Stephen Frears: "Lo que tienen en común una meretriz de principios del XX y la Reina de Inglaterra es una vida endogámica"
Stephen Frears durante la presentación en Madrid de Cheri. Foto: Sergio Pérez
Marta CaballeroEl varias veces nominado al Óscar Stephen Frears regresa este viernes a muchas cosas: a las pantallas españolas, al cine de época, a una historia de amor made in Hollywood y al equipo que dio vida a la celebrada Las amistades peligrosas. Todo esto lo hace con Chéri, la adaptación de una de las novelas más populares de la autora francesa Colette, en la que Léa de Lonval, una meretriz adinerada gracias a sus conquistas (Michelle Pfeiffer), vive un romance con el hijo de una colega ya retirada (Kathy Bates), que le encomienda la ardua tarea de convertir al efebo descarriado (Rupert Friend) en un hombre de modales. El conflicto surge cuando, en mitad de su felicidad amatoria, la madre del muchacho organiza su matrimonio con una joven de su edad, poniendo sobre la mesa la imposibilidad de continuidad de un affair entre dos personas que se llevan más de 20 años de diferencia.
Hermosa película de personajes muy avanzados para su tiempo, Chéri es también una historia frívola no exenta de cierto dramatismo, en la que el paso del tiempo es lo fatal; el humor, el ingrediente con el que dulcificarlo; y el ritmo, la clave para que pueda gustar a un público muy variado (aunque eminentemente femenino). Frears, que no conocía la obra de Colette, llegó al guión tentado por el guionista y viejo compañero Christopher Hampton, quien le sugirió que leyese su adaptación sobre la obra francesa pensando, en un principio, que el cienasta británico diría que no. A su paso por Madrid para presentar la película, el también director de títulos como Alta fidelidad comentó que al leer aquella trama sintió "muchas ganas de conocer la obra de Colette", descubriendo entonces a una escritora muy capaz "para crear situaciones muy humorísticas" y "dotar de fondo lo que en principio parecía banal". Como en la novela, el texto de Hampton navega en una superficialidad con aires melodramáticos que a veces se complica: "El guión empieza siendo trivial y luego va añadiendo más tragedia. Como la vida, ¿no?", explica el realizador, a quien Hampton acompañó durante todo el rodaje.
Pero Chéri era para Frears también la oportunidad de regresar a los vestidos vaporosos de época y a las tramas y personajes femeninos que tan bien domina, a los que el espectador asiste con privilegios de vouyeur. "Esta historia no podría concebirse en nuestros días, porque pertenece a un periodo histórico muy concreto que Colette consiguió reflejar muy bien", señala. El diseño de producción y el fiel reflejo de una época que está al borde de quebrarse (la de los últimos años 20) son dos de las bazas con las que juega esta historia, que permite al público recrearse en jardines y palacios, joyas y trajes del momento. Pero el británico también ha sabido reproducir con maestría una situación tal vez adaptable a cualquier coyuntura: la madurez femenina, un trance al que Pfeiffer, que durante el rodaje tenía justo la edad de su personaje, ha dotado de verdad. "Después de La Reina -con la que ganó el óscar- y Chéri debería plantearme si esta fijación mía con las mujeres maduras es una cuestión de psicoanálisis", bromea el cineasta, quien explica que para él "las damas de cierta edad son divertidas, listas, tienen la experiencia de los años, se portan peor y son más francas cuanto más envejecen".
"Soy un director que ya pertenece a otro tiempo"
Precisamente, el paso de los años, esas dos décadas que separan este título de Las amistades peligrosas, también han hecho estragos en un cineasta que se siente hoy "fuera de tiempo" y que, como los personajes de Chéri, está viendo cómo cae el universo que conoce. "Ya no quedan directores que rueden de forma clásica", ataja con cierto mal humor preguntado por su inadaptación a los días de "fuegos artificiales" y múltiples dimensiones que vive hoy el cine. "¿En qué hemos cambiado de Las Amistades peligrosas a hoy? En todo, envejecer es horrible. Crecimos, como se crece en la vida. En cuanto a mí, cada vez me resulta más difícil hacer películas, el cine es un trabajo muy duro y que lleva mucho tiempo. Pero no he perdido el entusiasmo y trato de transmitírselo a mis alumnos y a los directores que empiezan", comenta Frears. Respecto a la elección de Pfeiffer, asegura que, dentro las dificultades que entraña su trabajo, la del casting siempre es para él "la más llevadera". Reconocido como un director con olfato para la elección de repartos, afirma que con Pfeiffer no lo dudó: "Es guapa, tenía justo esa edad cuando se lo propuse y siempre supe que ella diría que sí", explica.
"Todas mis películas son la misma, porque todas las hice de forma idéntica"
Con varios puntos en común con Las amistades peligrosas, Frears no halla una conexión demasiado significativa entre aquella película y la que ahora estrena. Tal vez "algunos aspectos sugeridos". Y concluye: "Lo cierto es que para mí todas mis películas son la misma, pues son idénticas de hacer". Frears, quien ya trabaja en un nuevo proyecto, "una película pequeña sin ningún rostro conocido", según adelanta, es, además, la voz del simpático narrador de Chéri, pues asegura que, si bien en principio pensó en una mujer para este papel, más tarde, y tras no encontrar a nadie que le convenciese, se decantó por hacerlo él mismo.
Volviendo a la relación entre los títulos de su cinematografía, Frears apunta que La Reina y Chéri coinciden en abordar las vidas y la intimidad de unos personajes que "sólo pueden relacionarse con los que son como ellos. En los dos casos hablamos de una vida terrible".