Philippe Lesage durante el rodaje de Los demonios

Siguiendo la estela de los grandes cineastas canadienses, el reputado director de documentales Philippe Lesage debuta en la ficción con Los demonios, una película que aborda el despertar de la sexualidad en la infancia con ecos del mejor Michael Haneke.

El cine canadiense, tan cerca de la industria de Hollywood como de los estándares europeos, ha dado a luz a una serie de carismáticos cineastas que no han tenido miedo de acercarse a los rincones más oscuros de la naturaleza humana. Esta estirpe sigue una línea que va de David Cronenberg a Xavier Dolan, pasando por Atom Egoyan, Denis Villeneuve o Jean-Marc Vallée. Ahora el nombre de Philippe Lesage (Saint-Agapit, 1977), director curtido en el mundo del documental, se suma a este magnífico linaje con un debut en la ficción que quizá tenga en la tensa frialdad del cine de Michael Haneke su mayor referencia.



Los demonios aborda con crudeza un tema que puede provocar en el espectador cierta incomodidad: el despertar sexual de un niño. "La emociones son muy intensas cuando eres pequeño", explica Lesage a El Cultural. "En la película los temores de Félix están muy conectados con el despertar de su sexualidad y también a la sexualidad de los adultos que le rodean. Pero él, aunque ya lo lleva dentro, no sabe nada sobre sexo. Uno de mis objetivos con la película era romper el tabú: los niños tienen pulsiones sexuales y los adultos lo olvidamos".



La película se desarrolla en la apacible ciudad de Montreal. Félix vive con sus padres y sus hermanos en el típico barrio residencial de clase media de las afueras, de casas adosadas y chicos en bicicleta, que tan bien conocemos gracias a las películas norteamericanas. La sospecha de que su padre pueda tener una aventura con la madre de un amigo pone en marcha la configuración de los demonios del protagonista, que a la larga no serán tan imaginarios como parecían. Sin embargo, no hay nada sobrenatural o paranormal en la película, aquí no hay espacio para Spielberg o Shyamalan. Los demonios a los que hace referencia el título son las consecuencias psicológicas de juegos iniciáticos que cuestionan la propia orientación sexual, de intensos amores platónicos, del cruel bullying, del miedo que engendran leyendas urbanas sobre el SIDA o el rapto de niños… Cuestiones trascendentales a la hora de marcar el desarrollo de nuestra identidad.



Una imagen de la película

Más que la provocación (Lasage opta por el fuera de campo para los pasajes más escabrosos), lo que el director cultiva con gran acierto en la película es la tensión. Para ello, se vale de luz y sonido natural, con imágenes de colores cálidos, y de planos largos y abiertos en los que el espectador siempre está a la expectativa, a veces sin una referencia clara sobre dónde posar la mirada, esperando que suceda algo que no acaba de llegar. "Para mí el horror no es algo que ocurre obligatoriamente por la noche, en la oscuridad de una calle vacía, sino que es más parecido a caminar por la calle en un día luminoso y que un extraño te apuñale sin mediar palabra", comenta el director.



Lasage utiliza una puesta en escena naturalista, algo que conecta con su experiencia como realizador de documentales. "Siempre digo que el guión debe desaparecer cuando empieza el rodaje. Si tienes preparado hasta el último detalle te ves obligado a renunciar a lo inesperado y a mí me gusta ser sorprendido mientras ruedo", asegura el director que, a pesar de la dureza que recorre la columna vertebral del filme, opina que es una película más luminosa que oscura. "Quería mostrar la realidad tal cual es: lo horrible y lo bello. Pero creo que lo bello supera en la película a las cosas horribles".



@JavierYusteTosi