JR y Agnès Varda delante de un mural creado con imágenes de mineros
Tras su paso por el Festival de Cannes de hace un año y la nominación al Óscar al Mejor Documental, por fin llega a España Caras y lugares, un filme que ofrece un fresco aleatorio, espontáneo y humanista de nuestro tiempo.
Caras y lugares surge del deseo de la autora de Cleo de 5 a 7 (1962) y del artista callejero JR (París, 1983), 55 años más joven que ella, de rodar una película juntos. Durante dos años, a razón de cuatro días al mes para no trastornar demasiado la delicada salud de la anciana cineasta, salían en la furgoneta-fotomatón de JR a la búsqueda de personas corrientes a lo largo y ancho de la Francia rural. La idea era capturar con la cámara sus rostros y sus historias para más tarde, a partir de ampliaciones de las imágenes obtenidas, intervenir artísticamente con enormes murales los lugares que habitan. A lo largo del metraje, no solo enfocan y escuchan a mineros, granjeros y agricultores, trabajadores de una fábrica, un cartero, una camarera, a las mujeres de los estibadores del puerto de Le Havre... También los convierten en protagonistas de experiencias que los transforman y emocionan o que incluso les fastidian o asustan.
De esta manera, la película -que no está exenta de una lectura política que la emparenta con Los espigadores y la espigadora (2000), ya que en más de una ocasión carga las tintas contra el capitalismo salvaje- ofrece un fresco aleatorio, espontáneo y humanista de nuestro tiempo que se reafirma en la entrañable y cómica relación que establecen Varda y JR, sostenida por la sintonía artística y personal que comparten y por una tensión generacional que no cae nunca en el manido rol de maestra y alumno. Además, como el cine de Varda es inseparable de su propia vida, Caras y lugares acaba convirtiéndose en una potente reflexión sobre la memoria y la mirada, capacidades que poco a poco van en retroceso en el cuerpo de la directora, y sobre la muerte.
Varda, que al principio del filme compara a JR con Jean-Luc Godard por la manía que tienen ambos de ir siempre con las gafas de sol puestas, reserva para el final del metraje una visita al cineasta francés, el otro miembro de la Nouvelle Vague que permanece con vida y que además acaba de estrenar película en Festival de Cannes, Le livre d'image. Y aunque las cosas no le salen como esperaba, el director de Pierrot el loco (1965) sirve el último estallido de emoción de una película (y quizá una carrera) incontestable.
@JavierYusteTosi