Image: Las dos oportunidades de Hang Song-soo

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Cine

Las dos oportunidades de Hang Song-soo

6 mayo, 2016 02:00

Jeong Jae-yeong y Kim Min-hee en una escena de Ahora sí, antes no

El director surcoreano estrena Ahora sí, antes no, donde reflexiona sobre la dificultad de hacernos entender y ser juzgados por cómo somos y no por cómo nos comportamos.

En la mítica Atrapado en el tiempo (1993), Harold Ramis nos contaba la historia de un señor de mediana edad (Bill Murray) condenado a repetir una y otra vez el mismo "día de la marmota". Este clásico del cine planteaba el deseo humano de corregir nuestros errores y regresar al pasado para hacer bien lo que hicimos. Como es sabido, salvo en la ficción, es imposible desandar lo andado y en su nuevo y espléndido filme el coreano Hong Sang-soo plantea precisamente ese dilema en una sutil y profunda reflexión sobre la dificultad de hacernos entender y ser juzgados por cómo somos y no por cómo nos comportamos. Porque si la vida no nos ofrece la oportunidad de hacer de otra manera aquello que nos duele, el cine al menos sí y ese es el privilegio del más francés de los cineastas asiáticos.

Como es habitual en el autor de películas importantes del cine contemporáneo como Un cuento de cine (2005) o Ha ha ha (2010), en Ahora sí, antes no apenas pasa gran cosa salvo esos encuentros casuales tan rohmerianos que le gustan tanto trufados de conversaciones donde se reúnen la galantería y el ingenio. Con guion del propio director, tiene visos de retrato autobiográfico al plantear una anécdota minúscula probablemente cierta: el cineasta viaja a una ciudad de provincias, allí conoce a una joven admiradora por la que siente un adúltero interés y finalmente hace el ridículo en la presentación del filme enfureciéndose contra un crítico relamido que interpreta su obra de forma pedante.

Jeong Jae-yeong y Kim Min-hee protagonizan Ahora sí, antes no

Nada más, salvo que lo vemos dos veces. En la primera no conquista a la chica y queda en evidencia en una sala de cine llena de gente. En la segunda, quizá sí seduce a la joven pintora y se muestra comprensivo ante las tonterías del crítico. Con una duración excesiva, las dos horas se pueden hacer largas, el cineasta reflexiona también en el filme sobre su propia profesión y los males y delicias de la fama. Irritado por su condición de famoso cuando le gustaría pasar desapercibido, Sang Soo tampoco es capaz de no utilizar su celebridad para conquistar a la artista ni de sentir un cierto placer narcisista por su consideración de hombre prestigioso.

Es posible que algunas personas les ponga histéricas las películas de Sang Soo. Las conversaciones entre los personajes, siempre la base de sus filmes, son larguísimas y por momentos se deleitan en su propia repetitividad. Hay en el coreano una voluntad por captar lo cotidiano y aburrido de la vida, la forma un tanto cansina y desangelada en la que tendemos a vivir nuestra propia existencia. Su gran mérito en este bello filme es encontrar rendijas de luz y de poesía en una realidad gris en la que, además, no hay posibilidad de dar marcha atrás. En eso consiste precisamente la propia vida. Y en lo contrario, el cine.

@juansarda