Los fantasmas trágicos de Petzold
Paula Beer y Franz Rogowski protagonizan En tránsito
El director alemán estrena En tránsito, adaptación de una novela de Anna Seghers sobre un joven refugiado alemán que huye de los nazis en la Francia ocupada. Sin modificar la trama, coloca a los personajes en el presente para alertar del auge del nacionalismo.
"Cuando uno desvela su historia vuelven a aparecer fragmentos de la memoria que son pequeñas maravillas, sobre todo después de un trauma, cuando se ha perdido algo tan importante como el idioma y el hogar", explica el director de la película, Christian Petzold (Hilden, Alemania, 1960). "Los refugiados realmente no pertenecen a la historia ni a la vida, están atrapados en el espacio y en el tiempo. Huyen, no pueden volver atrás, pero tampoco ir hacia adelante. Nadie se fija en ellos, excepto la policía y los colaboradores. Se mueven en un área entre la vida y la muerte, entre el ayer y el mañana. Son como fantasmas".
Y es cierto que la película, que se estrena este viernes en salas y forma parte de la programación del Festival de Cine Alemán que se celebra en Madrid hasta el 17 de junio, tiene un cierto aire de ghost movie, ya que Georg y el resto de personajes podrían ser perfectamente espectros del pasado que flotan en la Francia de hoy. Petzold adapta la novela Tránsito (1942) de la escritora alemana Anna Seghers y, sin modificar una trama que transcurre durante la Segunda Guerra Mundial, sitúa a los personajes en un mundo que no nos atreveríamos a decir que es el actual, pero que se le parece bastante: por las calles de París y Marsella circulan coches del siglo XXI, el equipamiento y los vehículos de los cuerpos especiales de la policía francesa son actuales, las paredes de los edificios están llenas de grafitis, las pantallas de televisión son planas... Sin embargo los personajes hablan del cierre de París, de la llegada del fascismo, de visados y billetes para partir a América. En la película el presente no sepulta al pasado, sino que se encuentran ambos totalmente visibles. "No me apetecía hacer una película de época", afirma el director. "No quería reconstruir el pasado. Hay refugiados en todo el mundo, vivimos en una Europa en la que el nacionalismo está en auge y no quería aprovecharme de la zona de confort que representan las películas históricas".
El público se enfrenta a esta arriesgada propuesta, que ha sido calificada como ‘antihistoria', sin que se le ofrezca ninguna justificación, preámbulo o comentario. Y aunque en sus minutos iniciales la película provoca una intensa sensación de desconcierto, a la larga el director consigue establecer en la mente del espectador una clara conexión entre el fascismo y el odio reinante en la Segunda Guerra Mundial y el sentimiento de rechazo a los refugiados que ha surgido en los últimos años en Europa. Y además, al poner el foco en un protagonista alemán, consigue romper las barreras geográficas, económicas y culturales que impiden que los ciudadanos del primer mundo se pongan en la piel de cualquiera de los millones de personas que han perdido su hogar en el planeta. "Durante el rodaje, al reconstruir el pasado en el presente, me di cuenta de lo fácil que era verme a mí mismo como a un refugiado", recuerda Petzold. "En el fondo todos tenemos esa identidad".
Por si el juego entre presente y pasado no fuera suficiente, el director alemán también arriesga a la hora de plantear el punto de vista, cediendo la narración a una voz en off en tercera persona que vuelve a desmarcarse del libro de Seghers, en el que es el propio protagonista quien cuenta la historia. "Cuando un personaje habla desde el ‘yo' en una película, habla demasiado", opina el cineasta. "Mi referencia para En tránsito fue el estilo narrativo que Kubrick empleó en Barry Lyndon (1975) en el que un narrador observa al protagonista y le quiere a pesar de sus defectos. Si miramos a Georg de esta forma al final tenemos una actitud muy especial hacia él"."No quería aprovecharme de la zona de confort que proporcionan las películas históricas". C. Petzold
Más allá de consideraciones formales, Petzold entrega un melodrama a la altura de sus dos magistrales películas precedentes, Barbara (2012) y Phoenix (2014), ahora ya sin la colaboración en la escritura del cineasta Harun Farocki, fallecido en 2014, y sin Nina Hoss en el reparto. Y, al igual que en aquellas, vuelve a indagar en el pasado de Alemania y en asuntos como la identidad, la huida, la culpabilidad y el amor. Georg, un joven silencioso e impenetrable que se desenvuelve como un detective de cine negro, acabará haciéndose pasar por el escritor Wiedel cuando le confundan con él en el consulado. Todo se complicará cuando se enamore de Marie -Paula Beer, vista en Frantz (2016) de François Ozon-, la mujer del escritor, que vaga por Marsella buscándolo tras recibir la noticia de que ha vuelto a la ciudad. "Georg es un héroe trágico que madura y se enamora. Además adquiere la identidad de alguien que tiene deseos, necesidades y que acabará realizando un sacrificio", explica Petzold.
@JavierYusteTosi