François Ozon: "El gran error de la Iglesia es tratar la pederastia como un pecado"
En Gracias a Dios vemos a un cineasta más sobrio que nunca con una película "sobre la palabra" al servicio de una historia tan dramática y terrible que necesita pocos adornos para remover conciencias.
9 abril, 2019 02:00El director François Ozon (París, 1957) ha vivido en Francia uno de los mayores éxitos de su ya larga trayectoria. En Gracias a Dios cuenta de manera cercana al documental la historia real de varios hombres que, a sus cuarenta años, decidieron romper el silencio y denunciar a un cura de Lyon que durante décadas abusó sistemáticamente de decenas de niños. La historia que narra el filme pone los pelos de punta no solo por la magnitud del crimen del pedófilo sino también, o sobre todo, por el hecho de que la jerarquía de la Iglesia católica supo durante todo el tiempo lo que estaba pasando y jamás hizo nada por apartar al perpetrador de los menores. Cineasta conocido por algunas películas de estilo más barroco como 8 mujeres (2002), Swimming Pool (2003) o En la casa (2012), hace poco Ozon también llenaba los cines con un relato muy distinto a este, como el drama bélico Frantz. Aunque, él dice que no tiene ego y que cada película pide su propio estilo sin que sienta la necesidad de que lleven su sello, es cierto que en Gracias a Dios encontramos a un cineasta más sobrio que nunca con una cinta "sobre la palabra" al servicio de una historia tan dramática y terrible que necesita pocos adornos para remover conciencias. En el filme vemos a las tres víctimas que tuvieron un papel crucial a la hora de destapar el caso y los crímenes del abominable Bertrand Preynat (Bernard Verley). Una historia con "efecto dominó", como señala Ozon, que arranca cuando un adinerado banquero, Alexandre (Melvil Poupaud) trata de resolver el problema en el seno de la propia Iglesia, sin conseguir siquiera que se aparte al pedófilo de los niños. Prosigue cuando decide denunciar y la policía encuentra a otra víctima, François (Denis Ménochet) con una actitud más belicosa y termina con el retrato de la última víctima que conocemos a fondo, Emmanuel Tomassin (Swann Arlaud), un hombre traumatizado por los terribles sucesos. El otro vértice de la historia es el sinuoso cardenal Barbarin (François Marthouret), condenado por la justicia por encubrimiento sistemático de los abusos de Preynat, que acaba de presentar su dimisión (que el Papa aún no ha aceptado). Pregunta. ¿Quería hacer una película sobre cómo gestionar la cólera cuando uno siente que ha padecido una injusticia enorme? Respuesta. Lo que me movió a hacer esta película fue explorar el sentimiento masculino, la forma en que los hombres expresan sus emociones. En las películas, los hombres suelen actuar, están en la acción, y son las mujeres las que tienen reservado el papel de sentir. Después, a la hora de leer estos testimonios, lo que me invadió no fue tanto la cólera como el sentimiento de injusticia. Es increíble. La Iglesia sabe desde hace 30 años que este hombre era pedófilo y durante todo este tiempo le dejaron hacer. Eso es lo que resulta estremecedor. Y sí, vemos una cólera por el daño sufrido pero cada uno de los tres personajes la expresa de una manera diferente. Alexandre es muy diplomático. Respeta la religión, es católico, y trata de solucionar el problema dentro de la propia Iglesia sin lograrlo. Acaba recurriendo a la justicia cuando ve que no funciona. Por otra parte, François reacciona de una manera muy distinta. Es un hombre del mundo de hoy que utiliza los medios de comunicación para que haya un escándalo. Y, finalmente Pierre Emmanuel es el que acaba siendo la pieza clave del proceso judicial. P. En Gracias a Dios se debate mucho sobre si, para las víctimas, es mejor hablar o callar porque eso remueve heridas muy duras del pasado. ¿Usted qué opina? R. No se puede generalizar. Siempre es duro. Es heroico hablar. Cuando conocí a estas personas me di cuenta de lo difícil que es contar a los cuarenta años sucesos tan traumáticos que pasaron hace 30 o 25 años. La decisión de hablar afecta profundamente al entorno, va mucho más allá de ellos mismos. En sus familias en muchos casos surge un gran sentimiento de culpabilidad, en otras de venganza. Todas estas cosas hacen que sea muy complicado. Más allá del hecho de que yo piense que sea benéfico hablar es un paso que tiene muchas consecuencias. Yo siempre digo que hay una doble pena. Por una parte, el daño infligido a un niño. Por la otra, la de la sociedad, que le pregunta por qué la víctima ha decidido hablar y por qué ahora. Cuando comencé a investigar esta historia me di cuenta de la complejidad que encierra. No es una historia de buenos contra malos y cada historia familiar es un mundo. No hay reglas. En estos personajes de tres medios sociales distintos creo que vemos la diversidad de ello. En ningún momento he querido contar mi punto de vista. Es el punto de vista de los personajes.
P. ¿Cómo puede ser que durante tantas décadas estuvieran en activo sacerdotes con un historial acreditado de abusos? R. El gran error de la Iglesia es que durante mucho tiempo reaccionó ante la pederastia como si fuera un pecado. Ellos creen que es un pecado como la homosexualidad, el adulterio o el aborto. Y lo solucionaban pidiéndole al cura que pidiera perdón y cambiándolo de iglesia. Así ha funcionado durante siglos. Y así sigue. Protegen todo el tiempo la institución en vez de proteger a los niños. Es eso lo que es escandaloso. Queda claro que no sigue el propio Evangelio, que dice que hay que cuidar a los menores. Lo que hace desde el primer momento es protegerse a sí misma. Este es todo el drama de nuestra historia. Hay un libro muy importante que se llama Sodoma publicado en numerosos países -en España por la editorial Roca-. En ese libro, el periodista Fréderic Martel explica por qué se encubrieron esos abusos. Y según este autor, con frecuencia, lo que pasaba es que el cura pedófilo no era denunciado porque los obispos eran homosexuales y temían ser expuestos ellos mismos. Por tanto, ese temor a ser denunciados protegía a los abusadores. La perversión es que el abuso de niños es un crimen mientras la homosexualidad es una orientación sexual. Es el problema de la Iglesia, lo confunde todo y esperemos que cambie después de esto. P. Usted creció en una familia católica, ¿le ha marcado a la hora de hacer este filme? R. Conozco muy bien el medio católico porque yo pertenezco a él. Crecí en una familia católica y estudié en un colegio con curas. No me arrepiento en absoluto porque eso me ha enriquecido. Perdí la fe durante mi adolescencia porque sentí que había una hipocresía entre el texto y la realidad de cómo el catolicismo era vivido a mi alrededor. Por suerte, a mí nadie me puso nunca la mano encima. Después, me acuerdo de que en mi infancia sí había un cura un poco raro al que le gustaba mucho que te pusieras encima pero no fue más allá. Allí me di cuenta de que podría haber pasado y la forma en que mi vida se hubiera trastornado. Pero ha habido también muchas mujeres víctimas, no solo han sido hombres. P. ¿Por qué no refleja al pederasta Preynat como un monstruo? R. Quería evitar el maniqueísmo. Quería mostrar la humanidad de todos los personajes. Aunque sea un monstruo que ha cometido actos criminales. Yo le pedí al actor que lo interpretara de manera inocente. Como si no se hubiera dado cuenta del mal que ha causado. Es terrible pero muchos de estos religiosos que perpetraron abusos no son conscientes del daño que hicieron a los niños. Creo que la generación actual ha cambiado su mirada sobre la pedofilia. En la generación de mis padres mucha gente piensa que después de tanto tiempo es mejor pasar página. La realidad es que hay muchos estudios científicos que demuestran que a un niño abusado le destrozan la vida. Muchas mujeres que se prostituyen han sufrido abusos en la infancia, vemos que en la edad adulta son frecuentes los problemas de drogas... Ahora sabemos esto y comprendemos que la pedofilia es un crimen horrible pero el propio cura que ha hecho el daño no es consciente de ello.
P. ¿Ve alguna relación entre movimientos como el #MeToo y el de las víctimas de pederastia? R. Creo que es la sociedad actual. Hay una liberación generalizada de la palabra y un cuestionamiento profundo de las élites y de las instituciones. El cambio no tendrá lugar gracias a un político o un partido sino gracias a la base. En Francia vemos el movimiento de los chalecos amarillos. Son personas corrientes que piden cambios porque son conscientes de que la gente en el poder no los hará. Mi película participa en ello. Me doy cuenta de que el éxito viene de ese lugar. En Francia los católicos han ido a ver la película en masa. Y eso te hace dar cuenta de que las cosas cambian. P. ¿Cree que el hecho de que hayan salido a la luz estos casos de pederastia hace que sea más difícil que vuelvan a suceder en el futuro? R. Creo que el principal cambio radica en que los padres actuales hablan con sus hijos. Y los niños son conscientes. A mí mis padres nunca me dijeron que anduviera con cuidado o que mi cuerpo me pertenece. Hasta hace no mucho tiempo había temas de los que era muy difícil hablar en familia. El mundo se ha liberalizado y eso ha provocado un cambio. P. ¿Ha habido alguna reacción del Vaticano a su filme? R. Aún no. La película se distribuirá en Italia. Creo que si el Papa hubiera visto mi película, habría aceptado la dimisión del cardenal Barbarin. En cualquier caso lo vería de otra manera. En el caso de Barbarin, no ha sido mi película la que ha provocado su caída. Fueron los tribunales quienes lo condenaros por encubrir delitos graves. Después la película muestra que incluso durante 2015 y 2016 él permite que Preynat predique en las iglesias y dé clases de catequesis a los niños. Es eso lo que juzgó la justicia y consideró que él sabía lo que pasaba desde mucho antes de lo que confesó en un primer momento. Después cambió su versión varias veces. La realidad es que todo el mundo sabía que este hombre estaba abusando de niños y que existía el problema, era un secreto a voces. Y nadie lo detuvo. Esto es lo increíble. P. ¿Cree que la otra cara de la moneda es que se genere un clima de paranoia sobre la relación entre adultos y niños o sobre la propia Iglesia? R. El problema de la actitud de la Iglesia es que como la institución no hace nada se crea un clima de sospecha contra todos los curas. Hasta que no se resuelva del todo eso quizá es inevitable que exista ese clima. Eso pasa en la sociedad. Al mismo tiempo, si uno es adulto y tiene esta inclinación debe controlarse porque es una perversión. Es importante saber cuáles son los límites. La pedofilia es un crimen. Creo que es muy difícil decir que están enfermos porque eso puede parecer una forma de exonerarlos. Se está sugiriendo que sucede porque no se pueden controlar. Creo que todo se puede controlar. Yo me quiero cargar a un montón de gente y no lo hago. P. ¿Quería cambiar radicalmente de estilo con este filme? R. No soy un realizador con un gran ego obsesionado con que mis películas tengan un "sello Ozon". Me da igual. Son los periodistas quienes hablan de eso. Para mí lo importante es encontrar la mejor manera de contar una historia. Y es la propia historia la que pide un tipo de película. Hice una investigación periodística. Eso significa que me encontré con las víctimas y que les pedí que me contaran su historia. Me contaron historias de una gran intimidad. También tuve la oportunidad de reunirme con sus familias. La historia de Barbarin quedó documentada por numerosos artículos de la época. He procurado que todas sus palabras sean verbatim, realmente existentes. Tenía mucho material, muchas fuentes. Después lo que era complicado es encontrar una estructura, la manera de contarlo. Me di cuenta de que lo mejor es un efecto dominó porque realmente es lo que pasó. Primero vemos a Alexandre tratando de arreglarlo con la Iglesia hasta que finalmente recurre a la justicia. La justicia encuentra a François, se revela, monta una asociación. Es una estructura que parecía complicada pero que al mismo tiempo surge de la propia realidad. Esta es una película sobre la palabra y por eso es importante que la palabra cobre importancia en la puesta en escena. @juansarda