Aunque el nombre de Pedro Almodóvar está íntimamente ligado a Cannes, el primer festival internacional al que acudió fue Venecia. Ocurrió en 1983 con Entre tinieblas, esa irreverente y excesiva película protagonizada por monjas con nombres como Sor Estiércol, Sor Perdida o Sor Rata de Callejón. “Yo era un director muy joven y el mero hecho de venir aquí era milagroso”, ha explicado el director manchego en la rueda de prensa que antecede a la entrega del León de Oro Honorífico que le ha otorgado la organización de la 76 edición que arrancaba ayer. “Además, Gian Luigi Rondi, de Democracia Cristiana, era el presidente del jurado de la sección en la que competíamos y no quería que estuviera la película porque le parecía muy obscena y no le gustaba nada. La polémica salto a prensa y creo que por eso hubo mucha empatía con el filme y al final tengo muy buenos recuerdos de aquella experiencia”.
No fue la única vez que Almódovar compitió en el certamen italiano, ya que en el 88 regresó para luchar, en ese momento sí, por el León de Oro. “Esa vez la recuerdo como una gran fiesta continua”, asegura el director. “La rueda de prensa fue como si estuviéramos en un teatro haciendo comedia. Ganamos el premio al mejor guion y todas las imágenes que tengo en la cabeza de las actrices es que venían maravillosas: Rosi de Palma, Carmen Maura, Chus Lampreave... Era una imagen de España ultramoderna. Por otro lado, el presidente del jurado era Sergio Leone y tanto él como Lina Wertmüller nos decían que nuestra película era la mejor y que querían promover más cine como éste en el festival. Yo les dije que sí les parecía así tenían la oportunidad de darme el premio. No lo hicieron y ahora siento que este León de Oro lo recibo por aquella película. Me parece un acto de justicia poética”.
El prestigioso León de Oro que le concede Venecia es una nueva alegría para Almodóvar en un año que puede ser redondo si el próximo jueves sale como candidato al Óscar a la mejor película de habla no inglesa por España con Dolor y gloria, un genial autorretrato que ha logrado tanto el halago de la crítica como el aplauso del público y una importante recaudación en taquilla (casi 6 millones de euros), además del premio al mejor actor del Festival de Cannes para Antonio Banderas. “Dolor y gloria son dos palabras que me producen mucho pudor a la hora de hablar de ellas”, comentaba durante la rueda de prensa. “No quiero quejarme mucho del dolor, y de hecho fue algo que evite hacer durante la presentación de la película con los medios. Y en cuanto a la gloria no quiero ser demasiado ostentoso. Creo que el León de Oro es un premio importantísimo sobre todo si te lo dan”.
Como es habitual en estas ocasiones, la prensa quiso que el director hiciera un repaso de su carrera, empezando por sus inicios. “En el momento en el que empecé a hacer cine la vida era muy diversa. España acaba de salir de una dictadura que había durado 40 años y la gente había perdido el miedo y recuperado la libertad. Con el poder que otorga ser director, impuse en mis películas toda esa diversidad que había en la vida. Seguramente, para algunos espectadores serían retratos extraños, bizarros o extravagantes, pero para mí era la vida. Todas las orientaciones sexuales eran bienvenidas porque lo importante para mí como director era crear personajes con autonomía moral, ya fueran monjas, bisexuales, homosexuales o amas de casa. En aquella época los cambios que estaban ocurriendo en España era lo que me motivaba. Mi nutriente era la calle y la noche madrileña, que no solo era interminable y divertida, sino que era una gran universidad para los que lo vivimos. Yo soy la prueba de que la democracia que empezó en el 77 era una democracia real”.
Pero, ¿continúa viva esa España del 77? Almodóvar parece optimista: “La España moderna y contemporánea existe y como en todos los países tiene de todo, incluso algo a lo que se había resistido hasta ahora que era un partido de ultraderecha. Por tanto, está equipada de la misma variedad que hay en cualquier otro país. ¿Es eso moderno? No creo que sea la palabra justa para definir esta situación. Yo he cambiado y ahora llevo traje y tengo el pelo blanco, pero estoy convencido de que Madrid sigue siendo una ciudad muy moderna. Ahora salgo menos, pero a veces me encuentro a esa España”.
A pesar de que las películas de Almodóvar son fácilmente reconocibles, el director aseguraba en la presentación con los medios, que apenas duró media hora, que nunca tuvo intención de marcar un estilo en su cine. “Cuando empecé a hacer cine no tenía ni idea de qué era el lenguaje cinematográfico. Por lo tanto, no pensaba nunca en el estilo. Mi preocupación, por inseguridad, era simplemente que la historia se entendiera. Desde mi tercera película, Entre tinieblas, empecé a tener más medios técnicos y mecánicos, más presupuesto, productor… Y fue entonces cuando empecé a ser consciente del lenguaje cinematográfico y me enamoré de él. Pero nunca he estado preocupado por tener un estilo propio. Sí es así, es una circunstancia que ha llegado por sí misma. El poder de ser director te propone pensar exclusivamente en ti mismo. Las historias que he rodado han nacido de mí y siempre las realizo de la manera más independiente y con extrema libertad. Nunca pienso en el mercado ni en el público. Si tengo un estilo es producto de esta circunstancia”.
Por último, hubo tiempo para hablar de estética y color. “La intuición me marca la manera en la que utilizo el color en mis películas y creo que está guiada por mi nostalgia por las primeras películas en Tecnicolor, que por una cuestión química eran vibrantes y chillones. Y supongo que también hay una reacción contra el lugar en el que nací. La Mancha de mi infancia era extremadamente conservadora, casi calvinista, árida, y se veía poco color. Todo eso era lo contrario a lo que yo sentía de pequeño. Por eso creo que mis películas son coloristas y barrocas porque La Mancha es un lugar muy severo. No recuerdo haber visto de niño el color rojo, básicamente veía el negro de las mujeres de luto porque en aquella época iban acumulando muertes. Ese es el color que recuerdo de las mujeres”.