Carlos Saura. Foto: Nacho López
El veterano director estrena Jota, una película que pretende reivindicar esta música tradicional aragonesa, desconocida en el extranjero. Para ello se ha rodeado de un amplio y ecléctico elenco de artistas como Ara Malikian, Sara Baras, Carlos Nuñez, Cañizares, Giovanni Solima, Alberto Artigas y Miguel Ángel Berna.
La siguiente entrevista se produce en dos partes. La primera, a finales de diciembre del año pasado, con motivo del estreno, frustrado, de Zonda, su película sobre la música argentina. Fue una entrevista mucho más extensa en la que Saura, que acababa de volver de Francia donde había estrenado Zonda con grandes honores, tenía un ánimo melancólico respecto a España. "Un país en el que se vive muy bien en el que lamento la falta de educación y de cultura".
Primera parte: Jota
Pregunta.- ¿Por qué la jota ahora?Respuesta.- La jota estaba olvidada. Aragón pasa desapercibida. Está rodeada de Cataluña y el País Vasco que es gente con mucha más energía y se ha quedado como un terreno plácido. Nuestra intención es demostrar que se puede bailar con un pantalón o una camisa. Que la puede bailar un chico o una chica y el efecto es precioso porque el cuerpo humano es muy bonito. No nos quedamos con la jota clásica sino que tratamos de abrir nuevos caminos.
P.- La jota está poco presente. ¿Sentía la necesidad de darle nueva vida?
R.- Mi asesor, Miguel Ángel Berna lleva años luchando en Aragón y en medio mundo por la jota pero no ha tenido la vigencia del flamenco, aunque cuando yo empecé a hacer películas el flamenco no tenía ni mucho menos la presencia que tiene ahora. Hoy hay escuelas de flamenco en medio mundo. Hay un hilo entre la jota y el flamenco. En general, en la música española hay un hilo común más fuerte de lo que se supone. Todo es muy reciente, del siglo XIX. La jota es el subproducto de lo que quedaba de la cultura aragonesa y hay en ella influencia árabe y judía. Son muchas cosas mezcladas que se convierten en la jota.
P.- Se habla poco de esa influencia árabe. ¿Es un espejo en el que no queremos mirarnos?
R.- Yo me llamo Saura, y "al saura" significa "la revolución" en árabe. El periódico de Saddam se llamaba así y hay un barrio en Bagdad que se llama igual. En un hotel de Qatar me dijeron: "Mister Revolution". ¿Cómo no vamos a tener mucho de árabes si estuvieron aquí ocho siglos?
P.- ¿Cómo se plantea cada pieza?
R.- Cada pieza tiene su propia personalidad. Tiendo a que no tengan más de cuatro o cinco minutos y entonces me lo planteo como una película corta que tiene su comienzo, su desarrollo y su final. Cada uno podía ser un corto. Es muy apasionante. Se va uniendo un corto con otro. El problema de hacer una película como esta, y he hecho ya nueve, es cómo ordenar este material. ¿En función de qué? Es un juego de varios elementos. A veces los conoces y a veces no del todo. La escenografía, la luz y la cámara son importantísimas. Yo todos los musicales los hago en estudio, encerrado. Y luego vienen las sorpresas. Normalmente te sorprende porque tiene una calidad mayor de lo que esperabas y consigues sacar lo máximo de estos artistas. No sé lo que son, pero no creo que sean documentales, van un poco más allá.
P.-¿Hay una asociación mental entre el franquismo y la jota?
R.- Es cierto, está asociado a Franco. Pasaba un poco lo mismo con el fado en Portugal. Había un poco ese resquemor de que correspondía a la época de Salazar porque los socialistas habían dicho que era una cosa de la dictadura. Con la jota ha pasado un poco lo mismo, pero ¿qué tendrán que ver? A Franco lo que pasaba es que le gustaba la jota y el flamenco, nada más.
P.- Quizá la jota se ha ido perdiendo porque muchos de esos pueblos de Aragón están vacíos. Se habla mucho ahora de esa "España vacía".
R.- No sé hasta qué punto es cierto. Cuando voy a pueblos de España están siempre abarrotados. Ahora estoy haciendo un documental sobre la obra de Renzo Piano en Santander (el Centro Botín) y veo pueblos muy vivos en Cantabria. Y veo que los ciudadanos de Madrid están deseosos de salir corriendo.
P.-¿Le gusta este mundo de móviles y ordenadores?
R.- La memoria se va cauterizando. Fíjate qué maravilla es un ordenador. Lo tienes todo allí. Pienso que estos avances son buenos pero se ha masificado todo. Cuando voy a Madrid hay una sección en Moncloa dedicada a DVDs donde hay millones de películas. Quiero comprar y hay tantas que acabo no comprando porque ya no sé qué comprar. Me pregunto, coño, para qué hago yo cine si hay tantas películas y seguro que las habrá buenas. Ahora todo es un exceso. Ahora todo es inmediato.
Segunda parte: Zonda
La entrevista se produce en casa de Carlos Saura en Collado Mediano, pocos días antes de las primeras elecciones generales del 26 de diciembre.P.- Ahora hay un frenesí político que antes no había. ¿Es positivo?
R.- Ni una palabra han dicho los políticos de cultura durante la campaña. El error es fundamental. Si se nos conoce fuera de España es por los artistas porque apenas se nos conoce como país. Lo único que nos queda es el fútbol. Ese frenesí político es cuestión de marketing, de bombardeo constante. Igual que en el cine. Por ejemplo, el bombardeo de la saga de la Guerra de las Galaxias es vergonzoso, en todas las televisiones. Y desde luego se consigue que dos millones de personas vayan a ver la película. Los jóvenes de ahora saben inglés sin estudiar inglés. Es una colonización, pasiva, tranquila, pero colonización al fin y al cabo. La fuerza de la industria americana era poderosísima.
P.- ¿Hemos dejado de lado el folclore español por querer ser modernos?
R.- Huyo totalmente de la palabra folclore. El folklore es algo que permanece quieto, inmovilizado a lo largo de los años. Creo que también nos hacen perder las raíces. Yo respeto mucho la música americana, pero no hay derecho a que en la televisión nacional, los programas tengan bandas sonoras de música americana. Es una invasión impresionante. De una forma solapada van metiéndonos la cultura anglosajona y aquí nadie hace nada. En España hay gente maravillosa que está completamente olvidada. La copla, por ejemplo, está totalmente olvidada, cuando muchos de esos ritmos son muy fácilmente actualizables.
P.- ¿Es pesimista con España?
R.- Somos un país bárbaro y perezoso que no ha despertado o no quiere despertar. Está cómodo donde está, con sus problemas, eternos algunos, y con su inmovilismo secular. En Francia, Alemania o Inglaterra ves mucho mayor dinamismo. Ahí tengo una dicotomía personal porque a veces me pregunto si todos no deberían vivir como en España. Como los que viven bien, claro.
P.- ¿Buena vida y poca cultura?
R.- Me gusta mucho este país. Hay una forma de vida mediterránea que, si tienes trabajo y puedes vivir bien, es fantástica. Los que nos podemos quedar aquí debemos reconocer que las relaciones son muy agradables. Y eso que Madrid ha cambiado mucho, hay una violencia que no había antes. Cada vez se parece más a Nueva York, cada uno va a sus cosas. Antes era una cosa más provinciana y era más agradable. Acabo de estar dos meses en Valladolid y he visto ese ambiente provinciano de calidad. La gente es amable y elegante, la comida buena...
P.- ¿Sigue la campaña electoral?
R.- Estuve viendo el debate de Rajoy y Pedro Sánchez y me daba vergüenza. Era como la pelea de dos tíos en un bar. Me pareció una cosa lamentable que ninguno de los dos tuviera la categoría ni la serenidad de enfrentarse al rival, porque lo hubiera aplastado. Me molestó mucho Sánchez, que tenía una idea mejor. Parecían dos patanes en un bar. Una visión de España terrible. Siempre hablando del pasado y no del futuro. Me pareció de poca altura política.
P.- ¿Ha mejorado este país en sus años de vida?
R.- España ha mejorado muchísimo desde los tiempos de Franco. Yo he vivido la guerra, con muertos, y la posguerra, que fue una cosa espantosa. Había una miseria de país medieval. Acabo de publicar en Alemania un libro con fotos de los años 50 y 60 donde te das cuenta que España era el Medievo, un desastre. Poco a poco España ha cambiado. Es un país dentro de Europa. Francia o Alemania van más adelantados pero la diferencia no es abismal.
P.- ¿Por qué hace tantas películas musicales y tan pocas de ficción?
R.- Me ofrecen las películas musicales. Hace poco me ofrecieron un musical en Rusia y he dicho que sí, aunque ya veremos qué pasa con el proyecto. Tengo otro proyecto en la India relacionado con el bailaor Vicente Escudero. Yo siempre he tenido que buscarme la vida. Cuando hice mi primera película, Los golfos (1959), era imposible hacer una película en España. La hicimos en la calle. El avance es meteórico. Mi problema con España es cultural. Francia tiene otros problemas. La gente vive en sitios muy pequeños. Lo que envidio de fuera es el movimiento cultural. Un país sin cultura no tiene nada que hacer en el mundo.
P.- ¿Le quieren más fuera?
R.- Yo soy mucho más conocido fuera de España. Si no hubiera sido por Francia no hubiera hecho la primera película. Y si no fuera por los festivales internacionales no podría haber hecho las otras. Los críticos españoles ahora dicen que La caza es mi mejor película, yo no lo creo. Cuando salió tuvo unas críticas espantosas. Cría cuervos (1976) tuvo unas críticas malísimas y fue a verla muy poca gente aquí. Pero en Francia fueron dos millones de espectadores. El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) también tuvo unas críticas horribles y ahora está considerada una de las mejores películas españolas de la historia. Carmen (1983) en Alemania fue la locura y la siguen poniendo por televisión y aquí está olvidada. Es el país que tenemos.
P.- ¿Y no se ha planteado nunca marcharse?
R.-¡En Francia quizá me hubiera ido peor! Yo soy muy anarquista. No sé nunca lo que ha sido una patria. Los países se han montado de una manera muy agresiva, muy caprichosa, y de forma violenta. España es un país con muchas zonas diferentes y mucha gente distinta. A mí eso me gusta mucho. Creía mucho en la idea de la Unión Europea y me parecía más interesante que una Francia o una Italia. España es un país de naciones, los aragoneses se sienten aragoneses, los catalanes, catalanes y los vascos, vascos. Somos muy distintos. Veo clarísimo que debería ser una República federada. Pero aquí parece que la palabra república suena a guerra y que si hay otra guerra, esperemos que no, sería por lo mismo.
@juansarda