Najwa Nimri en una escena de Quién te cantará
En Quién te cantará el director de Diamond Flash construye un lúcido reflejo del fracaso y el éxito. Por su parte, José Luis Cuerda decepciona con Tiempo después, por su chistes viejos y los chascarrillos culturetas.
Gran creador de imágenes cargadas de sugerentes significados, ahora la primera secuencia de Quién te cantará, presentada esta mañana en el Festival de San Sebastián, en la que el contraluz crea sofisticadas siluetas, nos informa de que entramos en un terreno original y propio en el que la belleza de las imágenes nos acabarán conduciendo a lugares más profundos y abismales.
Cuenta el filme la historia de dos mujeres desdichadas. Una, Lila Cassen (espléndida Najwa Nimri), fue una de las cantantes más populares de los 90 y vive en una casa espectacular en la costa andaluza. Después de unos años retirada de los escenarios, no tiene más remedio que volver al ruedo porque se le acaba el dinero. La otra, Violeta (igualmente espléndida Eva Llorach) se gana la vida trabajando en un karaoke de Ronda y consuela sus penas cantando las canciones de la primera, su ídolo. Incapaz de volver a ser ella misma, Cassen contrata a su imitadora para que la ayude a recuperar las fuerzas para volver a los escenarios.
Suceden más cosas en Quién te cantará. Hay una hija veinteañera despiadada (Natalia de Molina dando mucho miedo) y una mánager controladora y celosa de su estrella (Carme Elías). Pero como suele suceder en las películas de Vermut lo más importante no es lo que vemos sino lo que intuimos detrás de las imágenes en movimiento de la pantalla. En primer lugar, una reflexión sobre la identidad. Y después, un lúcido reflejo del fracaso y el éxito, que la sociedad distingue de manera nítida como una barrera infranqueable, como no solo las dos caras de la misma moneda sino exactamente lo mismo. Es una historia sobre la traición y la fidelidad, sobre los principios que nos guían y la forma en que la cultura popular acaba formando parte de nuestro propio ser. La duda ahora es si Vermut ganará su segunda Concha de Oro.
Fotograma de Tiempo después
Acogida con entusiasmo por una parte de la crítica, salgo del pase de la última película de José Luis Cuerda, Tiempo después, desconcertado y hastiado porque soy incapaz de verle la gracia más allá de dos o tres gags puntuales inspirados. Ambientada en un futuro lejanísimo (el año 9000 o por el estilo), trata sobre un mundo apocalíptico en el que solo quedan en pie las Torres Blancas de Madrid, donde vive una especie de casta que se organiza como una colmena gobernados por un rey idiota y vigilados por dos guardias civiles aún más tontos.A las afueras de ese falso paraíso, los "parados" (los parias de toda la vida) aspiran a que les dejen ingresar en el bienestar. Remake muy libre del mito de Robin Hood (encarnado en la piel de Roberto Álamo), Cuerda plantea su película como una parodia del Mayo del 68 y las ideas marxistas que triunfaban en su juventud. Conservo un grato recuerdo de Amanece que no es poco (1989) pero me pierdo y me irrito con los chistes viejos, los chascarrillos culturetas y las bobadas de un filme en el que claramente no entré. Quizá es cuestión de gustos.
@juansarda