Ana es una joven princesa de un pequeño país centroeuropeo. De visita en Roma, se escapa de palacio para visitar la ciudad de incógnito, pero el efecto retardado de un sedante provoca que se duerma en un banco. Allí la encuentra sin reconocerla el periodista norteamericano Joe Bradley y, pensando que está ebria, la lleva a su casa para que pase la noche a salvo. Cuando a la mañana siguiente descubre la identidad de su huésped, Joe trata de aprovecharse de la situación: le vende una entrevista exclusiva con la princesa a su editor. Sin decirle nada sobre su profesión ni sobre sus intenciones, el periodista se ofrece a enseñarle la ciudad a Ana y así comienza un itinerario mágico en Vespa por la ciudad.
Esta es la premisa de Vacaciones en Roma (1953), la inolvidable comedia de William Wyler que lanzó al estrellato a Audrey Hepburn y consolidó la carrera de Gregory Peck. Ahora, la película sirve de punto de partida para reflexionar sobre las relaciones entre urbe y séptimo arte en el ciclo Arquitectura, Ciudad y Cine que arranca este miércoles en el Círculo de Bellas Artes. “En aquella época, Paramount rodaba sus grandes producciones en estudio”, comenta el periodista Rubén Amón, que presenta la proyección de la película en compañía de la escritora Ayanta Barilli. “Que esta película se rodara en el extranjero, con lo que implica trasladar a todo el equipo, es completamente insólito en aquellos años. Pero había un interés por convertir la arquitectura de la ciudad en un personaje fundamental y en el centro de gravedad de todo lo que sucede. En estudio no hubiese sido posible ni utilizando las mejores transparencias”.
Entre los principales lugares de filmación se cuentan la Piazza della Rotonda, el Panteón de Agripa, el Castillo Sant'Angelo y el río Tíber, la Fontana di Trevi, la Plaza Venezia, la Plaza de España, la Iglesia Trinità dei Monti, el Coliseo, la Bocca della Verità (donde Peck gasta una broma a Hepburn de haber perdido su mano, y que gustó tanto a Wyler que fue incluida en el filme), la Via Margutta (donde se ubicaba el apartamento de Joe), la Via dei Fori Imperiali, la Via della Stamperia (donde Ana va a una peluquería), la galería del Palacio Colonna (que sirvió para la escena final de despedida de Ana), y el Palazzo Brancaccio (donde se ambientaban las habitaciones de la princesa). “En mis ojos de niña y adolescente, era el recorrido ideal por Roma”, asegura Barilli. “Y, de hecho, la película no solo ha sido importante en la historia del cine sino que también ha tenido una gran influencia sobre los propios romanos. Yo nací y me crié en Roma y creo que este filme ha conformado todo un imaginario sobre la ciudad. A veces ocurren estas cosas con el cine, que una historia de ficción se convierte en algo mítico y la convertimos en realidad. Por ejemplo, esto también ha pasado con el cine sobre la mafia, que ha tenido una influencia directa en el modo de vestir o de expresarse de los mafiosos reales”.
Roma en blanco y negro
Ganadora de tres Óscar -mejor actriz, mejor diseño de vestuario y mejor guion (elaborado por un Dalton Trumbo que no fue acreditado al estar en la lista negra durante el Macartismo)-, Vacaciones en Roma fue rodada en blanco y negro a pesar de que Hollywood llevaba varias décadas facturando sus principales éxitos en color. “Tanto hacerla en exteriores como rodarla en blanco y negro fueron dos opciones a la contra de lo que hacía Paramount en la época”, explica Amón. “El caso es que decidieron aplicar una mirada un tanto poética en blanco y negro y, desde mi punto de vista, acertaron porque Roma es una ciudad en blanco y negro incluso ahora. Por el mármol de los monumentos romanos, las columnas…”.
Pero quizá sea la Vespa en la que Peck y Hepburn recorren la ciudad el elemento más recordado del filme. “La moto circulando por la ciudad da idea del urbanismo romano, del movimiento”, explica Amón. “Roma es una ciudad sin ángulos, casi circular. Algunos ejemplos son característicos: la Piazza del Popolo, la Piazza Navona, con ese aire casi de circo… Todo esto tiene mucho que ver con la cultura y la idiosincrasia italiana. Por ejemplo, la arquitectura española es rígida como nosotros mismos, rectangular, con ángulos. Por el contrario, la arquitectura y el urbanismo italiano es suave como son ellos, flexible, casi orgánica”. Tan apegada esta la moto a la ciudad que incluso Nani Moretti hizo su propia película al respecto en Querido diario (1993). “Aunque su Roma no es tan monumental ni tan espectacular, pero si mantiene la visión fugaz de una moto”, asegura Barilli. “Creo que esto dice mucho de la influencia de la película en cómo percibimos e imaginamos esta ciudad”.
Y, aunque Roma también ha sido retratada por directores de la talla de Rosellinni, Fellini, Sorrentino o Woody Allen, el cartel de Vacaciones en Roma sigue siendo el reclamo turístico más importante de la ciudad.