Cruentas metáforas del conflicto israelí
Una imagen de Big Bad Wolves
Llega a nuestras pantalla Big Bad Wolves de los directores Aharon Keshales y Navot Papushado, conocida por ser la película favorita del año de Tarantino.
No desvelaremos, claro está, si el supuesto malo es un psicópata asesino de niñas, pero desde el propio título del filme queda claro que en Big Bad Wolves lo que no hay son buenos: "Somos muy fans del cine de Sergio Leone y el personaje de su filmografía que siempre nos ha gustado más es Tuco (interpretado por Eli Wallach, "el feo") ese forajido que nunca sabemos si es bueno o es malo. Nos gusta ese área del gris en la que se mueven cineastas como los hermanos Coen o Tarantino. Aquí partíamos de tres elementos. Por una parte esa figura del 'falso culpable' que siempre da mucho juego dramático. Por la otra, la idea del justiciero que se toma la venganza por su mano. Y todo eso queríamos tratarlo un poco al modo en que lo hace el cine coreano, creando una fantasía sobre ello, una historia aleccionadora. Nos gusta el género de terror porque es muy versátil, al mismo tiempo te da una estructura clara también te da la posibilidad de destruirla".
En ningún país existe una población tan militarizada como Israel, donde todo el mundo, hombres y mujeres, han pasado por el servicio militar y millones conocen la guerra de primera mano. Cuando comienza la violencia, hay que tener en cuenta que como cuenta Papushado: "Israel es el único lugar del planeta en el que si hay altercados en la calle la gente no se mete en su casa sino que sale a ver qué pasa y solucionarlo. No hay nadie que no sepa manejar una pistola. La propia historia de los judíos, plagada de persecuciones y matanzas, ha propiciado una paranoia colectiva, esa sensación de que en cualquier momento van a intentar aniquilarnos. Eso nos define como país". La violencia aparece de forma harto cruenta, algunas veces de forma irónica, otras más sugerida que visible: "Hoy mismo el gore no tiene límites, con los efectos especiales puedes hacer cualquier cosa. El principio que seguimos es muy sencillo: cuando no te lo esperes, enséñalo, cuando lo esperes, escóndelo".
El drama se desarrolla en un enclave rural, en un lugar rodeado de poblados árabes, lo que acrecienta esa sensación de paranoia. Y el árabe, cuando aparece, sirve como contrapunto de sensatez a los alocados protagonistas: "En el cine israelí los árabes siempre son víctimas o terroristas, no existe otro personaje para ellos. Nosotros queríamos que hubiera un árabe que fuera una persona normal. Mientras los israelíes se comportan como maníacos, él es el único normal. Por una parte, convivimos con ellos, la mayoría de nuestros contactos se desarrollan de forma cortés. Por la otra, no hay que perder de vista que hay un conflicto en el que somos enemigos. Como decía Rabin, se hace las paces con los enemigos, no con los amigos. Pero luego a Rabin lo mató un judío de ultraderecha.... En esa escena en la que se sientan y se fuman un cigarro juntos queríamos decir algo sobre lo que está pasando porque al fin y al cabo somos primos hermanos, venimos del mismo sitio".