Helena Almeida
El cuerpo, su cuerpo, fue el protagonista de la obra de Helena Almeida. La vimos sentada, tumbada, con el rostro tapado o con los tobillos atados a los de su marido, Artur Rosa. La fotografía le permitió utilizarlo como un medio más para su trabajo, intervenirlo, y alejarse voluntariamente del género del retrato. Por eso hubo un momento en el que eliminó su rostro y centró el objetivo de la cámara en fragmentos de su cuerpo: el tronco, los pies, las manos. Intervino las fotografías con color, con uno solo: rojo, azul… y experimentó con otros medios -video, dibujo- que para ella funcionaban como bocetos más que como obra final.Helena Almeida, una de las más importantes artistas portuguesas, ha muerto hoy, a los 84 años en su casa de Sintra. Creadora incansable, algunos de sus últimos trabajos pueden verse todavía en Madrid, en la exposición que le dedica la galería Helga de Alvear, y otros anteriores en el Museo Lázaro Galdiano como parte de la colección de arte contemporáneo de la Fundación Coca-Cola. Referente feminista y pionera en el uso de su propio cuerpo como un ingrediente más de su obra fotográfica, como crítica a la representación del cuerpo femenino, llegó a afirmar que su obra era su cuerpo y su cuerpo era su obra.
Dentro de mí, 2018 (Galería Helga de Alvear)
Nacida en Lisboa en 1934, hija del escultor Leopoldo Almeida, en cuyo taller, realizó sus primeros trabajos como aprendiz, Almeida estudió Bellas Artes en la capital portuguesa. Influenciada por Lucio Fontana y sus conceptos espaciales, su obra, mayoritariamente en blanco y negro y con una composición austera, se inició a finales de los años sesenta, exponiendo por primera vez en 1967. Su obra trascendía el formato del cuadro y la fotografía para dar paso a la acción, en un momento crucial para el arte.
Presente muy a menudo en nuestro país, Almeida, escribió Rocío de la Villa en 2010, "eligió el atavío de quienes cambian en silencio la utilería de los escenarios. Su cuerpo dibujaba líneas y formas, mientras su silueta marcaba un vocabulario gestual elemental: la afirmación y la vulnerabilidad, el grito y la aceptación. A veces con su rostro frente al espejo, siempre directa, reteniendo la inmediatez y la frescura del acto en su figura, que se desplegaba con determinación o se comprimía hasta convertirse en fardo. Siempre rechazando, sin embargo, el morbo autobiográfico, usándose como modelo: sujeto y objeto a un tiempo".