José Luis Gómez interpreta a Miguel de Unamuno en La isla del viento

Cuando se cumplen 80 años del célebre discurso que Miguel de Unamuno pronunció en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el director Manuel Menchón estrena La isla del viento, una película protagonizada por José Luis Gómez que recrea este episodio y aborda el destierro de Unamuno en Fuerteventura tras sus desencuentros con la dictadura de Primo de Rivera.

Del 10 de marzo al 9 de julio de 1924, el ínclito Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936), rector de la Universidad de Salamanca e intelectual español muy respetado en todo el mundo, fue a dar con sus huesos en la isla de Fuerteventura, en el rincón más apartado posible de España, exiliado por orden del general Primo de Rivera, contra cuya dictadura había escrito. Esta pequeña anécdota, que recuerda un poco al esquema de aquella popular El cartero y Pablo Neruda (Michael Radford, 1994) en su confrontación entre el gran hombre y un ambiente rústico, sirve al cineasta Manuel Menchón (Málaga, 1977), al que conocemos por el documental Malta Radio (2009) para crear una película académica sobre una figura mítica de la cultura española.



Lo mejor de La isla del viento, una estimable película, es la pasión que le pone José Luis Gómez a su interpretación del escritor. Surge una contradicción nada infrecuente entre los grandes humanistas, su amor por lo humano y su dificultad para convivir con los humanos de carne y hueso. Y aquí está lo más interesante del filme, la forma en que Unamuno reacciona y se enfrenta a la misma miseria y caciquismo que ataca con valentía en sus escritos. El mundo de las ideas contra el mundo de las realidades que se materializa en la relación del escritor con el cura interpretado por Víctor Clavijo, quien conoce muy bien aquello sobre lo que Unamuno escribe y teoriza.



El Unamuno que vemos es un señor mayor y gruñón, perpetuamente vestido de negro, como si estuviera de luto, lo que le da un aire de hombre chapado a la antigua a pesar de lo revolucionario para la época de sus planteamientos, que desdeña a las mujeres y vive como un monje entregado a su misión redentora de la patria y de la propia literatura. "La literatura es una tumba", decía el maestro, y en esa tumba vive aunque el mundo exterior, a veces tan molesto, no puede dejar de penetrar en la intimidad de un verdadero devoto de una Causa Mayor.



La isla del viento, todo hay que decirlo, podría haber sido mejor película si no fuera tan discursiva: no hace falta que los personajes digan siempre lo que les pasa y lo que piensan.



@juansarda