Durante el verano de este año el mundo científico era muy escéptico sobre las vacunas tempranas. Se creía, por experiencia, que para que una vacuna fuera eficaz era necesario un mínimo de cinco años de trabajo (lo sigue siendo). Nadie podía imaginar que en noviembre se anunciaran las fases finales de tres proyectos (Pfizer, Moderna y Oxford) que podrían llegar al ciudadano a principios de 2021. En el transcurso de esta desenfrenada carrera (propiciada por el talento de muchos científicos y por el apoyo político y económico de las administraciones), a las innumerables voces sobre los efectos y propagación de la Covid-19 se añaden ahora las que se atreven a opinar con más voluntad que juicio sobre la eficacia de las vacunas, otro motivo más de especulación en esta coyuntura desbordada por algunos desaprensivos que buscan su minuto de gloria. Un sinfín de opiniones de todo tipo (no siempre lo autorizadas que parecen) han brotado como champiñones tanto por los medios de comunicación como por las redes. Como con los cuñados, ahora parece que todos tenemos un virólogo o epidemiólogo experto en la familia…
Además de los inevitables negacionistas (con los que ya se contaba) ahora también están quienes apuestan por un catastrofismo escasamente justificado. Ante esto, José Antonio López Guerrero inicia una serie de vídeos para desbrozar un camino tan complejo como esperanzador en el que reconoce su sorpresa por la rapidez con la que se han realizado (solapado) las fases respetando los protocolos en todo momento. En esta primera entrega, el director del grupo de NeuroVirología de la UAM anima a confiar en los mecanismos de control, que no han dejado de funcionar pese a la rapidez de los resultados y alerta de la responsabilidad de quienes tienen una proyección pública.