Image: Frederick Wiseman: La cuestión del color es de carácter metafísico

Image: Frederick Wiseman: "La cuestión del color es de carácter metafísico"

Cine

Frederick Wiseman: "La cuestión del color es de carácter metafísico"

20 marzo, 2015 01:00

Frederick Wiseman

Probablemente es el documentalista más legendario en activo. Padre del Direct Cinema, lleva medio siglo escrutando la maquinaria social del hombre contemporáneo. El autor de obras maestras como Titicut Follies, High School o Central Park, se adentra ahora con su cámara en la National Gallery para entregar una de sus películas más hipnóticas y fascinantes. El maestro Frederick Wiseman recibe a El Cultural.

La literatura cinematográfica asegura que Frederick Wiseman (Boston, 1930) es un documentalista, uno de los más grandes. Desde que debutó con Titcut Follies (1967), obra seminal que recogía los preceptos del Direct Cinema americano, no ha hecho otra cosa en su vida que ejercitar el cine directo, puramente observacional. 43 películas en 47 años. Pero en verdad Wiseman se considera un deportista. Bromea con ello en una habitación del hotel parisino donde recibe a El Cultural: "Para seguir haciendo lo que hago, después de medio siglo, hay que estar en forma. Hacer documentales exige mucho esfuerzo físico", asegura. La conversación se produce apenas dos días después de los antentados que han sacudido la capital francesa y los cimientos de la libertad de expresión. Un derecho que para todo cineasta debería ser esencial, pero que para Wiseman en concreto siempre ha sido innegociable. "No he hecho ni una sola de mis películas sin asegurarme eso -asegura-. De hecho, no empiezo a filmar hasta que tengo una declaración escrita concediéndome el control editorial".

Del movimiento a la quietud

Notario de las instituciones y de la maquinaria social -ha filmado en manicomios, institutos, comisarías, hospitales, juzgados, escuelas para discapacitados, el ejército, gimnasios, compañías de ballet, centros de beneficencia...-, su último retrato directo es el de la pinacoteca londinense National Gallery. "Quería hacer una película sobre un museo desde hace años. Lo intenté en el Metropolitan de Nueva York en los ochenta, pero pedían dinero, y yo nunca pago por rodar -recuerda el cineasta-. Así que aparté la idea, hasta que unos años atrás conocí a la directora de Comunicación del National Gallery. Ella me presentó al director del museo y así empezó todo".

De filmar el movimiento en La danza (2009), Boxing Gym (2010) y Crazy Horse (2011), que podríamos considerar una trilogía en torno al cuerpo, ahora Wiseman ha filmado la quietud de las obras de arte. "No es un cambio consciente -explica-. Otras películas mías, quizá la mayoría, dependen mucho de la palabra. Cada forma de hacer una película es una respuesta a la realidad que tratas de registrar. En National Gallery quería plantear un tema fascinante: ¿de qué modo el hombre de hoy interpreta el arte del pasado?". Para ello, el cineasta se afana en establecer un intenso diálogo entre las obras y los visitantes.

-Me ha costado mucho esfuerzo organizar ese diálogo en la película. Tenga en cuenta que tenía 170 horas de material bruto, y me llevó 13 meses editarlo. Lo cierto es que descubro la película en la sala de montaje, siempre ha sido así. Pero obviamente, lo primero fue dilucidar de qué manera filmar cuadros. Decidimos que, siempre que fuera posible, grabaríamos las pinturas dentro del marco, acercándonos al detalle, porque así la pintura se convertía en algo más vivo, vibrante y fresco. Si filmas el cuadro entero lo conviertes en un objeto, ves el marco y ves la placa al lado. Si el interior de la pintura ocupa todo el plano, entonces puedes ir descubriendo la obra por fragmentos.

National Gallery, la nueva entrega de Wiseman

-También vamos descubriendo así la propia película...
-Eso es cierto. Dado que las pinturas de la National Gallery llegan hasta finales del XIX, antes de que el arte abstracto fuera dominante, podías contar una historia con una serie de planos. Esto se convirtió en un modus operandi en el rodaje y en el montaje. Tenía la elección de contar la historia del cuadro del modo en que contaba la historia de la película, de manera que el filme se convierte en un ensayo comparativo sobre formas artísticas. ¿Cómo cuentas una historia en una pintura, en una película, en un poema? Son cuestiones que me intrigan.

En una época tan sumisa a los estímulos fugaces, una película como National Gallery, de tres horas de duración, exhibe su discurso pedagógico con orgullo. Rosselini hubiera aplaudido la propuesta. La inmersión en los espacios de la pinacoteca londinense, donde belleza y revelación se convierten en conceptos inextricables, cambiará seguramente nuestros conceptos no sólo sobre cómos se gestiona un museo, sino sobre qué uso se da a sus espacios. El diálogo entre los espectadores y obras de Vermeer, Caravagio o Leonardo se expande a los guías del museo, acaso los verdaderos protagonistas de la película, pero también a restauradores, a administradores, a iluminadores, y hasta una sesión, especialmente hermosa, en la que un grupo de invidentes es invitado a ver (palpar) las obras. El ojo de Wiseman no renuncia a nada.

-Usted siempre trata de filmar sin luz artificial. ¿Cómo ha resuelto la fidelidad a la luz de las obras en este caso?
-Trabajando solo con luz natural, como siempre hago. Eso sí, hemos trabajado duro en la gradación de colores. La cuestión del color es de carácter metafísico, porque depende de la luz artificial que haya, del momento del día, si entra luz diurna en la sala o no, por no hablar del envejecimiento natural de las obras, así que es difícil decir cuál es el verdadero color que el artista quería plasmar en su obra. Pero desde luego tratamos de acercarnos lo máximo posible a ello, y los expertos del museo que han visto la película se han mostrado muy satisfechos.

-Da la sensación de que usted ha aprendido con esta película tanto como los espectadores aprendemos viéndola...
-Es una de las bases de mi trabajo. Escojo una materia de la que no sé mucho y me sumergo en ella durante un año. Aprendo sobre la marcha. Cada película es un proceso de descubrimiento, nunca me aburro. Cuando pienso en la vida que he llevado como documentalista lo cierto es que no me puedo quejar. He tenido la ocasión de acompañar a una patrulla de policía, de montar en tanques, de subir a helicópteros, de pasar el tiempo con bellas bailarinas... He tenido una vida muy divertida.