Carlos Saura junto al crítico Carlos Reviriego

El cineasta Carlos Saura repasa sus 60 años de trayectoria profesional en una Máster Class patrocinada por Iberdrola para los alumnos del Máster de Crítica y Comunicación Cultural de El Cultural. A sus 84 años, el director de La caza muestra una gran vitalidad y analiza la situación cultural y política del país.

Ya decía Luis Buñuel que lo peor que puede hacer un director de cine es publicidad de sí mismo. Carlos Saura (Huesca, 1932) suscribe estas palabras y por ello no se prodiga a la hora de acudir a la infinidad de actos, eventos, conferencias y demás saraos que le proponen. Incansable a sus 84 años, el director de cine prefiere encerrarse en su estudio con sus más de 600 cámaras fotográficas ("todos los días hago una foto para no perder la forma") a pergeñar nuevos proyectos. Entre ellos, se encuentra el esperado filme sobre la creación del Guernica de Picasso, que debería comenzar a rodar a finales de este año con Antonio Banderas en la piel del pintor malagueño. Sin embargo, el director de Cría Cuervos (1975) ha querido hacer una excepción para impartir una Clase Magistral para los afortunados alumnos del Máster de Crítica y Comunicación Cultural de nuestra revista.



En el acto, que tuvo lugar en Madrid, en la Escuela de Negocios CIFF, el crítico de cine Carlos Reviriego guiaba una conversación que abordó una gran disparidad de temas, desde las influencias en su cine hasta la situación política y cultural del país. Recordó Carlos Reviriego para iniciar la charla que el corto documental El pequeño río Manzanares, la primera película del director oscense, databa de 1956, por lo que este año cumple 60 años de carrera profesional. Sin embargo Saura pensaba en su juventud que se dedicaría a la fotografía. "Mi primera exposición la hice con 19 años y creía que ese iba a ser mi camino", explica el cineasta. "Pero se me quedaba corto. En aquel momento no estaba de acuerdo con la concepción de la España triunfalista del franquismo así que recorrí muchos pueblos haciendo fotografías. Pensaba hacer un libro con ese material que explicará la visión que tenía yo de mi país".



Cuando el libro estaba muy avanzado, Saura lo abandonó para probar en el cine, arte mestizo para el que estaba sobradamente preparado. "Mi madre era pianista de música clásica y yo soy músico frustrado pero tengo una cultura musical amplia en el terreno clásico y en el flamenco y las músicas populares de muchos países", explicó. "Además, de pequeño dibujaba mejor que mi hermano Antonio, que después me superó, pero nunca dejé de dibujar y pintar. Y por supuesto siempre he ejercitado la escritura". Sin embargo, Saura dice sentirse amateur en todas las artes menos en el cine porque "pago impuestos".



Durante décadas los críticos han tratado de desentrañar influencias, simbolismos, metáforas y abstracciones en el cine de Carlos Saura, pero el director se muestra reticente a la hora de seguir ese juego. "Los golfos (1959), mi primera película de ficción, es realista en un sentido relativo y, más que emparentada con el neorrealismo italiano, mira a una realidad española concreta e incluso al realismo de otras épocas, como por ejemplo la picaresca", explica Saura. "España tiene un material cultural histórico impresionante. Es verdad que puede haber alguna metáfora en mis películas pero la metáfora forma parte del legado de Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca... El problema es que los críticos de cine no han leído las grandes obras de la literatura del siglo de oro".



Tras Los golfos, el director volvería en varias ocasiones al realismo más descarnado que afrontaba un panorama concreto español con personajes muy reconocibles: La caza (1965), Deprisa deprisa (1981), El séptimo día (2004)... "Estas películas siempre me han ayudado a poner los pies en la tierra pero este cine costumbrista al uso nunca fue lo que más me interesó y menos aún después de La caza. Para mí la realidad tenía una cualidad extraña en aquella época y por eso quería hacer algo más imaginativo y creativo".



Se queja Saura de que ese tipo de cine imaginativo no contaba en España con apoyos, que por el contrario siempre vinieron de Francia, Alemania, Italia, EEUU o Inglaterra. "La imaginación abre ventanas y yo siempre he abogado por la libertad pero no solo en el proceso creativo sino también en la forma de hacer las películas, de tener la libertad de moverte como quieras...", explica Saura, que después de que los productores italianos de Llanto por un bandido (1963) "destrozaran" su montaje se prometió a sí mismo que no volvería a ceder la decisión final en ningún proyecto. "Por eso La caza la rodamos en cuatro semanas, prácticamente sin ninguna luz, con cuatro actores y un montón de conejos".



Saura tuvo palabras para compañeros de profesión como Luis Buñuel, del que reconoce una afinidad "más que una influencia". "Hice todo lo que estaba en mi mano para que volviera a España, para mí era como un tío y él me quería como si yo fuera un hijo. Cuando vio La prima Angélica (1973) me dijo que era la película que le hubiera gustado hacer", explicó el oscense. También habló del productor Elías Querejeta, con el que tuvo una fructífera colaboración profesional aunque no creativa. "Él normalmente sabía manipular a la gente, porque lo he visto, pero yo no me dejaba. Nunca me decía nada sobre cómo debía trabajar pero sí que me proponía colaboraciones y proyectos, ahí acertaba casi siempre. Por ejemplo ¡Ay, Carmela! (1990) fue una propuesta suya".



Saura asegura que el cine está en deuda con la ciencia y que de hecho es una consecuencia de la misma y por eso está al tanto de las novedades tecnológicas. Mira con optimismo la evolución del mundo digital, aunque señala el peligro de la banalización que puede suponer el abaratamiento de los medios para elaborar una cinta y aprovecha para reflexionar sobre la imagen. "La fotografía es terrorífica porque captura el pasado pero el cine no es así, es como un espejo porque no tiene la imagen fija, siempre cambia en el tiempo y en el espacio".



Sus palabras más desencantadas van para los políticos por el trato que dan a la cultura. "No han hablado del tema ni en las elecciones ni posteriormente", explica. "La cultura en este país no existe pero cuando sales fuera a quién conocen de aquí es a Gaudí, a Picasso, a Cervantes, a Goya, a Velázquez... Sin embargo, los políticos consideran que la cultura es un divertimento. Si comparas con Francia la diferencia es flagrante. El problema es que se corre el riesgo de que se corte el camino y la próxima generación lo tenga muy difícil para recuperar el pulso cultural".



Por último, Saura cree que el problema de la corrupción es producto de la concepción de la familia que tenemos en los países mediterráneos ("siempre hay que colocar al hijo donde se puede y estar dispuesto a devolver el favor"), aunque considera que es un mal endémico del país desde los tiempos del Conde Duque de Olivares y no un factor nuevo de la vida española y apunta a la educación como única solución. "Los profesores tienen que animar a los alumnos a leer, hasta ahora nuestra cultura es la de jugar al fútbol y hacer el burro".



@JavierYusteTosi