Dos de los documentos subastados por Sotheby's en 1936
Julio de 1936 pasó a la historia por una subasta de gran importancia en la sede londinense de Sotheby's. Un conjunto de documentos pertenecientes a Newton pasaban a manos del economista John Maynard Keynes, que a partir de entonces se haría un experto en su vida y su obra.
Desde cualquier punto de vista lo que se ofreció en aquella subasta constituía un tesoro, basado sobre todo en manuscritos de Newton sobre alquimia, teología, cronología de los reinos antiguos -un asunto estrechamente relacionado con sus intereses teológicos (Newton era arriano, esto es, creía en un único Dios y no en la Santísima Trinidad, él que era miembro de Trinity College de Cambridge)-, correspondencia, de él y para él, asuntos personales y diversos materiales relativos al Mint. Había incluso catorce documentos que trataban del cálculo infinitesimal, que por alguna razón no habían pasado a la Universidad de Cambridge, en cuya biblioteca se encuentra la colección de papeles y libros de temas científicos escritos por -o que pertenecieron a- Newton, que en 1872 el correspondiente vizconde Lymington donó.
Entre los pequeños tesoros bibliográficos que poseo se encuentra el catálogo de aquella subasta. Para un historiador de la ciencia, constituye un documento de gran valor pues describe con detalle los 332 lotes que se subastaron. Entiendo perfectamente que el artículo del Times Literary Supplement lamentara que "no hubiese sido posible comprar toda la colección para una biblioteca inglesa". La cantidad que se obtuvo fue de 9.030 libras, aproximadamente equivalentes a unas 600.000 libras actuales. Hoy el resultado habría sido muchísimo más elevado. Y es que la apreciación del valor de muchas cosas cambia con el tiempo. Compárese si no con lo que se obtuvo en una subasta que tuvo lugar en Christie's y que coincidió con la dedicada a Newton. En ella se pujó por grabados, aguafuertes y acuarelas, entre las que figuraban obras de Rembrandt y Rubens: se consiguieron 141.748 libras de la época.
La historia del destino de los documentos subastados es fascinante. No fueron muchos los compradores, 37 en total, y de estos se desconocen algunos y, por consiguiente, dónde se encuentran los materiales que adquirieron. Pero uno de ellos fue especialmente activo: el economista John Maynard Keynes, que acababa de publicar su General Theory of Employment, Interest and Money. Al principio, Keynes no pareció demasiado atraído por la subasta, a la que fue acompañando a su hermano Geoffrey, médico que hizo contribuciones notables a la historia de la medicina. Pero su interés fue creciendo y al final adquirió 39 lotes, más que ningún otro comprador, salvo la firma de libreros Maggs Brothers, que se hizo con 89. Además, finalizada la subasta se esforzó por conseguir algunos lotes que había perdido antes de que se suscitase su interés, algo que no le resultó difícil pues muchos compradores habían sido libreros que tenían la intención de revenderlos después. De esta forma se hizo con una importante colección, en la que figuraba la máscara mortuoria de Newton, que consiguió por 34 libras (2.240 libras de hoy, una baratija). A su muerte, Keynes legó estos materiales a su college de Cambridge, el King's, en cuya biblioteca se conservan."Newton contemplaba el univeso y todo lo que hay en él como un secreto que podía leerse aplicando el pensamiento puro". Keynes
Lo dicho hasta ahora podría interpretarse simplemente como el interés de un coleccionista con medios (Keynes reunió una fortuna considerable, gracias a sabias inversiones), pero hay más, pues el gran economista se convirtió en un buen conocedor de la vida y obra de Newton. Una de mis lecturas newtonianas favoritas es un texto suyo de 1942, que se publicó en su libro Essays in Biography y que la editorial Crítica tradujo en 1992. He citado algunas veces uno de sus pasajes, en el que Keynes se refería a que el gran genio de la ciencia se preocupó, y mucho, por cuestiones teológicas (el Universo como obra de su solitario Dios, que había dejado huellas de las leyes que lo rigen en las Sagradas Escrituras): "¿Por qué lo llamo mago? -escribió allí-. Porque contemplaba el Universo y todo lo que hay en él como un enigma, como un secreto que podía leerse aplicando el pensamiento puro a cierta evidencia, a ciertos indicios místicos que Dios había diseminado por el mundo para permitir una especie de búsqueda del tesoro filosófico a la hermandad esotérica. Creía que una parte de dichos indicios debía encontrarse en la evidencia de los cielos y en la constitución de los elementos (y esto es lo que erróneamente sugiere que fuera un filósofo experimental natural); y la otra, en ciertos escritos y tradiciones transmitidas por los miembros de una hermandad, en una cadena ininterrumpida desde la original revelación críptica, en Babilonia".
No sé qué admirar más, si la perspicacia analítico-histórica de Keynes para comprender a Newton, o su habilidad literaria, una habilidad que se puede encontrar en otros escritos suyos. Lean, por ejemplo, cómo caracterizaba a Georges Clemenceau, el Primer Ministro francés, en un libro inolvidable, Las consecuencias económicas de la paz (1919): "Sentía acerca de Francia lo mismo que Pericles sintió por Atenas, pero su teoría política era la de Bismarck. Sólo tenía una ilusión, Francia, y una desilusión: la humanidad, incluyendo a los franceses, y no menos a sus colegas". Economía, historia de la ciencia y literatura, unidas en una misma persona.