Sidney Pollack
Nunca he disfrutado haciendo una película
14 abril, 2005 02:00Sidney Pollack
Tras cinco años en la sombra, debido a la tibia recepción de Sabrina y Random Hearts, el veterano Sidney Pollack vuelve a ponerse detrás de la cámara. Su último trabajo, La intérprete, es un drama de acción con Nicole Kidman y Sean Penn que analiza las dificultades de la ONU para gestionar los conflictos bélicos. El director de clásicos como Tootsie o Memorias de áfrica habla sobre el filme, la política internacional, su filmografía y su método de trabajo.
-¿Qué impacto tuvo el sí de la ONU en el guión? ¿Le obligaron a cambiar alguna cosa?
-Sobre el papel tenía que asegurarme de que estaban satisfechos. Que no había nada que no se adecuara a la realidad o simplemente embarazoso para ellos. Pero nadie me dijo nada como "no puedes poner esto o lo otro". Ahora bien, no les sentó nada bien que en la historia mostrara a un personaje que introduce una pistola en la sede de la ONU. Pero les dije que Yaser Arafat en su día entró con dos pistolas. Eso es verdad. Se descubrió por accidente cuando se agachó para recoger algo y se le vieron las armas. Con ese ejemplo, tuvieron que admitir mi solicitud de mostrar a un personaje con pistola. "Eso fue algo vergonzoso, normalmente no pasan estas cosas", me dijeron sobre el episodio de Arafat. Alegaron que no pueden poner a los presidentes y Jefes de Estado a través del detector de metales. Verá, la ONU es un país en sí mismo, es territorio internacional y la Policía de Nueva York, en teoría, no tiene jurisdicción. Cuando llega un Jefe de Estado, como Tony Blair o quién sea, se supone que permiten el acceso de un miembro de su servicio secreto. Sólo uno. Los servicios secretos de los Estados Unidos se encargan del resto, de rodearles. Ahora bien, cuando George Bush va a la ONU, entra con 26 agentes (risas).
-¿En algún momento hubo presiones por parte de la ONU para que la película sirviera para dar una buena imagen de la organización?
-Para empezar nuestro proyecto se fraguó antes de que saltara el escándalo de corrupción. Pienso que las críticas sobre la ONU se dieron por la fricción con Washington sobre la guerra de Irak. Debido a eso la gente empezó a cuestionar la efectividad de la ONU. Quizás esta situación les influyó a la hora de decidir abrir las puertas al mundo y mostrar su sede y su funcionamiento. Algo que hasta ahora no habían hecho. La gente en la ONU en general y Kofi Annan en particular son conscientes de que la organización no es tan eficiente como se querría. Pero tienen la esperanza -al igual que yo-, de que en lugar de eliminar la ONU y dejar que nos matemos los unos a los otros, pues al menos su mera existencia sirva para intentar solucionar los conflictos. Es cierto que hay millones de personas que reniegan de la ONU. Consideran que es una pérdida de tiempo y un gasto innecesario de dinero. Mientras hacía la película una de las cosas que más me preocupaba fue precisamente no quedar pillado en medio de esta polémica. Pensé que sería como un beso de la muerte. Si hubiera querido mostrarme más político, quizá hubiera hecho una película más pequeña, de unos quince millones de dólares centrándome en las implicaciones políticas de la organización.
Validez de las palabras
-¿Qué aprenderá la gente sobre la ONU viendo la película?
-Mi intención no es la de enseñar nada. Mi única preocupación pasaba por mostrar de forma precisa cómo funciona una sesión o cómo funcionan los intérpretes. Para mí la película trata sobre la validez de las palabras y la diplomacia en lugar de la violencia. Esto es lo que predica la organización. Que sea efectiva o no, eso ya es otro asunto. Hay mucha gente que cree que no, incluso gente de la misma ONU. Kofi Annan admite que hay cosas que se pueden mejorar, pero ¿hay alternativas?, ¿es mejor eliminar la ONU? Creo que son los valores que predica la ONU los que justifican su existencia y el apoyo a la institución. No pretendo en ningún momento dar a entender que La intérprete es una investigación sobre la ONU, o de si hice justicia a los genocidios que se dan en el mundo. Sé que no lo hice, porque ese no era mi trabajo. Lo que sí he hecho ha sido incluir a un personaje principal que es responsable de un genocidio, con lo que arrastro sus consecuencias en la trama de alguna forma.
-En la película se muestra la crudeza de los actos terroristas. En otras ciudades esto forma parte de la realidad, ¿quería demostrar que en Nueva York la situación ha cambiado y que tiene que estar acostumbrada a la amenaza constante?
-Espero que no. De hecho durante mucho tiempo dudé en incluir la escena por esa misma razón. No quiero dar ideas a nadie (para cometer actos terroristas). Pero este tipo de comportamiento demencial se da en todo el mundo. Si tuviera que ser pesimista -que lo soy-, diría que que si algo sucede, no será sólo en Oriente Medio. Hemos vuelto a la guerra de fundamentalistas religiosos. Cuando se entra en este tipo de comportamiento fanático, se pierde cualquier tipo de raciocinio. Es muy difícil aplicar la diplomacia en estas circunstancias. Las creencias están integradas en los poderes sobrenaturales en lugar de en la lógica. Es difícil discutir con alguien que basa sus acciones en la fe, porque es lo opuesto de la lógica.
-Ya que su película habla sobre diplomacia y violencia, ¿con cuál se queda usted a la hora de solucionar un conflicto?
-Como me considero un ser humano razonable quiero que gane la diplomacia por encima de la violencia. Pero como también soy realista, sé que en ocasiones la violencia... no sé si decir que es necesaria, pero sí que la situación es imposible de solucionar si no se interviene. Lo digo porque si te enfrentas a individuos extremadamente violentos puedes perder tus propias convicciones sobre la violencia. Es difícil cuando te atacan escoger una vía de conversación. Está en nosotros devolver un ataque violento cuando hemos sido atacados. Me gustaría tener la esperanza de que la diplomacia saldrá victoriosa sobre la violencia. Si no, ¿qué dice de nosotros?
-Si a esto añadimos los efectos de la globalizacion...
-El mundo se está integrando verticalmente, sobre todo en el mundo corporativo. No sé decir si esto es algo malo todavía, pero me preocupa. Por ejemplo en nuestro país, una empresa de noticias tiene como propietario a un estudio o viceversa. Ya no queda nadie que sea independiente (risas). La verdad es que no sé bien qué es lo que puede significar. Tendré que ver si producir información sesgada es algo perjudicial. Me parece que era mejor, más justo, cuando uno tenía muchos puntos de vista. Ahora tenemos cientos de canales pero que son propiedad de tres o cuatro. Es fácil ser derrotista, pero el mundo no se ha ido al garete todavía.
-¿Cómo ve el mundo entonces?
-No lo sé. El mundo está dividido. La comunidad europea ha conseguido solidificarse. China y Asia están subiendo. No sé qué es lo que va a pasar teniendo estos tres poderes. No tengo ni idea de cómo se va a asentar la realidad política (y el reparto de poderes). Hay muchas peleas por conseguir posiciones prioritarias. Antes había pequeños grupos de alianzas. Ahora que Europa es un todo, el tema no está claro. Nuestra economía depende de Asia. Cuando los coreanos hablan aunque sea dos minutos sobre la posibilidad de retirar sus dólares del mercado estadounidense, los inversores se asustan. Hay una interdependencia salvaje entre los continentes.
La fe del actor
-Volviendo a la película, ¿qué diría que hace a Sean Penn y Nicole Kidman grandes actores?
-Es difícil de explicar en cada caso, pero hay algo en común que tienen todos los grandes actores y es una gran imaginación. También la habilidad de zambullirse en un personaje completamente. No se asustan. Nicole, por ejemplo, trabaja de forma diferente que Sean. Ella tiene lo que llamo "fe de actor". Confía en el personaje. En cambio Sean espera durante un minuto y encuentra los impulsos que le llegan y los sigue. Tiene una habilidad especial para conseguir eso. Pero nunca de forma exagerada o histriónica. Tiene instalado lo que diría un "detector de tontería" para evitar ser melodramático. También es capaz de aglutinar esa mezcla explosiva que supone la dureza y la sensibilidad. Puede pegarte y llorar en una misma escena de dos segundos. Ambas de forma creíble y conmovedora. Su cólera es feroz y clara.
-Como director, ¿es más fácil trabajar con el método que utiliza Sean Penn o Nicole Kidman?
-Mi trabajo como director es el de ajustarme a mis actores y no al revés. Intento averiguar cómo se puede ayudar al actor de forma intuitiva. A veces tienes que trabajar con actores que funcionan de forma diferente. Lo peor es cuando uno necesita ensayos y el otro empeora o pierde la espontaneidad con ellos.
-¿Algún ejemplo?
-A Robert Redford no le gusta ensayar. No lo soporta. Le gusta hacerlo todo desde un punto de vista fresco e intuitivo. A muchas mujeres con las que he trabajado como Meryl Streep o Barbra Streisand sí les gusta ensayar.
-¿Cree que ya ha dirigido la mejor película de su carrera ?
-Todavía me quedan películas por hacer.
-¿Incluido algún clásico más?
-No sé. Eso es cuestión de tiempo. A veces hago una película y no consigue mucha atención y veinticinco años más tarde la gente empieza a escribir sobre ella. Quizá porque es una generación distinta y ven las cosas de otra forma. En su día, películas como Casablanca no crearon el impacto que tiene ahora. Hay películas que adquieren cierto carácter con el tiempo. A nivel personal quiero hacer más películas, hay gente con la que no he trabajado que me gustaría colaborar. Me gustaría hacer otra comedia ya que sólo he hecho Tootsie. He hecho comedias románticas, pero no una comedia pura, que son muy difíciles de hacer. También me gustaría dirigir una buena película sobre la industria del cine. No creo que nadie haya hecho un retrato certero. La noche americana y El juego de Hollywood estuvieron bien, pero la verdad de nuestro negocio es tan loco y tan complejo que creo que es una gran metáfora de la vida y del proceso creativo.
Validez de las palabras
-¿Y hacer de actor?
-No me importa para nada. Lo hago para aprender de otros directores ya que uno no tiene otras oportunidades de ver trabajar a otros del mismo ramo. Woody Allen me preguntó si quería hacer algo y por curiosidad le dije que sí. Quería saber cómo trabajaba, igual que Kubrick y Robert Altman. Es fascinante. Cuando trabajo para uno de esos directores nunca salgo del plató.
-¿La diferencia entre Allen y Kubrick?
-Son como Marte y Júpiter. Allen es impulsivo y rápido. Llega a las nueve y termina a las cuatro y media. Ha hecho casi todo el trabajo en la escritura del guión. Le gusta improvisar. Kubrick era todo lo contrario. Era el ser humano más preciso que he visto hasta el punto de decirte cuándo levantar la mano, cuándo bajarla. Hace cincuenta, setenta, ochenta o cien tomas normalmente de cada plano. Con Allen eres afortunado si tienes tres tomas.
-¿Y qué estilo tiene usted?
-En medio de estos dos (risas). Nunca hago tal número de tomas, pero no me gusta que la gente improvise. Me gusta controlar lo que dicen los personajes. Diría que me parezco más a Woody Allen.
-¿Cree que sus mejores películas son las que disfruta haciendo?
-No. No recuerdo haber disfrutado nunca haciendo una película. A veces las más difíciles han sido las que más éxito han tenido. Memorias de áfrica fue muy complicada de hacer en todos los aspectos. Tootsie fue un caos. Empezamos la película sin guión. Sólo había una especie de hilo argumental sobre un tipo vestido de mujer con sólo un chiste que se repetía una y otra vez. Tuvimos que reescribir el guión mientras rodábamos. En esa también tuve que conseguir a los actores y convencerles de participar sin tener un guión terminado. No me gusta dirigir tal como la gente lo describe. Me gusta ser director de cine, haber hecho películas que la gente haya disfrutado o sentido emociones. Pero el proceso de dirigir, personalmente es agonizante.
-¿Y ante fracasos comerciales como Sabrina, cómo se siente?
-Lo acepto, pero no siempre lo entiendo. Miro mis películas dentro de mi propia ignorancia. A mí me gustan las películas que hago, pero quizá a la gente no tanto. No es una ciencia, si no todas las películas serían buenas y con éxito comercial. Sólo puedes basarte en tu propio gusto. Cuando hago algo lo hago intentando que me guste a mí. Por encima de todo.