El escritor parisino David Foenkinos (1974) se ha convertido en uno de los autores más populares de Europa gracias a sus novelas en las que indaga en los desvelos emocionales y sentimentales de lo que podríamos llamar el “francés medio” con un tono libresco. Después del éxito de La delicadeza, publicada en 2010 y adaptada al cine dos años después con él mismo como director y Audrey Tatou como protagonista, ahora llega a las pantallas La biblioteca de los libros rechazados, en la que es el cineasta Rémi Bezançon (París, 1971) quien adapta la novela homónima aunque según él mismo se ha tomado todas las libertades posibles para centrarse en contar la historia que más le interesa.
Sin duda, Bezançon, al que conocemos en España por su éxito con El primer día del resto de mi vida (2008) donde también hurgaba en las heridas de la clase media con el mismo ternurismo al que es muy afín Foenkinos, es un cineasta idóneo para contarnos esta “investigación literaria” sobre un maduro periodista cultural (Fabrice Luchini, quien se ha especializado en personajes que parecen antipáticos pero a los que acabamos adorando) que está convencido, contra viento y marea, de que el éxito literario de la temporada, una novela de amor con toque ruso, no ha sido escrita por el autor al que se le adjudica. Comienza así una indagación en la verdadera autoría del filme que lleva al protagonista a conocer a la hija del supuesto autor del libro (Camille Cottin) y a la joven y ambiciosa editora del best seller.
Pregunta. ¿Ha sido fiel a la novela de David Foenkinos?
Respuesta. No soy fiel en absoluto. En la novela hay muchos personajes y muchas historias y yo quise centrarme en el personaje del crítico literario, que en la novela está menos desarrollado. Lo que me interesaba era la idea de una investigación literaria porque en el cine hay muchas investigaciones criminales pero no recuerdo ninguna de este estilo. Cuando Foenkinos vio la película por suerte le gustó mucho pero me dijo que era una “variación” de su libro. Lo prefiero así porque lo interesante de una adaptación es hacerla tuya.
P. ¿Por qué le interesaba que hubiera una investigación literaria?
R. Como he dicho, ya hay muchas películas que tratan sobre quién mató a quién y me gusta la idea de que la búsqueda sea sobre quién lo ha escrito. De hecho, no encontraba referentes al plantear el filme. Después, Francia es un país muy literario y los premios hacen mucho ruido. Se habla mucho de libros. A mí me gusta mucho la lectura y hay una gran relación entre la literatura y el cine que quería explorar. Muchas de las grandes películas de la historia son adaptaciones literarias. Quizá la mayor diferencia entre ambas artes en realidad es que hacer una película es mucho más caro aunque para escribir un libro tienes que comprar tiempo y eso no siempre es barato.
P. En la película vemos cómo una estrategia de marketing acaba convirtiéndose en un fenomenal enredo, ¿ni siquiera la literatura se ha salvado de los dictados más agresivos de la promoción?
R. Creo que sucede en todos los ámbitos culturales, privilegiamos la forma sobre el contenido. Si la novela es buena, la novela de la novela puede ser aún mejor. Todo se explota al máximo. El error es no confiar suficiente en la propia obra, yo creo que es allí es donde está el verdadero potencial de éxito pero parece que no se confía en ello y se trata de atraer al público con todo tipo de trucos. Cuando hablamos de películas como Los vengadores quizá esa es una mecánica que tiene sentido porque son grandes espectáculos pero el problema surge cuando se traslada a otro tipo de creaciones. No es malo que haya grandes taquillazos de Hollywood pero no se puede permitir que el cine o la literatura se quede en eso. Para el espectador cada vez es más difícil salirse de lo que dictan los jefes de marketing.
P. ¿Ve al personaje de Fabrice Luchini como un defensor de una manera purista de ver la cultura?
R. Sí, totalmente, es una especie de guardián del templo. El defiende esta visión mía de que debemos centrarnos en la obra y después obviamente es normal que haya un interés por el autor o las circunstancias en que fue escrita, pero ahora mismo ese interés por el personaje a veces es superior. Es posible que haya un cierto clasismo latente en esa idea de que no puede ser que un simple pizzero de provincias haya escrito una novela magistral. Sin embargo, a lo largo de la historia ha sucedido varias veces que se han encontrado pinturas absolutamente increíbles creadas por personas anónimas de las clases populares. Yo creo que hay un cierto primitivismo en el arte, no hace falta ser un gran erudito para ser un gran creador.
P. ¿Nos sigue fascinando la figura del escritor maldito?
R. Por supuesto eso tiene una gran fuerza aún en el imaginario. Hay una realidad detrás de ese mito y es que no todos los artistas pueden triunfar. A mí me gustan muchos. Van Gogh se ha convertido en el símbolo de eso pero también es muy triste pensar que hoy sus pinturas valen decenas de millones y él vivió toda su vida con grandes penurias económicas.
P. ¿Qué motivos profundos personales llevan a ese
crítico involucrarse tan a fondo en esa investigación literaria?
R. Creo que hay mucho orgullo en esa obsesión por saber la
verdad. El hombre pierde a su mujer, su trabajo y en parte su notoriedad por
culpa de esta historia. Al principio hay un verdadero interés por saber la
verdad pero después hay mucho orgullo.
P. ¿Por qué cuenta la historia de amor de manera tan
sutil?
R. Quería utilizar algunos códigos de la comedia romántica
pero no entrar de lleno en ellos. Si hubiera sido una comedia romántica
acabarían juntos pero me gustaba más la idea de una amistad intelectual.
P. ¿La historia de la cultura europea hubiera sido
otra si hubieran triunfado artistas que fracasaron sin merecerlo como sugiere
esa “biblioteca de los libros rechazados”?
R. Por
supuesto, ¿por qué no? El éxito muchas veces es una cuestión de suerte. Hay
grandes películas que fracasaron y películas que funcionan muy bien todos los
años y son muy malas. Estoy seguro de que la historia está llena de grandes
obras que nunca hemos leído. La mayoría
de las veces el éxito es una cuestión de suerte.
P. Una cosa curiosa es que todo el mundo que estaba relacionado con el autor piensa que el libro habla de él. ¿Tienen las obras de arte la capacidad de hablarnos directamente a nosotros?
R. Todos los espectadores ven la misma película pero los lectores siempre leemos libros distintos. La grandeza de la lectura es que todo pasa por la imaginación. Hay una relación más personal con la literatura. Las canciones están más cerca de los libros que el cine aunque también puede suceder que las películas se conviertan en algo muy personal para algunas personas.
P. ¿Se considera un director que se dirige al gran público?
R. No soy un autor radical y nunca lo he pretendido. Espero que mis películas sean divertidas y emotivas. No me interesa encerrarme y hacer una película hermética. Hay una tradición en Francia de directores muy vanguardistas pero yo nunca he pertenecido a eso. Tampoco soy un director que haga comedias muy taquilleras ni películas destinadas a ser un bombazo. En mi país hablamos del cine “de en medio” para referirnos al tipo de cine que yo hago. Es un cine que ahora mismo está en peligro y que sobre todo quiere contar historias.