¿Qué fue primero el huevo o la gallina? O lo que es lo mismo, ¿la gente no va al cine porque no se estrenan películas con gancho o no se estrenan películas con gancho porque la gente no va al cine? La taquilla de las primeras semanas posteriores a la reapertura ha sido catastrófica. A finales de junio, cuando reabrieron 220 salas, un tercio del total, se recaudaron poco más de 280.000 euros, un 6 % de la caja del año pasado por estas mismas fechas.
Desde entonces, los números han ido mejorando y el último fin de semana se llegó a los 850.000 euros en parte gracias al éxito de Superagente Mackey, comedia familiar protagonizada por Leo Harlem. A principios de enero, época aciaga para el cine y el comercio en general, en un mal fin de semana se llegaba a los siete millones. Por si faltaran las malas noticias, la Generalitat ha cerrado las salas de Cataluña, una plaza fundamental para el cine comercial pero también para las distribuidoras independientes, muy dependientes de las grandes ciudades.
Ante este panorama, las majors han movido ficha y tanto Disney como Warner han decidido postergar de manera indefinida los dos grandes estrenos del verano, la película de animación Mulán y Tenet, la última fantasía de Christopher Nolan, ambas con un presupuesto superior a los 200 millones de dólares. La noticia es un mazazo durísimo para los exhibidores, que confiaban ciegamente en que ambos títulos reanimarían un panorama desolador. A contracorriente, la propia Variety le ha llamado “valiente”, Santiago Segura ha adelantado el estreno de la secuela de su superéxito Padre no hay más que uno al 31 de julio en un gesto que le honra por lo que tiene de temerario y generoso con un sector que está sufriendo con cruel dureza la crisis del coronavirus. De momento, ya ha habido una víctima, la sala Meliés de Barcelona, exquisito templo cinéfilo de la capital mediterránea. Todo hace prever que no tardará en haber más bajas.
La lucha con el streaming
Mientras los cinéfilos tiran de plataformas en streaming, este será un verano inédito sin estrenos de relumbrón en el que el cine independiente es casi el único que se atreve a lanzarse a las salas confiando en la lealtad de su público más acérrimo. Fue a principios de marzo, cuando el país no estaba confinado y nadie podía prever el alcance catastrófico de la pandemia, cuando el primer blockbuster en caer del calendario fue Operación Camarón, la nueva comedia de Carlos Theron. Quizá lo más sorprendente en ese marzo que hoy parece de hace un siglo no era tanto que se retrasara, cosa habitual en el negocio de la distribución, como que lo hiciera a septiembre.
El cine independiente es casi el único que se atreve a lanzarse a las salas confiando en la lealtad de su público más acérrimo
Después llegó el confinamiento y a finales de junio, con la primera reapertura de las salas, Universal se la jugó estrenando Personal Assistant, una comedia romántica con Dakota Johnson que en tiempos normales podría haber alcanzado los 3 o 4 millones en taquilla sin problemas. A día de hoy, la película lleva engrosados 154.000, una cifra casi ridícula. Desde entonces, la avalancha de cancelaciones ha sido constante.
Este no será el verano de Wonder Woman, nueva entrega de la superheroína femenina en unos años 80 psicodélicos, como preveía Warner, pero tampoco de Tenet, película de CHristopher Nolan sobre el espionaje internacional que se desarrolla en una realidad que incluye diversas líneas temporales. Pendiente desde abril, Sin tiempo para morir, nueva secuela de James Bond por la que Daniel Craig ha cobrado 100 millones de dólares, no tiene fecha de estreno después de haber sido anunciada para noviembre.
Hace un par de años, Un lugar tranquilo (Jon Krasinski) fue uno de los éxitos sorpresa de la temporada. Su esperada secuela se ha retrasado al verano de 2021. Un año también se ha retrasado, julio del año que viene, Top Gun: Maverick, en la que Tom Cruise retoma su famoso personaje de as de la aviación de los años 80.
Efecto dominó
El retraso en los estrenos de verano ha provocado un efecto dominó que ha acabado afectando a las películas que estaban previstas para después del otoño, temporada en la que tampoco se sabe cuál será la situación a rebufo de los constantes rebrotes. Además de Mulán, Disney ha anunciado que posterga hasta 2022 la secuela de Avatar, de James Cameron, y hasta 2023 de la próxima película de Star Wars.
Aunque son las 'indies' quienes se juegan el tipo alimentando los cines, algunos grandes títulos del circuito de autor están en la nevera
Aunque como sostiene Miguel Morales, presidente de Adicine, asociación de distribuidores independientes, son las indies quienes se juegan el tipo estrenando y alimentando los cines, lo cierto es que algunos grandes títulos del circuito de autor están en la nevera. Arab Blues, una comedia sobre la situación de la mujer en Tánger, se ha aplazado a septiembre; De repente el paraíso, gran éxito en Cannes, nueva película del personalísimo director palestino Elia Suleiman, no tiene fecha de estreno. Temblores, un celebrado drama de Guatemala sobre el conservadurismo de la sociedad del país, dirigida por Jayro Bustamante, se verá en septiembre tras haber suspendido su estreno en pleno confinamiento.
El cine español también puede acusar el efecto embudo. Esta primavera tenían que arrasar dos comedias, Salir del ropero, la última película protagonizada por Rosa María Sardá junto a Verónica Forqué, prevista para abril, e Historias lamentables, lo nuevo de Javier Fesser después del bombazo de Campeones. Ninguna de las dos tiene fecha de estreno. Menos retraso sufrirán películas como La boda de Rosa, lo nuevo de Iciar Bollaín, o Bajocero, un thriller de Lluís Quilez con Javier Gutiérrez, ya que podremos verlas en agosto. Si no hay rebrotes, claro.