Frances Steloff y el paraíso de las librerías
'La librera y los genios' narra las peripecias de la mítica librería Gotham Book Mart, fundada en 1920 por Frances Steloff y atendida y regida por ella misma hasta su muerte a los 101 años
Me dije: voy a encontrar en mis paseos navideños por librerías un libro especial, un libro que no sea necesariamente una novedad y tampoco una obviedad, un libro que parezca adecuado para una lectura placentera en las tardes confortables y caseras de estos días, tal vez con una discreta y bella música de fondo. Y lo encontré, y di en el clavo. La edición española de La librera y los genios (Trama editorial), de Frances Steloff (1887-1989), tiene su depósito legal en 2019, pero quizá se distribuyó en los primeros meses del pasado año.
El libro, subtitulado Historias de Nueva York, narra en breves capítulos las peripecias, a lo largo de más de setenta años, de la mítica -el perezoso adjetivo le cuadra esta vez- librería Gotham Book Mart, fundada en 1920 por Frances Steloff y atendida y regida por ella misma hasta su muerte a los 101 años, cuando ya hacía más de veinte que la había vendido a otro propietario, Andreas Brown, que, sin embargo, la mantuvo al frente. Las vicisitudes del funcionamiento de Gotham Book Mart -que tuvo cuatro sedes por la misma zona, más o menos, en la calle 47 Oeste- están contadas en las dosis justas por la propia “señorita” Steloff, pero muy bien resumidas -eso que me ahorro- en la presentación del también traductor y anotador del libro, José Manuel de Prada-Samper -que llegó a visitarla varias veces antes de su cierre en 2007-, quien también hace un perfil biográfico de la dama, completado por un epílogo de Matthew Tannenbaum, empleado, primero, de la librería y librero de renombre, después, él mismo. Todo ello constituye un material informativo jugoso, interesante y contextualizador.
Vamos al grano y por partes. Ante el índice, el lector advierte a simple vista que muchos de los títulos de los capítulos se corresponden con grandes nombres de las letras y de la cultura norteamericana y anglosajona del siglo XX. Haré una selección amplia de ellos porque son parte decisiva del sabroso menú del libro: Sylvia Beach, Martha Graham, Christopher Morley, Gertrude Stein, Henry Miller, e.e. cummings, Katherine Anne Porter, William Carlos Williams, Anaïs Nin, Cyril Connolly, Edmund Wilson, Peggy Guggenheim, Marcel Duchamp, Edith Sitwell, Dylan Thomas, Thornton Wilder, Marianne Moore, W.H. Auden… Hay otras personalidades que aparecen en el libro sin capítulo propio y otras más que no son tan conocidas para el lector español, pero esta (sucinta) relación basta para abrir el apetito, pues todas ellas fueron habituales clientes, amigos o/y colaboradores de Gotham Book Mart y de Frances Steloff, quien traza pequeños perfiles, recuerda anécdotas, cita cartas o notas y refiere sucesos de todos.
Pero no deberían atraernos sólo las más que sugerentes “negritas”, sino el relato que Frances Steloff va conformando a suficientes pinceladas sueltas -y en un cierto orden cronológico- de la construcción, espíritu, ambiente, actividades y modo de operar de su librería, que en una primera y breve etapa también expuso y vendió obras y objetos de arte. Steloff siempre cuidó un fondo de libros del gusto de su clientela; apoyó a los escritores jóvenes y de vanguardia; vendió revistas literarias minoritarias y rompedoras; publicó codiciados catálogos de sus novedades y existencias; organizó y celebró en sus sedes presentaciones, diálogos, debates y fiestas; impulsó y acogió las reuniones de la Sociedad James Joyce; persiguió y consiguió para sus clientes los libros más raros que le solicitaban y que, no pocas veces, servían a domicilio, debidamente empaquetados, sus empleados o, incluso, ella misma; creó huchas solidarias de socorro o prestó dinero propio a escritores con dificultades económicas; hizo pequeñas ediciones de libros difíciles y buenos de sus amigos… en fin, todo ello y mucho más en sus caóticos y abigarrados locales, que económicamente pasaron por estrecheces financieras o se sostuvieron al día y que, en algún momento, sufrieron los embates judiciales y de la censura por vender, por ejemplo, libros de Henry Miller o de D. H. Lawrence.
La librera y los genios, según nos cuenta De Prada-Samper, es una edición que reúne numerosos textos escritos a lo largo de los años por la propia Steloff -publicados en 1975- y que han sido satisfactoriamente homologados en su estilo con otros procedentes de las declaraciones que ella misma hizo a W. G. Rogers, autor en 1965 de un libro sobre Gotham Book Market. La voz y la imagen decantadas de Steloff -siempre con su delantal- no son cualquier cosa, son las de una mujer culta, encantadora, generosa, valiente, tenaz, educada, liberal, entusiasta e indesmayable, de la que sabemos, entre otras cosas, que tuvo una infancia pobre y horrible, maltratada sucesivamente por sus padres biológicos y adoptivos y que se hizo poco a poco a sí misma, tras instalarse en Nueva York, trabajando en librerías ajenas, no sin antes vender corsés en unos grandes almacenes, y tras un corto matrimonio.
Y de la mano y al costado de Frances Steloff entramos en lo que, más allá y más acá de las personas y sus hechos, son la estancia y el placer primordiales que, paso a paso, va procurando este libro, un lugar intangible, una atmósfera, un clima, un habitáculo espiritual de los que nos costará salir y que soñaremos con emular, llenos de belleza, inteligencia, bondad, amistad, ilusión y, claro, buena literatura, con la ciudad y el siglo al fondo: una librería -un oficio, una tarea- que a cualquier lector le gustaría frecuentar e, incluso, fundar y gestionar. Un sueño.
Escribe Steloff: “En su escaparate, Scribner’s había utilizado unas letras ampliadas, de aproximadamente dos centímetros y medio, con la cita de Thomas Payne: “Estos son tiempos que ponen a prueba el alma de los hombres”. Llamé a Van Dyn, el experto escaparatista, y le pregunté si podría dármelas una vez retiraran el montaje. “Por supuesto”, me dijo, y a la semana siguiente me las envió. Las coloqué sobre una repisa hasta que cambiamos de sitio los estantes, y luego las llevé al nuevo local. Cada vez que pensaba que no me quedaba otra que rendirme, leía las frases: “La tiranía, como el infierno, no se conquista fácilmente; sin embargo, nos queda este consuelo: “cuanto más duro sea el conflicto, más glorioso será el triunfo”. Cada vez que leía aquello se me elevaba el ánimo, especialmente entonces, en aquellas horas caóticas”.
Estos tiempos también ponen a prueba el alma de los hombres, y la lectura de La librera y los genios proporciona de forma sutil e inesperada el efecto de elevar nuestro ánimo, y yo diría que igualmente nuestra estatura.