Fotograma de Mud, de Jeff Nichols.
Tras el éxito de 'Take Shelter', Jeff Nichols vuelve con 'Mud', una película que remite al imaginario de Mark Twain. Protagonizada por Matthew McConaghey, transcurre por caminos algo más convencionales pero funciona y conmueveLa historia del delincuente redimido por la figura de un niño no es nueva. De hecho, la hemos visto muchas veces, ahí está sin irnos al cine clásico esa espléndida Un mundo perfecto (1993), de Clint Eastwood, o El verano de Kikujiro (1999), de Kitano o Camino a la perdición (2002), de Sam Mendes. La confrontación de un adulto con un pasado tenebroso enfrentado a un joven con todo el futuro por delante, entre ingenuidad y cinismo, entre pureza y violencia, es casi un estándar narrativo y funciona porque el choque entre contrarios se presta a una gran riqueza dramática, ofrece la posibilidad de redención y en realidad está en la esencia misma del cine en su búsqueda de verdades a partir de conceptos complejos o paradójicos.
Después del gran éxito de Take Shelter, el texano Jeff Nichols tenía difícil superar a una de las películas más interesantes del cine reciente. Mud, su segundo filme, transita por caminos más convencionales, pero funciona, conmueve y lo confirma como un cineasta inspirado de gran futuro. Cuenta la historia de unos chavales en la preadolescencia que se topan en una isla perdida del Misisipi con un treintañero Matthew McConaghey, inmenso como suele últimamente, un fugitivo de la ley huérfano y perdidamente enamorado desde la infancia de una chica turbia a cuyo último y abusador amante ha asesinado. Habitan en una zona pobre, casi chabolista, a punto de ser derribada por el Gobierno y conviven con la naturaleza de una manera casi salvaje.
"No quería hacer una gran película americana épica", ha contado Nichols. "Necesitaba el río, necesitaba la barca en el árbol, los exteriores y que el filme fluyera como el río. Por eso también la steady cam". Efectivamente, la gran virtud de Mud es que Nichols sortea el peligro del sentimentalismo o la 'grandeza' para contar una historia grande como si fuera pequeña. La cámara se mantiene pegada a los personajes, son frecuentes los primeros planos y Nichols rueda una historia con visos de tragedia con una ligereza que se inspira en cómo vivimos la infancia. Los dos amigos y el Misisipi en seguida nos recuerdan a Mark Twain y no es casual, según Nichols: "Twain mostró mejor que nadie cómo nos sentimos en esa edad".
Fotograma de la película Mud dirigida por Jeff Nichols
Lo mejor de Mud es también su principal enemigo algunas veces. A costa de querer contar una historia con la máxima sencillez, a Nichols a veces lo traiciona una excesiva simplificación de las situaciones y las emociones, con una ligera tendencia al buenismo. Lo cual no quita que Mud sea una película muy bien narrada, a ratos extraordinaria, sobre todo al principio cuando sentimos de una forma muy bella esas emociones de la aventura, la épica, el descubrimiento y los primeros desengaños de la infancia. Sin duda, estamos ante uno de los cineastas más sensibles y ambiciosos del nuevo cine americano.