Cristi Puiu en una secuencia de Aurora.
Lanzado al estrellato internacional con aquella soberbia La muerte del señor Lazarescu (2005), Cristi Puiu (Bucarest, 1967) es desde entonces uno de los directores más interesantes de Europa. Si en aquella famosa película nos explicaba, con claro tono de farsa, la odisea de un anciano que recorre un hospital detrás de otro ante la indiferencia y falta de compasión generalizadas, ahora narra en Aurora (Un asesino muy común) el proceso de degradación de un obrero que acaba asesinando a cuatro personas. Con una duración de tres horas, la mirada de Puiu retrata con estupor y sin melodramatismos la peripecia de un psicóptata que se mueve en un mundo sin falta de compasión. Recién llegado de la Costa Brava a su Bucarest natal, Puiu habla largo y tendido sobre una película fascinante.Pregunta.- El universo de Aurora es muy duro, los personajes se maltratan los unos a los otros constantemente, apenas queda espacio para la conciliación.
Respuesta.- Es mi forma de experimentar cómo funcionan las relaciones personales, no es un manifiesto en el que yo diga "el mundo es así" o "Rumanía es así" porque creo que es más o menos igual en todas partes. La gente no se atreve a escuchar a los demás porque parece que tienen miedo a prestar atención, eso implica reconocer que existen otras personas y que son distintas a ti. No es fácil cambiar las cosas en tu vida para darle un lugar al otro. Al final, quieres ser el centro del universo y todos defendemos lo poco que tenemos.
P.- Vemos una falta de humanidad...
R.- ¡Todo lo contrario! Lo que hay es demasiada humanidad. Lo humanístico no es verdad como se entiende muchas veces porque es un caso ideal, lo realmente humano es que la mayor parte del tiempo no nos preocupamos de los demás. Creemos que somos buenos porque le damos algo de dinero a nuestra madre, o ayudamos a un amigo a ser recibido por el mejor doctor... pero en realidad, no pensamos más que en nosotros mismos. Por ello, cuando conoces a alguien que te presta atención, a quien realmente le importamos, es como si nos hubiéramos encontrado a un extraterrestre y decimos: ¡Qué persona tan extraordinaria! Porque hay muy poca gente que escuche.
P.- Hay un poema de Pessoa que dice algo así como que nunca nos vemos ni nos entendemos porque cada uno "solo escucha una voz en su interior".
R.- Es una forma muy precisa de explicarlo y es lo que le sucede al protagonista. Es un hombre que está en rebelión con el mundo y que no entiende lo que sucede. Cuando escucha un cuento de hadas al principio cree que habita en ese cuento y es un caballero o algo por el estilo que va a defender el bien. Me gusta lo de esa voz interior porque es lo único que es capaz de escuchar el protagonista, a sí mismo, ha perdido la conexión con la realidad del todo. Lo cierto es que para tener una vida más o menos feliz uno debe asumir que vivimos en un mundo en el que no debes esperar nada de los demás, esta es la cruda verdad.
P.- Estamos hablando de lógica decepción convertida en paranoia.
R.- Todos sufrimos por esa indiferencia del mundo y el protagonista lo lleva al extremo. Sus acciones, por supuesto, son equivocadas porque por mucho que uno se crea un caballero, es imposible saber quiénes son los dragones porque no los hay de una forma absoluta, la vida no es blanco y negro. Uno debe aprender a vivir con los demás y eso es una cosa muy sofisticada.
P.- No hay nada más peligroso que un hombre en cólera ante la injusticia del mundo y que se cree puro. Lo vemos con el infame Breivik, por ejemplo.
R.- El protagonista no ha asumido la mentira del mundo. Cuando escucha la voz de la niña y el cuento de hadas cree que la pureza le llama a defender sus valores. Para él, ser un asesino es convertirse en un justiciero, en alguien que reacciona contra la percepción de que el mundo está lleno de impostores.
P.- No hay apenas planos cortos, filma a los personajes desde lejos, como si los espiara, a través de ventanas o marcos de puertas.
R.- Esta es la historia de un director que espía a un personaje que espía a una familia. Mi problema con el cine realista es su empeño en querer parecer documental como si el punto de vista fuera puro, un retrato exacto y objetivo de lo que se cuenta. Para mí es importante precisamente lo contrario, poner de manifiesto la existencia de un punto de vista que es el mío como cineasta. Desde el momento en que colocas la cámara en un lugar y seleccionas unas partes de esa realidad que quieres contar estás siendo un contador de historias y lo que puedes aportar es tu forma de ver el mundo.
P.- El humor está más oculto que en La muerte del señor Lazarescu pero aparece en los momentos más inesperados. La escena en la comisaría de policía es un clásico suyo, nos reímos ante la falta de reacción a la tragedia, al abismo entre los formulismos legales y burocráticos y lo que de verdad significan.
R.- Hay una parte de mí mismo que es muy humorística, mi punto de vista nunca ha sido trágico. Pero no es un humor subrayado sino un humor que simplemente sucede, como en la vida. Me gustan los directores que confían en mi inteligencia como espectador y entienden que las películas empiezan fuera de la sala de cine, cuando reconstruyes lo que te han contado y eres capaz de darle tu sentido.
P.- Usted formó parte del boom del cine rumano junto a otros como Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días) o Corneliu Porombiou (12.08 Bucarest).
R.- Hubo un momento en el que los cineastas rumanos parecíamos Justin Bieber. Todo eso tuvo cosas buenas y malas. Las buenas, que nos resulta más fácil conseguir financiación y estrenar en todas partes. Lo malo es casi todo lo demás. De repente se nos recibió como si los monos supieran hacer algo, el sentido era: ¡Vaya, pero si estos rumanos hacen películas, quién lo diría! Después solo se confundieron las cosas porque jamás ha existido una "ola rumana" ni nada parecido porque no hay ningún manifiesto ni somos cineastas que tengamos cosas en común. Muchos productores y periodistas internacionales, sin embargo, piensan que sí, de modo que ha existido una presión muy grande para que hagamos películas al "estilo rumano" con cámara en mano, etc. Creo que dentro de diez años podremos analizar lo que ha pasado y ver con calma qué películas realmente quedan de todo eso.