Fernando Trueba. Foto: Guillermo Rodriguez
Casi veinte años después de La niña de tus ojos (1998), uno de los mayores éxitos de Fernando Trueba (Madrid, 1955), el cineasta rescata varios de los personajes de aquella película. Su estrella, Penélope Cruz, ya no es una joven actriz española haciendo una película folclórica en Alemania sino una estrella de Hollywood que regresa a nuestro país para protagonizar un drama histórico. En la película se reencuentra con muchos de los personajes de aquel primer filme como el director de cine antifranquista al que da vida Antonio Resines o el actor interpretado por Jorge Sanz. De la Alemania nazi a la España franquista no hay tanto trecho y Trueba vuelve a plantear una comedia en la que el mundo del cine y de los artistas sirve como oasis de libertad frente a una realidad marcada por el totalitarismo.Pregunta.- ¿Por qué una segunda parte de La niña de tus ojos?
Respuesta.- Cometí la indiscreción de decir que iba a hacer esta película cuando presenté El artista y la modelo en 2012 en San Sebastián. Penélope estaba en el festival presentando una película italiana (Volver a nacer) y me dijo: "Oye, no sé qué has dicho que todo el mundo me pregunta por esa película". No había ni escrito el guion aún. Se me ocurrían cosas pero algo totalmente descontrolado y cuando empecé a pensarlo seriamente y se me estaban ocurriendo diálogos y gags lo fui hablando con los actores. Rosa María Sardá, Loles León y todos me dijeron que estaban encantados.
P.- ¿Cómo se hace una comedia que sucede en el periodo más oscuro del franquismo?
R.- Lo que late detrás de algunas de las mejores comedias españolas, como Plácido, El verdugo o El cochecito, no deja de ser terrible, una realidad muy dura y dentro de eso conseguían hacer comedia. Con más razón se puede hacer ahora que ha pasado más tiempo porque imagínate lo duro que era hacerlo entonces.
P.- Vemos la cara B del cine. No son "famosos" con glamour sino puros supervivientes.
R.- Son una pandilla de supervivientes a los que la vida les ha dado más o menos leña. Algunos han tenido mejor vida pero en general son unos supervivientes. Vemos al personaje de Fontiveros, (Resines) que no tiene familia, ni oficio, ni hogar en el mundo. Y el viejo también está acabado como les ocurrió a muchos directores de esa generación que terminaron mal por culpa del alcohol o muchas otras cosas y que casi seguían haciendo películas por mantenerse ahí vivos. A pesar de eso creo que los dos están tratados con mucho cariño porque yo a estos dos colegas los quiero. Lo único que hacen es tratar de seguir viviendo, no tienen ni la opción de elegir entre purismo o venderse.
P.- ¿Quería reflejar esa Europa mítica que representa Hollywood?
R.- Hay un momento en el que hago un poco de parodia de El Cid. Ese abrazo de Charlton Heston y Sofia Loren es muy divertido porque entonces era todo muy tremendo. También eso era bonito. Es el mundo de la ficción y el mundo de la verdad. Hay una frase de Lubitsch que dice "he estado en Montecarlo de Mónaco y en el de Hollywood y me gusta más el de Hollywood".
P.- ¿Frente a esa España cerrada y hostil, el cine americano representa el color que nos falta?
R.- Yo tengo familia en Los Angeles. Un tío de mi madre emigró y puso una peluquería allí, después mi tío Luis se convirtió en un médico muy respetado. Recuerdo que cuando presentamos La niña de tus ojos en la filmoteca de Los Angeles el hombre estaba enfermo pero vino a verla. Y toda la presentación de la película la hizo hablando de mi tío Luis. Les dije, mira, en España todos eran calvos, bajitos y con bigote, como un actor que se llama José Luis López Vázquez. Esa era la España en la que yo crecí. Y, cuando de vez en cuando venía mi tío Luis, era como si viniera Kennedy o Cary Grant porque era guapo. En España no había hombres tan guapos. Recuerdo que cuando era pequeño estaban suscritos a la revista Life y nos la mandaban después a Madrid con una semana de retraso. Mi hermano y yo la abríamos y veíamos esas fotos tan buenas y nos fascinaba. En mi casa no había nevera y nos mandaron una de segunda mano, creo que era Westing House, una nevera enorme que ocupaba media cocina. Quizá hay algo de ese recuerdo infantil casi sin darme cuenta. Hubo una época en la que mi padre tenía una moto Lambretta. Después, cuando fueron naciendo hijos se compró un sidecar. Íbamos los ocho hijos con mis padres en esa moto. Mi tío Luis nos hizo una foto para enseñarle a la gente en América lo que era este país. Hay un momento en el que le hago un homenaje a eso, cuando Resines vuelve al estudio sale una Lambretta con sidecar llena de niños.
P.- Hay muchas referencias a los rituales del trabajo artesano del cine. ¿Quería hacer un homenaje al oficio?
R.- El cine siempre ha sido una artesanía y lo sigue siendo aunque estemos en la era digital. En los estudios de posproducción de Madrid están haciendo trabajos de primer nivel para Bayona o Juego de tronos. Hay una tecnología supermoderna con esos chicos jóvenes haciendo 3D pero al final también es artesanía. Los ves trabajar con ese mimo y ese detalle y al final son como Emilio Ruiz, al que homenajeamos en la película, pintando un faro en Cifesa. Cambia la tecnología pero sigue siendo artesanía. En esta película conviven esos dos mundos, el analógico y el digital. Emilio para mí representa esos artesanos geniales que había en España que luego se los llevaba David Lean o Dino de Laurentis porque eran unos genios.
P.- Es curioso, en Europa tenemos nobleza, en Hollywood estrellas de cine.
R.- El máximo ejemplo era Cary Grant. Un cockney de los barrios bajos de Londres que sufrió abusos infantiles de niño, emigró a América y se dedicó a imitar el acento de la clase alta británica y lo consiguió hasta tal punto que la reina de Inglaterra lo invitaba a cenar con él. La aristocracia inglesa imitaba la forma de hablar de Grant. Ese es el mayor logro, hacer una ficción y que la ficción inunde la realidad. Al final se convirtió en el gran príncipe del cine.
P.- ¿Surge el arte como respuesta al horror totalitarista?
R.- En el fondo siempre estamos viviendo lo mismo con colores distintos o ropa distinta. La historia se repite y los conflictos se repiten. Son luchas eternas, una especie de guerra que nunca acaba. Los artistas de cine no solo nos divierten sino que dan testimonio de algo que es muy importante, nos enseñan el mundo de una forma digerible porque lo iluminan desde otro punto de vista y eso es muy necesario. La vida sin arte sería inimaginable, no existiría. El ser humano no solo necesita fabricar, producir y matarse unos a otros. También necesita esa cosa que es la expresión. Es algo que va más allá.
P.- ¿Cómo combina tantos géneros a la vez en la misma película?
R.- Mezclo casi todos los géneros, creo que solo me falta la ciencia ficción. Hay comedia, hay drama, hay película de aventuras, hay documental y hay musical. Es siempre muy arriesgado cuando lo estás haciendo porque te preguntas cómo lo vas a ligar. Es como un arroz que estás haciendo con ingredientes nuevos.
P.- ¿Por qué algunos ahora dicen que el franquismo "tampoco estuvo tan mal"? En Alemania nadie lo diría de los nazis.
R.- Hay un revisionismo histórico últimamente muy gordo. Siempre ha existido ese tipo de justificaciones a las atrocidades y muchas veces por parte de gente con un gran nivel. Ahí está Heidegger, que es el filósofo más importante del siglo XX, y no solo se apuntó al nazismo, lo hizo con entusiasmo e hizo todo lo posible para meter a su hermano en el partido. Su mujer era una señora que consideraba que Hitler era muy blando. La gran vergüenza del siglo XX es que el pensamiento no fuera capaz de parar todas esas atrocidades. Cuando echaron a los profesores judíos de su universidad, Heidegger no movió ni el dedo meñique. Si él pudo hacer eso, qué te va a sorprender que haya historiadores revisionistas o lo que diga un cafre que no ha tenido ni educación ni cultura. Eso son las cosas que hay que corregir porque hay que intentar que el mundo vaya para adelante y no para atrás. Hay que ser lúcido en eso también. Lo que me sorprende es que se siga suponiendo que todos los artistas y los escritores son de izquierdas porque en el fondo son como el resto de la sociedad. Hay el mismo número de izquierdas y derechas porque son un reflejo de la sociedad.
P.- ¿Es ese final su pequeña venganza personal contra Franco?
R.- Yo sobre todo estoy haciendo una comedia. Y a cada uno, quieras que no, se le acaba viendo el plumero. Pero al final lo importante es hacer una comedia de la que no te avergüences, que la consideres inteligente y divertida y a ser posible que transmita los valores que creas adecuados. Pero el mayor triunfo es la risa del público. Cuando haces una película como ésta lo que quieres es que la gente se lo pase bien. Creo que sobre todo es una película muy vitalista. Dentro de sus partes oscuras es una película muy desenfada que quiere transmitir alegría de vivir.
P.- Vemos el ascenso de Trump y de la ultraderecha en media Europa. ¿Hay riesgo de involución?
R.- No soy historiador ni futurólogo pero si en algo se distingue la historia de la humanidad es que los desastres ocurren y suelen hacerlo de manera inesperada. La gente se confía y piensa que las cosas nunca irán a mal. Y eso se repite una y otra vez. Mientras hacemos esta entrevista están sucediendo todo tipo de desgracias. Hay cosas maravillosas en el ser humano, está Shakespeare y Cervantes y Mozart, pero la capacidad del mal es infinita. Lo que fue el Holocausto o el gulag parece imposible que vaya a repetirse pero cuando ves que Trump nombra a racistas y negacionistas...
@juansarda