Image: Jacques Tourneur

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Cine

Jacques Tourneur

Un siglo de sombras

11 noviembre, 2004 01:00

Escena de Retorno al pasado (1947)

El 12 de noviembre se cumple el centenario de Jacques Tourneur, figura reivindicada en los últimos años como capítulo crucial de la historia del cine. Por este motivo, Jesús Palacios escribe para El Cultural sobre su pasión por el cineasta, que dejó obras tan imprescindibles como Retorno al pasado o La mujer pantera.

Para quienes vivimos sumergidos en la Serie B, los que preferimos la cara B del single, el lado oscuro de la Luna y cruzar al otro lado del espejo, Jacques Tourneur ha sido siempre poco menos que un dios. Un auténtico mito del Cinéma Bis, como dicen los franceses. Tanto que, a veces, llegamos a cansarnos de su nombre, como si fuera un mantra ya poco eficaz, de tan clásico y referencial. Pero lo cierto es que basta salir un poco de nuestro ghetto, para darnos cuenta de que, todavía hoy, las enciclopedias de cine apenas le dedican unas líneas. Que sus películas, con la obvia excepción de los grandes clásicos reconocidos, siguen estando olvidadas. Que se le da más espacio en la historia del cine a su digno padre, el cineasta Maurice Tourneur, que a él, hijo pródigo abducido por Hollywood... En definitiva, que a pesar de La mujer pantera (Cat People, 1942), Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie, 1943) o Retorno al pasado (Out of the Past, 1947), Jacques Tourneur sigue siendo un "maldito", un "marginado". Gracias sean dadas a los dioses. Porque nada podría ser peor que la total asimilación de Jacques Tourneur por la academia, por la corriente general, por los popes del cine... Afortunadamente, Tourneur sigue siendo un enigma. Casi todos sus filmes para Val Lewton son alabados... Pero se menosprecia injustamente El hombre leopardo (The Leopard Man, 1943), una exótica pieza de terror psicológico, que anticipa el giallo y el psychothriller modernos.

Un grande del film noir
Es uno de los grandes del film noir gracias a Retorno al pasado, pero se olvidan piezas tan curiosas como Berlín-Express (1948), igualmente virtuosa en su blanco y negro... Se admira sin paliativos La noche del demonio (Night of the Demon, 1956), pero se ignoran La comedia de los terrores (The Comedy of Terrors, 1963) o La ciudad sumergida (The City Under the Sea, 1965). Se recuerda siempre El halcón y la flecha (The Flame and the Arrow, 1950), pero se olvida un fastuoso western como Tierra generosa (Canyon Passage, 1946) o un peplum como La batalla de Maratón (La bataglia di Maratona, 1959). Es decir, no se sabe si hay un Tourneur bueno y otro malo, si la filmografía de Tourneur es tourneriana, si hay un estilo Tourneur o si, en definitiva, como dijera alguien, Jacques Tourneur existió realmente.

Es precisamente la naturaleza mercurial, inaprehensible, de Tourneur y su cine, del serial a la eurotrash, del blanco y negro al technicolor, de la sobriedad al exceso, la que marca la diferencia y nos devuelve a lo que representa: el auténtico encanto de la Serie B. Un encanto que no se ajusta a cánones, que no responde al clasicismo de Hollywood o, lo que es mejor, que puede pasar de ese clasicismo a momentos e imágenes, incluso a películas, que lo eluden y rompen en pedazos. Westerns, thrillers, filmes de terror, comedias, pelis de romanos, fantasías absurdas... Todos los géneros B adquieren en manos de Tourneur un brillo inusual, que evade tópicos y clasificaciones. ¿A veces un filme de Tourneur no parece de Tourneur? Puede. Pero, ¿cómo es un film de Tourneur? Es romántico como La mujer pantera y Retorno al pasado... ¿o espectacular y ágil como Tierra generosa y El halcón y la flecha? Es elíptico, sutil y elegante, como Yo anduve con un zombie... ¿o grotesco y paródico como La comedia de los terrores? Es Serie B. Cine contextualizado por su presupuesto, su producción, sus guionistas, el público al que se dirige... Pero en el que, de forma subterránea, esotérica, se hace presente siempre el ojo del autor, su sentido de la estética, de la luz, sus manías. En definitiva, su cine.

Universos fascinantes
Existe un cine de Jacques Tourneur, lo ha descubierto Chris Fujiwara, autor de la mejor monografía sobre el director. Pero existe en la sombra, en la misma elipsis que tanto utilizó en sus filmes de misterio. Puede que la verdadera unidad esencial de su obra estribe no tanto en su narrativa cinematográfica específica, que a veces varía significativamente, como en el empleo de imágenes y símbolos fascinantes, conscientes e inconscientes. En la creación de atmósferas visuales tan inolvidables como las de sus filmes para Val Lewton o el onírico universo pulp de Retorno al pasado, en los colores encendidos y soñadores de películas absurdas como La ciudad sumergida o La batalla de Maratón (donde, por cierto, parte de la fotografía corrió a cargo de Mario Bava)... En cierta ocasión, le preguntaron a Tourneur qué lugar creía que ocuparían sus películas en la historia del cine: "Ninguno", contestó. Y así es. Porque forman parte no de la historia del cine, sino de su contrahistoria. De su lado oscuro, de esa historia paralela que conforma la Serie B de Bizarre, para la que puede tener más importancia que Tourneur padre fuera ayudante de Rodin y Puvis de Chavannes, los grandes artistas simbolistas franceses, que el dinero que costó El halcón y la flecha.