Image: James Gray: “Toda obra de arte es una irrupción en la inmortalidad”

Image: James Gray: “Toda obra de arte es una irrupción en la inmortalidad”

Cine

James Gray: “Toda obra de arte es una irrupción en la inmortalidad”

Llega su última joya, Two Lovers, en la que convierte las eternas cuitas amorosas de un joven en una profunda y desconcertante reflexión sobre el amor, la ambición y la familia

13 mayo, 2010 02:00

Arriba, el director James Gray. Abajo, un fotograma de Two lovers.

Juan Sardá
Aunque la crítica más exquisita y académica probablemente jamás reconocerá que también son pasto de las "modas", cada cierto tiempo surgen nuevos nombres de los que todo el mundo habla, cuyas películas todo el mundo ha visto y se erigen como santo y seña de una "nueva" (o no tan nueva) forma de entender el cine. Algunos de estos nombres que de vez en cuando nos ciegan con su repentino prestigio se revelan con el tiempo como meros fuegos de artificio; otros, sin embargo, poseen verdadero talento, y la trayectoria de su obra no hace sino confirmar lo que una vez fue mero chispazo. Sin duda, James Gray (Nueva York, 1969) pertenece a la segunda estirpe. Sí, queda "moderno" que te guste James Gray y también, desde luego, es sinónimo de exquisitez y buen gusto incluirlo en la lista de preferidos. Desde luego.

Pero, sobre todo, Gray realiza unas películas bellísimas en las que demuestra un dominio del lenguaje audiovisual apabullante, una mezcla entre los rigores del clasicismo, donde convierte su cámara en un ojo poético a la manera de John Ford, y una fotografía combinada con una puesta en escena en la que lo cotidiano se convierte en una inquietante realidad que no renuncia a la vanguardia a pesar de tener muy clara la tradición y la historia del cine americano entero. En Two Lovers se explica la historia de Leonard (Joaquin Phoenix, su actor fectiche) un chaval de treinta y pocos que trabaja en la tintorería de sus padres mientras sueña con convertirse algún día en fotógrafo. La aparición de dos mujeres en su vida, la primera una mundana y sofisticada heredera de Manhattan (Gwyneth Paltrow) y la segunda, la convencional y solícita hija de unos amigos de sus padres (Vinessa Shaw), configuran un extraño triángulo amoroso que sirve al cineasta para reflexionar sobre asuntos como el deseo, la insatisfacción inherente al ser humano y la dificultad para dilucidar cuáles son nuestras verdaderas apetencias.

- El dilema que plantea Two Lovers, un chico que se debate entre dos chicas que representan lo sofisticado y lo convencional, es muy simple. Es todo un arquetipo narrativo.
-Me gusta que se vea así. Conseguir la simplicidad, que el espectador vea que todo fluye sin artificios, lleva mucho trabajo. El reto para mí, y muy especialmente en este caso, era mantener toda la historia en ese nivel de sencillez. Salvando las distancias, el modelo es Ladrón de bicicletas (Vittorio de Sica, 1948), que es mi película favorita. Nunca me he sentido tan emocionado como después de verla: ¿Y qué cuenta? Se podría resumir en dos líneas, un hombre y su hijo buscan la bicicleta que les han robado. En este caso, los elementos son muy definitorios. Un chico, y dos chicas, una rubia y otra morena. A partir de aquí, comienzas a buscar la profundidad en otros sitios, en mi caso, sobre todo en los personajes.

Atracción por la melancolía
- La película abunda, como ya vimos en su anterior título, La noche es nuestra (2004), en celebraciones y ritos familiares como la bar-mitzvah de David. Es curioso, porque estas escenas están rodadas como si usted las viera años después, aunque sucedan en el presente del filme. Hay una profunda nostalgia y cierta tristeza en la mirada.
-Siento una enorme atracción por la melancolía. Es un sentimiento que vivo muy cercano y que siempre me resulta muy difícil expresar visualmente. No quiero sonar pretencioso, pero creo que todas las obras de arte suponen una irrupción en la inmortalidad. Lo que nos define como seres humanos, nuestra experiencia de estar vivos, es el saber que algún día moriremos y que todo lo que nos pasa es fugaz. Como sufrimos por ello, nos hemos inventado dos formas para luchar contra ese pesar, una es el arte y la otra la religión. Yo he optado por el arte, es mi forma de aprehender lo inaprensible y ahí surge esa melancolía. De hecho, creo que como raza no hemos cambiado apenas nada en los últimos 5.000 años. La gente suele hablar de la tecnología para marcar una transformación profunda pero esa transformación no ha sucedido. Realmente creo que si algún día se produce ese cambio será porque la ciencia descubre cómo alcanzar la inmortalidad. Es posible que eso llegue algún día, pero mientras, somos los mismos de siempre.

- Uno no sabe muy bien si Leonard se resiste a hacer "lo correcto" o, por el contrario, es un cobarde.
-Yo tampoco tengo la respuesta. Me gusta que mis películas funcionen en distintos niveles de significado. No me siento cómodo con la idea de dar "un mensaje" o mucho menos con realizar películas de tesis. En un mundo ideal, cada espectador termina la película por su propia cuenta.

-Sí existe una dicotomía entre la vida mundana de Manhattan y la de barrio. Y en medio tenemos a un protagonista, Leonard, desconcertado, que sólo atisba a salir de su ensimismamiento gracias al amor.
-El amor sin duda es la fuerza más poderosa que existe. Para mí no se trata tanto de esa dualidad entre la paz familiar y el caos del mundo, sino de la necesidad que todos tenemos de conectar con los demás y encontrar nuestro lugar. Es una contradicción que vivimos todos y que nos causa mucho dolor. Por una parte, existe el miedo a los demás, la dificultad para expresar nuestros sentimientos y la paz que obtenemos con la soledad, cuando no nos sentimos juzgados. Sin embargo, tenemos la necesidad de comunicarnos con otros seres humanos y eso nos lleva a romper ese cordón sanitario que nos protege pero nos aísla. Esa dificultad para encajar, para sentirnos amados, es el gran dilema al que nos enfrentamos.

Eterna Nueva York
-El protagonista es una víctima clara de la cultura del éxito que nos obliga a ser triunfadores para ser aceptados. Lo vemos, por ejemplo, en la cena con Paltrow y su rico novio. En cómo oculta su verdadero trabajo. O en la escena del club en Manhattan, cuando es rechazado de forma humillante.
-Hay dos mundos, el de Brooklyn, mucho más amable y sosegado, y el de Manhattan. Desde luego, en este último, Leonard se siente como un pez fuera del agua. Es curioso que mencione la escena del club porque nunca me hablan de ello y para mí es fundamental. Ese sistema discriminatorio de entrada a las discotecas, en el que todas las noches a miles de personas les dicen que no son lo suficientemente buenas me parece brutal. Un ejemplo muy ilustrativo sobre la crueldad de Occidente.

Neoyorquino de pro, Gray, con su aspecto a lo Woody Allen, creció en las calles de Queens para convertirse en el niño prodigio del cine estadounidense con su primera película, Cuestión de sangre (1994), que rodó a los 24 años y marcó el tono de sus siguientes películas, una mezcla entre elementos criminales (en este caso, el filme trata sobre un asesino a sueldo en busca de redención) y las cuitas familiares. Su siguiente película, La otra cara del crimen (2000) realizaba un contundente retrato de la corrupción inherente al sistema capitalista, y la celebérrima La noche es nuestra (2004) refleja la virulenta batalla entre capos de la droga y policía (simbolizados por dos hermanos situados a ambos lados de la ley) en las calles de su amado Nueva York, protagonista de todos sus filmes. Aunque las raíces del thriller parecen más lejanas de Two Lovers, nada es lo que parece y Gray no pierde su pulso para la emoción y la intriga en este drama amoroso aparentemente menos violento que sus anteriores títulos.

Un final desconcertante
-¿Le resulta complicado encontrar un nuevo punto de vista sobre Nueva York, sin duda la ciudad más presente en la historia del cine?
-Nunca me ha preocupado. Es cierto que hay muchas películas sobre Nueva York pero hay muchísimas menos sobre los lugares que yo retrato: Queens o Brooklyn. Los paisajes que aparecen en mis filmes han sido poco transitados.

-Vemos un Nueva York distinto al de La noche es nuestra. Allí se refleja de una forma operística, en Two Lovers opta por un tono minimalista.
-Cada película requiere un enfoque distinto. El trabajo consiste no en pensar cómo lo quieres hacer sino en lo que la propia película pide. Es difícil de explicar y tiene que ver con muchos factores: la historia, desde luego, pero también la química con los actores, los personajes... se trata de escuchar y estar muy atento para encontrar la temperatura emocional adecuada. En La noche es nuestra hablaba de "grandes emociones", era un melodrama puro y duro, y de allí ese tono operístico. Aquí todo funciona a una escala mucho más pequeña y ese tono no tenía ningún sentido. Corría, eso sí, el riesgo de parecer cómico, y eso hubiera sido un error.

-El final de Two Lovers casi parece un nuevo principio...
- Los finales son muy difíciles, si termina bien la película, parece hipócrita y si termina mal, tremendista. En este caso, es un final claro pero también muy abierto. Yo, desde luego, me preocupo por Leonard. Ese chico sigue sin estar bien.

Un chico de Nueva York con un pie en Francia

James Gray habla con El Cultural desde París, donde prepara junto al actor y director Guillaume Canet un remake de la película que protagonizo el segundo Lazos de sangre (Jacques Maillot, 2008). "Siento una enorme afinidad con Europa", explica Gray, "Llevo unas semanas en París y no puedo ser más feliz. Me gustan las ciudades europeas, en las que se acumula la gente. Por eso también amo Nueva York". Francia ha sido una bendición para Gray. Aunque sus películas funcionan bien en Estados Unidos (y suelen estar protagonizadas por grandes estrellas como Joaquin Phoenix, Mark Walhberg o Gwyneth Paltrow) ha sido en el Festival de Cannes donde se ha lanzado su prestigio como "auteur". Aunque su primera película, Cuestión de sangre, ganó el León de Plata en Venecia, las tres siguientes pasaron por la sección oficial de Cannes, donde ya es fijo aunque aun no se haya llevado ningún premio. Two Lovers llega a España con dos años de retraso, tiempo que Gray ha dedicado a levantar su proyecto más ambicioso (The Lost City of Z) cuyo rodaje con Brad Pitt como protagonista en la piel de un soldado que busca una civilización perdida en la selva, fue anunciado y pospuesto. De momento, Gray rodará de forma inmediata su filme con Canet y asegura que, acto seguido, podrá finalmente materializar su carísima película con Pitt.