Hans Zimmer, autor de la banda sonora de Origen.

John Powell, en Cómo entrenar a tu dragón, y Hans Zimmer, en Origen, salvan el apartado de Mejor Música Original en una edición en la que Hollywood parece olvidarse de los grandes profesionales.

Verdadera bazofia musical. La Academia de Hollywood va a más en esto de la música: sus "nominadores" son destroyers competitivos que buscan con denuedo las peores músicas fílmicas del año, y en esta edición han marcado una de sus más elevadas cotas de cutrez sonora. Al menos dos de las bandas sonoras propuestas para el Oscar a la ‘mejor música original' son de liquidación por derribo, y una de ellas entra de lleno en la tomadura de pelo, pero son las que tienen más posibilidades. Pronúnciese El discurso del rey (Tom Hooper), que arrasará en la ceremonia y que fácilmente arrastrará el galardón musical para Alexandre Desplat, y 127 horas, de Danny Boyle, que ha vuelto a recurrir al ganador 2009 del Oscar, el indio Allah Rakkha, por su Slumdog Millionaire. Rahman ha aplicado, en la dura película de Boyle, la fórmula Santaolalla para el Brokeback Mountain de 2006, compilación de canciones populares de autoría varia e hiperescueta música propia, apenas unos acordes y punteos de guitarra repetidos sin pudor, con un lejano fondo de cuerdas en alguna instancia, y solo de Shakuhachi, esto es, poco más de 25 minutos originales (?), que bordean la caradura. Por ello sus posibilidades son enormes.



Desplat llega a su cuarta nominación, siempre con ‘la reina' a las espaldas. En el 2007, cuando se le vaticinaba merecido ganador de la estatuilla por The Queen se quedó a las puertas, y en estas tres últimas ediciones ha acudido, extraño tejemaneje psiquiátrico entre él y la Academia, con músicas en las que de manera más o menos evidente se autoplagiaba la música de la película de Stephen Frears (El curioso caso de Benjamin Button, 2009, y Fantastic Mr. Fox, 2010), y desde luego el Discurso de este año, donde junto a Beethoven y Mozart, vuelve a recurrir al ondulante balanceo rítmico del filme sobre la hija de Jorge VI, y donde allí había mandolina aquí hay piano. Contribución escuálida, repetitiva y aburrida, pero que le puede conseguir el ansiado galardón. Desplat se ha redimido en gran parte de este paupérrimo trabajo y de otros previos aún más pestíferos con su buena labor para Harry Potter y las reliquias de la muerte, primera parte, y es que el francés no superaba -misión imposible- al John Williams de las tres primeras entregas, pero sí rebasaba a sus inmediatos predecesores Doyle y Hooper, pero la Academia ni lo ha tomado en consideración, era demasiado bueno.



A medio camino, está la, sí, música original y propia de Atticus Ross y Trent Reznor para La red social, una suerte de ‘Bakalao de luxe' dotado de un cierto ingenio rítmico. Llegamos así a las dos únicas partituras dignas de mención: la de John Powell para Cómo entrenar a tu dragón, y la de Hans Zimmer para el impactante filme de Christopher Nolan Origen. A sus 53 años, Zimmer llega a su novena nominación volviendo por sus fueros, esto es, a la gran orquesta sinfónica y los sintetizadores, en una argumentación que no es la mejor de sus últimos años -como su mismo Sherlock Holmes, casi camerístico, de 2010-, pero en donde sale a la luz un gran profesional. El último de la lista es John Powell, con su creación para coros y orquesta, de aire irlandés, onomatopéyica, percutiva y divertida -que no es poco- para la historia de vikingos draconianos de Chris Sanders y Dean DeBlois: no llega, en esto de los dibujos animados, a los niveles magistrales de Buscando a Nemo (Thomas Newman, 2003) o Tiana y el sapo (Randy Newman, 2010), pero posee una empatía perfecta con las imágenes.



En esta extraña liza de ‘mindundis', Zimmer debería ganar el segundo Óscar de su carrera, pero Hollywood ya se ha olvidado de los profesionales de la banda sonora y ahora prima el exotismo hortera, o sus aledaños.