David Fincher. Foto: TAI / Miguel Maroto
A partir de un guion basado en el best-seller Perdida, el gran maestro del cine nortamericano, alquimista de la perversión, regresa con un thriller de múltiples máscaras, preciso y desolador. David Fincher, autor de hitos del séptimo arte como Se7en, El club de la lucha y La red social explica a El Cultural de dónde surge la oscuridad en sus filmes y otras cuestiones alrededor de su obra.
Qué duda cabe, el autor de Se7en nunca mostró el plano de la cabeza de Paltrow, solo filmó la caja vacía. Quien vea la película de nuevo, comprobará que hay en ella mucha menos violencia de la que recuerda. O de la que recuerda haber imaginado. "El cine es un medio muy poderoso. Un grupo de personas están sentadas en la oscuridad y están dándote acceso a su cerebro, y para mí eso es una gran responsabilidad", sostiene. Casi todo aquello de turbio, macabro y perturbador que tiene el cine de Fincher -que imaginó la revolución anárquica en El club de la lucha o relató con detalle la frustrada caza de un asesino en serie en Zodiac- surge, cómo él dice, "de la posibilidad":
- La oscuridad surge de la posibilidad de lo que ha ocurrido. Esto en las películas se suele pasar por alto... Piense en El resplandor. Kubrick sabía que los padres a veces desean abandonar a sus hijos en medio del bosque y nunca más volver a por ellos. Y los niños también lo saben. De esa "posibilidad" trata la película.
El factor de "la posibilidad" es, de hecho, la espina dorsal de la eficacia dramática de Perdida. Basado en el best-seller homónimo de Gillian Flynn (editado en España por Roja & Negra), que también ha escrito el milimétrico, preciso guión, el filme plantea la posibilidad de que un periodista en paro, Nick (Ben Affleck), haya asesinado brutalmente a su mujer Amy (Rosamund Pilke) el día del quinto aniversario de su matrimonio para deshacerse después del cuerpo. Cualquier información que se añade destrozaría al espectador la experiencia de un sorprendente y devastador relato en torno a los secretos y traiciones de la convivencia conyugal, determinado por giros radicales y desvíos inesperados.
En una mañana de septiembre recibe a El Cultural en una suite de un hotel madrileño. Para hacer el tipo de películas que hace, en las que perversión, sadismo y paranoia forman una trinidad temática, lo cierto es que Fincher parece un tipo feliz y socialmente adaptado. Amigable y amable. Llegó de Roma la noche anterior y por la tarde viajará a Londres, inmediatamente después de impartir una clase magistral en la Escuela Universitaria TAI. En su maratón promocional por las capitales europeas, acompañado únicamente de su mujer y productora, Ceán Chaffin, habla detenidamente de su último filme con el convencimiento de que oposita a ocupar un lugar entre sus mejores trabajos.Las películas son un estudio de marketing de cómo hacer que el dinero valga la pena"
- Lo que me interesó de la novela es su intriga, la sensación de no saber en dónde estoy exactamente. Aprecié mucho que Gillian cambiara de género y de tono a lo largo de la historia. Estaba pidiendo hacer algo muy difícil, que es pasar de un misterio a un thriller absurdo a una sátira, y nunca había visto eso. Pensé que la idea en el centro de la historia era correcta, y básicamente se trataba de mostrar cómo construimos una fachada de nosotros mismo, para seducir no solo a alguien con quien quisieramos estar, sino a alguien que creemos que nos merecemos. ¿Qué clase de resentimientos crea esa situación en la pareja? Nunca había visto esta idea dramatizada así.
- El arte del cine se sustenta en gran medida en decidir desde dónde se filma una historia... Y en el caso de Perdida el punto de vista es algo escurridizo...
- Sí, es increíblemente escurridizo. Pero creo que el gran malentendido es que la gente cree que se trata de un "él dijo / ella dijo", pero en el primer borrador del guión ya era totalmente evidente que Gillian había entendido con exactitud que la película era más bien un "ella dijo y ahora él tiene que lidiar con ello". Por lo tanto, a él le vemos de una forma objetiva, y a ella de un modo absolutamente subjetivo. Esto es lo que hace el proyecto tan interesante. Con un guión más literal respecto a la novela, sí hubiera tenido problemas para reconciliarlo cinemáticamente. No creo que se hubiera podido...
- ¿Pero su interés para hacer la película también residía en desentrañar las erosiones de la vida conyugal, como hace la novela?
- Sobre todo estaba interesado en tratar el narcisismo que se genera entre las parejas. ¿Quién creemos que somos para la otra persona y qué piensa la otra persona que somos para ella? Esa pregunta es la que creo que me arrastró a hacer la película.
Ben Affleck es Nick Dunne en Perdida, David Fincher
- La Amy que interpreta Rosamund Pike es un personaje extraordinario. En cierto modo es muy hitchcockiano. La historia se refleja en Vértigo...- Le concedo que la película comparte algunos giros de guion con Vértigo. En todo caso, esencialmente Hitchcock estaba interesado en crear ironía dramática, mostrar algo que nosotros sabemos pero los personajes no, y crear tensión a partir de un conflicto que sabemos que acabará en desastre para uno de los personajes. Ese era el viaje esencial en las películas de Hitchcock, y en ese sentido Perdida es muy distinta. Acepto que se hace eco con Vértigo porque allí el espectador no sabía realmente qué estaba pasando hasta que se escribía la carta, y en este caso no sabes lo que está pasando hasta que alguien lo explica.
Surcada de referencias a las dificultades económicas y la crisis de valores, con un punzante retrato de la obsesión colectiva de una sociedad mediática que confía en la telerrealidad para explicar el mundo y los hombres, Perdida surge como una película conectada con nuestros días, como en su día lo fueron El club de la lucha o La red social, verdaderos puntales del espíritu de la contemporaneidad. Sin embargo, con más honestidad que modestia, Fincher asegura que no se ve capacitado para ofrecerse como un sociólogo de su tiempo. "Ojalá pudiera hablar sobre ello, pero mire, yo vivo en Hollywood, y mi entorno es muy distinto al de la mayoría de las personas. Evidentemente yo no he sentido la crisis financiera en mis huesos, no soy el más adecuado para hablarle del zeitgeist social o incluso cultural. Dicho esto, recuerdo que cuando era pequeño había una industria donde ahora no hay más que desierto, zonas deshabitadas o grandes superficies abandonadas, y sin duda queríamos evocar ese retrato de Norteamérica, con fachadas reconfortantes que vistas más de cerca se derrumban".El guion de Perdida me pedía pasar de un misterio a un thriller absurdo y luego una sátira"
- ¿Pero Hollywood no ha sentido los efectos de la crisis financiera?
- Sí, he sido testigo de cómo Hollywood se ha ido secando. Las películas se han convertido en un estudio de marketing de cómo hacer que tu dinero valga la pena, y para ello los estudios están dispuestos a sacrificar capas de complejidad dramática. En Hollywood solo se hace pornografía de la destrucción. Pero las películas siguen haciéndose allí, solo que la televisión se ha trasladado a Canadá, a Georgia, a Atlanta...
En su primera experiencia televisiva, House of Cards, una serie de Netflix en la que Kevin Spacey interpreta con perturbadora maestría a un político sin escrupúlos en su conquista de la Casa Blanca, Fincher ejerce de productor y ha dirigido varios capítulos. "Ha sido una experiencia buena y mala. Por un lado la televisión es el único sitio al que ir si quieres desarrollar bien un personaje, pero al mismo tiempo se rueda muy rápido y no he tenido todo el tiempo que he querido. Pero voy a seguir haciendo series, y espero llegar a hacer algo importante en la ficción televisiva".
Su desbordante ambición contrasta con la humildad con la que habla de su visión del cine. Casi del mismo modo en que John Ford se definía sencillamente como "un tipo que hace westerns", Fincher se ve como un tipo que hace películas "solo por el placer de contar bien una historia". Se explica: "El exorcista era eso para mí, y El Padrino y Tiburón. No me gusta pensar el cine en términos eruditos, ni quiero piscoanalizarme en mis películas. Cuando escojo un proyecto es porque me parece una buena historia, sé que puedo hacerla bien y construir un artefacto cinemático potente. No me confundo pensando que mis películas aportan algún tipo de beneficio social... No hay nada que impida que algo esencialmente pulp se convierta en arte". Entonces es cuando entra el juego el poder de sugestión del cine. Lo que trasciende la imagen. O, en otras palabras, la posibilidad de Fincher.