Iván Pávlov  formuló la ley del  reflejo condicional

Iván Pávlov formuló la ley del reflejo condicional

ENTRE DOS AGUAS

Pávlov o la fisiología que encandiló, sin proponérselo, a Lenin

La Revolución soviética provocó cambios notables también en la vida de los científicos. Fue el caso del padre de la ley del reflejo condicional.

26 enero, 2024 02:00

¿Cómo se sobrevive en un régimen político al que, antes y después, se ha rechazado? A un régimen político, o a las ideas que en otro tiempo se creyeron. ¿Cuáles fueron los pensamientos de Lavoisier, accionista de la organización encargada por orden del monarca de recaudar impuestos, cuando llegó la revolución que finalmente le llevó a la guillotina?

Aunque existan razones para entender lo que hizo, ¿qué pensaría en el fondo de su alma el Einstein que fue pacifista durante la Primera Guerra Mundial cuando en agosto de 1939 recomendó al presidente Roosevelt la creación de un programa para la fabricación de bombas atómicas? ¿Y qué decir de Max Planck, el iniciador de la revolución cuántica, un leal funcionario del Estado que sirvió tanto al káiser Guillermo como al régimen de Hitler?

La Unión Soviética ofrece un magnífico escenario histórico para analizar las transiciones obligadas que sufrieron algunos científicos.

Lo demuestran las relaciones entre el fisiólogo Iván Petrovich Pávlov (1849-1936) y Vladimir Ilich Uliánov, más conocido por su “nombre de guerra”, Lenin (1870-1924), uno de los principales inspiradores de la Revolución de Octubre de 1917, año en que fue elegido para ocupar el puesto de presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, y máximo dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922.

Las investigaciones de Pávlov favorecían la ideología comunista. Él insistió que su enfoque de la fisiología era materialista

Es importante señalar que Lenin no carecía de conocimientos científicos. Recuérdese que fue autor de un texto indispensable para comprender su pensamiento, Materialismo y empiriocriticismo (1909), libro en el que combatía ferozmente las ideas operacionalistas del físico-filósofo Ernst Mach, y en donde aparecían con frecuencia nombres ilustres de la ciencia como Wilhelm Ostwald o Hermann von Helmholtz.

Su libro fue leído fervorosamente por muchos científicos soviéticos, entre ellos el físico Vladímir Fock, quien en la “Introducción” a su influyente texto sobre relatividad general escribió: “El aspecto filosófico de nuestras ideas sobre la teoría del espacio, tiempo y gravitación se formó bajo la influencia de la filosofía del materialismo dialéctico, en particular bajo la influencia de Materialismo y empiriocriticismo de Lenin”.

Entre los objetivos prioritarios de la Unión Soviética se encontraba el de alcanzar y superar económica y técnicamente a los países capitalistas avanzados, y para ello la ciencia y la tecnología, disciplinas a las que Rusia había aportado mucho en el pasado, eran imprescindibles.

Y quien dice ciencia, dice científicos. Y de estos, el más distinguido y famoso cuando Lenin alcanzó el poder era Iván Pávlov (Riazán, 1849-Leningrado, 1936), Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1904, el primer científico ruso que lo recibió, “en reconocimiento a su trabajo en la fisiología de la digestión, a través del cual se han transformado y ampliado aspectos vitales” del conocimiento de este proceso.

Sin embargo, Pávlov había nacido, se había educado y comenzado a investigar durante el régimen zarista, y había alcanzado la cima de su disciplina más de una década antes de la revolución bolchevique de 1917, cuya ideología no compartía.

De hecho, en la última década del gobierno imperial de los zares, su laboratorio en la Academia Médico-Militar fue mejorado y ampliado, y su elección para la Academia de Ciencias le proporcionó un nuevo laboratorio. Cuando los bolcheviques alcanzaron el poder en 1917, Pávlov reaccionó negativamente ante el giro político; le repugnaba en particular la idea comunista de que los laboratorios científicos debían ser dirigidos por un consejo de trabajadores.

Y consideró emigrar. El 11 de junio de 1920 dirigió una carta al Sovnarkom, el Consejo de Comisarios del Pueblo, en la que pedía permiso para emigrar, más concretamente “iniciar una correspondencia (incluso una controlada) con mis amigos y camaradas extranjeros para encontrar un lugar para mí fuera de mi patria, un lugar en el que pudiera subsistir satisfactoriamente con mi esposa y en el que pudiera continuar sin obstáculos mi trabajo científico.” Tenía entonces setenta años.

La carta fue remitida inmediatamente a Lenin, que juzgó que no se podía admitir que Pávlov emigrara, e informó al jefe del Partido Comunista en Petrogrado (el nombre con que se conocía a San Petersburgo entre 1914 y 1924; más tarde, y hasta 1991, pasó a denominarse Leningrado) que Pávlov quería emigrar “en vista de su difícil situación material”, pero que aceptarlo “no sería racional, puesto que este científico representa un valor cultural tan grande que es imposible permitirle que continúe en Rusia bajo condiciones de necesidad material”.

De hecho, las investigaciones de Pávlov favorecían la ideología comunista; al fin y al cabo, él insistió en señalar que su enfoque a la fisiología era materialista. Los reflejos condicionados que Pávlov había estudiado –son particularmente famosos sus estudios con perros– proporcionaban la base para analizar incluso las formas más complicadas del comportamiento humano y animal, y encajaban bien en el interés del Partido comunista de transformar a hombres y mujeres mediante “estímulos” impuestos.

[Lenin: el sangriento padre del terror comunista]

El 24 de enero de 1921, Lenin firmó el siguiente decreto: “Tomando en consideración los muy excepcionales servicios del académico I. P. Pávlov, que han tenido un significado extraordinario para los trabajadores de todo el mundo, los Comisarios del Pueblo Soviético han decidido: 1. Crear un comité especial con amplios poderes y pedir a este comité que cree lo más pronto que sea posible las condiciones más favorables para salvaguardar el trabajo científico del académico Pávlov y sus colaboradores. 2. Pedir a la editorial gubernamental que publique en la mejor imprenta de la República una edición de lujo de los trabajos científicos realizados por el académico Pávlov, y también concederle el derecho de propiedad de estas publicaciones, tanto en Rusia como en el extranjero. 3. Pedir al Comité de Suministros para los Trabajadores que proporcionen al académico Pávlov y a su esposa raciones especiales iguales en contenido de calorías a dos raciones académicas. 4. Pedir al Petrosoviet que asegure al profesor Pávlov y a su esposa el uso perpetuo del apartamento que ocupan y amueblarlo, al igual que al laboratorio de Pávlov, con todo lo que haga falta”.

En realidad, no se trataba solo de respetar a un gran científico. Lenin sabía que la ciencia y la tecnología constituían el mejor punto de apoyo para que la sociedad que deseaba pudiera llegar a existir, una idea que Stalin compartió, aunque en ocasiones se equivocase. 

Lola Quivoron / Foto:  EFE/Caramel Films

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