus obras como punto de partida, pero la relación que el escritor mantuvo con el séptimo arte desbordaba el papel de mero observador de la recreación fílmica de sus libros.
Una de sus primeras labores profesionales, cuando entró con 20 años a trabajar en el periódico vallisoletano El Norte de Castilla, fue la de crítico cinematográfico. Entre 1941 y 1963, año en el que se marchó de la publicación cuando ostentaba ya el cargo de director, alabó o le enmendó la plana a centenares de películas y, hasta su muerte, el cine siguió poblando sus artículos y comentarios. Su nutrida condición de cinéfilo, de la que nunca alardeó, ha quedado además patente en su habitual presencia en las proyecciones de la Semana de Cine de Valladolid o en los pases de las salas comerciales de la ciudad.
Como anécdota, habría que contar que en esos primeros 60, ya convertido en un escritor prestigioso, le fue encargada la revisión literaria del doblaje de todo un clásico como Doctor Zhivago (David Lean, 1965). El escritor se las vio y se las deseó para que la traducción de los diálogos cuadrara con el movimiento de los labios de Omar Sharif o Julie Christie. “Esta experiencia me fue muy útil, ya que siempre he sido partidario de la economía literaria, de decir con el menor número de palabras el mayor número de cosas posibles”, explicaba Delibes en un artículo publicado en La Vanguardia.
De aquella época data también la primera adaptación al cine de uno de sus libros: El camino (1963), de Ana Mariscal. Después vendrían Retratos de familia (Antonio Giménez-Rico, 1976), que trasladaba a imágenes Mi idolatrado hijo Sisí; La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), basado en El príncipe destronado; Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), El disputado voto del señor Cayo (Antonio Giménez-Rico, 1986), El tesoro (Antonio Mercero, 1988), La sombra del ciprés es alargada (Luis Alcoriza, 1990), Las ratas (Antonio Giménez-Rico, 1997) y Una pareja perfecta (Francesc Betriu, 1998), a partir de Diario de un jubilado.
Un lenguaje fértil
Pero, ¿por qué se hicieron tantas películas a partir de obras de Delibes? La respuesta más atinada la ha aportado Josefina Molina, directora de la serie que rodó TVE sobre El camino en 1977 y responsable de la adaptación teatral de Cinco horas con Mario, novela en la que se inspiró libremente para ese filme experimental que fue Función de noche (1981). “Delibes siempre va a lo esencial, tiene la gran virtud de encontrar en el relato aquello que llega directamente a la sensibilidad, al corazón y a la inteligencia del lector. Su capacidad de sugerir es asombrosa. […] Incluso a la hora de seleccionar –porque el cine o la TV deben seleccionar, esquematizar la obra literaria– el lenguaje de Delibes es tan fértil que te ofrece una serie de posibilidades a cuál más plástica y más convincente”, aseguraba la directora en la mesa redonda ‘La imagen y la palabra’, como recoge el libro Miguel Delibes, Premio Nacional de las Letras Españolas 1991 (Ministerio de Cultura).
De la filmografía delibeana es sin duda Los santos inocentes la película más importante, una obra maestra sobre el mundo rural español de mediados del XX firmada por Mario Camus y protagonizada por Alfredo Landa y Francisco Rabal, que ganaron ex-aequo el premio de mejor interpretación masculina en el Festival de Cannes. Delibes, como afirmaba en un artículo publicado por El Cultural en 1999, se mostró encantado con el resultado del filme. “Mario Camus logró una obra de arte […]. Acertó a impregnar de poesía el aire y las criaturas de la novela, una novela que yo concebí como un poema en prosa”. Además, participó en el desarrollo del guion y presenció parte del rodaje en Alburquerque.
Los santos inocentes no fue, sin embargo, la película que mejor funcionó en taquilla de las que adaptaban obras de Delibes, sino La guerra de papá. El filme de Antonio Mercero, que reflejaba las secuelas que la Guerra Civil deja en uno de los vencedores a través de la mirada de su hijo de cuatro años, consiguió 3,5 millones de espectadores. El director quiso repetir la fórmula en El tesoro, pero la apuesta no funcionó. La película, tras su presentación en la Seminci, fue vapuleada por la crítica, lo que arruinó su estreno comercial.
Antonio Giménez-Rico supera a Mercero en número de adaptaciones con tres películas: Retratos de familia, El disputado voto del señor Cayo y Las ratas. Las dos últimas son apreciables, austeras y con un tono naturalista que pretende trasladar a pantalla con fidelidad el estilo de Delibes. La primera de ellas, en cambio, introducía modificaciones importantes en la trama, ya que se centraba en la tercera parte de la novela, y potenciaba el erotismo de la misma, en consonancia con los tiempos de apertura que se vivían.
Quizá las dos versiones menos atinadas sean la fallida La sombra del ciprés es alargada, de Luis Alcoriza, y la plana Una pareja perfecta, de Francesc Betriú. Y nos quedaremos con las ganas de saber qué suerte hubiese corrido la novela El hereje si se hubiera materializado alguno de los proyectos que quisieron llevarla a la gran pantalla. “Tiene muchos novios, unos novios de mucha estatura cinematográfica, españoles y extranjeros. Y hay que elegir. Yo, bien hecha, me la imagino de todas las maneras”, aseguraba Delibes también en estas páginas.